FEDERICO García Lorca (1898-1936) escribió Llanto por Ignacio Sánchez Mejías en 1934, y lo publicó en la primavera de 1935, en Madrid, con Cruz y Raya, en sus Ediciones del Árbol, con ilustraciones del pintor José Caballero. Lorca enriqueció con sus dibujos algunos ejemplares, como el que dedicó al pintor Juan Antonio Morales, dedicado también por Caballero, autor con Morales de dos carteles para Yerma.
Lorca y Caballero dedicaron otro ejemplar al poeta sevillano Adriano del Valle, hoy en la Biblioteca Nacional. Esta vez fue el pintor quien lo enriqueció con una viñeta en la portada y cuatro acuarelas: la de la portadilla, con dos esculturas llorando, más «La hora terrible en que murió», «La pena» y «El llanto». Por si fuera poco, Del Valle convirtió el ejemplar en un magnífico álbum, intercalando recuerdos de Lorca, Caballero, Sánchez Mejías y Falla.
Cuando Lorca llegó a Granada para asistir a las representaciones de Fuenteovejuna y El alcalde de Zalamea, por la compañía de Margarita Xirgu y Enrique Borrás, para las fiestas del Corpus de 1935, Gerardo Rosales, hermano menor de Luis, le presentó al joven pintor José Guerrero (1914-1991), granadino como ellos.
En 1970 su obra presentaba el aspecto de Arcos negros, lienzo hoy del Museo de Bellas Artes de Granada, en el Palacio de Carlos V, lugar de aquel lejano encuentro con Lorca. Guerrero, que solía hablar de arcos en estos cuadros, tendía a negar cualquier referencia al paisaje, pero como Twombly o Diebenkorn, que partían de lo abstracto, dio a su obra un desarrollo saturado de evocación paisajística, tal y como hiciera Manuel Rivera a partir de la misma Granada, de la misma Alhambra, del mismo Patio de los Arrayanes que es difícil no adivinar en la visión casi nocturna de Arcos negros: la arquitectura y su reflejo, la alberca y su oscura transparencia...