María Kuznetsova (Мари́я Никола́евна Кузнецо́ва), también conocida como María Kousnetzoff, nació en Odesa en 1880 y desarrolló una carrera que la situó entre las sopranos rusas más destacadas de su generación. Inició su formación artística en San Petersburgo, donde primero se orientó hacia el ballet. Esa experiencia temprana en la danza influyó de manera decisiva en su estilo escénico posterior, caracterizado por un uso expresivo del cuerpo y una presencia dramática que la distinguió claramente de otras sopranos de su tiempo. Más adelante estudió canto con Joakim Tartakov y se incorporó al Teatro Mariinsky, donde debutó como Marguerite en el “Fausto” de Gounod, papel que obtuvo un notable éxito y marcó el comienzo de su trayectoria profesional.
Durante los años que permaneció en el Mariinsky, hasta 1913, interpretó un repertorio amplio tanto del canon ruso como del occidental. Participó en estrenos de importancia y se convirtió en una de las artistas más apreciadas por su versatilidad. A partir de 1908 comenzó a desarrollar una carrera internacional. Debutó en Londres en 1909, donde interpretó papeles como Mimi en “La bohème” de Puccini y Violetta en “La Traviata” de Verdi. En 1914 intervino en las representaciones del “Príncipe Igor” de Borodin en Inglaterra, interpretando a Yaroslavna. Su presencia en los escenarios europeos fue constante durante estos años, y París se convirtió en uno de los centros principales de su actividad artística.
Su versatilidad escénica la llevó a colaborar no solo en ópera sino también en ballet. En 1914 interpretó el papel de la esposa de Potifar en “Josephs Legende” de Richard Strauss, con notable éxito en París y Londres. Este tipo de intervenciones mostraba su capacidad para desenvolverse en producciones híbridas que exigían tanto competencia vocal como habilidades interpretativas y de movimiento.
En Estados Unidos desarrolló una actividad significativa entre 1915 y 1917, actuando con la compañía de Manhattan y con la Chicago Opera. En esta última obtuvo especial reconocimiento por su participación en la primera producción americana de “Cléopâtre” de Massenet. Su repertorio en esos años incluía tanto roles líricos como papeles de mayor exigencia dramática, lo que confirma el amplio espectro vocal y escénico que podía abarcar.
La Revolución rusa supuso un cambio radical en su vida. Tras abandonar Rusia en condiciones difíciles, retomó su carrera en los años inmediatamente posteriores, actuando en ciudades escandinavas antes de establecerse en París en 1920. Allí continuó su actividad como cantante y también se implicó en nuevas iniciativas artísticas. En la década de 1920 participó en la formación de una compañía de ópera rusa en el exilio, a través de la cual contribuyó a mantener vivo el repertorio operístico ruso fuera del país. En esta etapa interpretó no solo ópera sino también opereta, llegando incluso a sustituir a cantantes reconocidas en papeles ligeros cuando fue necesario. Continuó actuando hasta mediados de la década de 1930.
En el plano personal, estuvo vinculada a círculos artísticos de relevancia, tanto por sus matrimonios como por su participación en la vida cultural del exilio ruso en París. Su carrera y vida privada también la conectaron con España, mostrando un notable interés por la música de este país. Algunas fuentes biográficas afirman que estuvo casada con el director de orquesta José Lassalle. Sus últimos años, sin embargo, estuvieron marcados por dificultades económicas, pese a la importancia que había tenido en la escena internacional. Falleció en París en 1966.
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