Nace en Medina del Campo el 25 de noviembre de 1545, siendo hija de Francisca de Torres y Diego de Lobera, si bien no llegará a conocer a este último, ya que falleció a los pocos meses de su nacimiento. A la edad de siete años, comenzó a hablar inesperadamente, momento hasta el cual había sido sordomuda y que marcaría su carácter como persona reservada e introspectiva.

Tan solo dos años después, perderá también a su madre, quedando, junto con su hermano mayor Cristóbal, bajo la tutela de su abuela materna. Los esfuerzos de esta para buscarle un matrimonio de conveniencia a su nieta encontraron una fuerte oposición por parte de la niña, ya que sus inquietudes espirituales comenzaron a una edad muy temprana. Desde los diez años, manifestó su deseo de ingresar en un convento y de adoptar un voto de castidad.

En 1560, los dos hermanos se trasladan a Plasencia para vivir con su abuela paterna, la cual continuará insistiendo en la búsqueda de un marido para su nieta. Sin embargo, será en esa ciudad donde conozca al padre Pedro Rodríguez, fundador del Colegio de la Compañía de Jesús de Plasencia, el cual actuará como su director espiritual y la pondrá en contacto con Teresa de Jesús en 1570. Esta la invitará a unirse a la orden de carmelitas descalzas y le sugerirá que elija el convento de Ávila, donde ella misma es la priora.

Justo en esas fechas, fallecieron sus dos abuelas, por lo que no encontró más impedimento familiar y aceptó sin dudar el ofrecimiento de unirse a la orden. Por tanto, no tardó en desplazarse a Ávila y tomar el hábito de novicia el 1 de agosto de 1870. Al tratarse del día de san Pedro ad Vincula, consideró la elección del nombre de Ana de San Pedro, pero Teresa de Jesús estableció que debía adoptar el nombre de profesa de Ana de Jesús y así lo hizo. El 22 de octubre del año siguiente, tuvo lugar su acto de profesión en el convento fundado por santa Teresa en Salamanca, ceremonia durante la cual entró en éxtasis.

Ana de Jesús permaneció en Salamanca hasta 1575, llegando a compartir celda con Teresa de Jesús en 1573, momento en el que la santa escribía su Libro de las Fundaciones. Poco después, le encargará que la ayude con sus nuevas fundaciones, por lo que partirá hacia Beas de Segura para fundar el primer convento de la orden en Andalucía, siendo nombrada priora del mismo en 1575.

Pocos años después, en octubre de 1578, recibe en su convento a san Juan de la Cruz tras su huida de la cárcel conventual de Toledo. Entre ambos surgió una profunda relación de amistad y admiración. Fue precisamente Ana de Jesús la que le animó a finalizar su Cántico espiritual en 1584, obra que esta se llevará posteriormente a Francia y conseguirá que se publique por primera vez en París en 1622. La primera edición en castellano fue publicada en Bruselas en 1627, mencionándose expresamente en su portada la intervención de Ana de Jesús.

La labor fundacional de Ana de Jesús continuará activamente a lo largo de toda su vida, tanto a nivel nacional como internacional. En 1582, parte con san Juan de la Cruz hacia Granada para fundar otro convento y, más adelante, también colaborará a distancia en las fundaciones de Málaga, Huete (Cuenca) y Valencia. Permaneció como priora en Granada hasta 1586, momento en el cual se trasladó a Madrid para cumplir póstumamente el gran deseo de Teresa de Jesús de fundar un convento en la capital.

Durante toda su vida, no cesará en su defensa del legado de Teresa de Jesús, tanto de sus obras como de su orden. En cuanto a las primeras, se encargará de reunirlas y de entregárselas a fray Luis de León, al cual se le encomendó su publicación. De este modo, las obras teresianas llegan a la imprenta salmantina de Foquel en 1588. Ambos religiosos compartieron también una estrecha relación de amistad, hecho reflejado en la dedicatoria que incluían las obras teresianas y en la referencia que aparece en su Exposición del libro de Job.

Respecto a la defensa de la herencia de la santa en la orden, no dudó en enfrentarse al provincial Nicolás Doria, el cual era contrario a la autonomía de los monasterios de mujeres y promovió la reforma de las Constituciones teresianas de 1581. Ana de Jesús consiguió elevar el asunto hasta el Vaticano, recibiendo una contestación favorable que refrendaba las Constituciones a través del Breve Salvatoris, promulgado por el papa Sixto V en 1590. Este hecho provocó el rechazo del sector más conservador del Carmelo Descalzo, por lo que Ana de Jesús sufrió duras consecuencias hasta el punto de negársele la comunión diaria y de ser encerrada en una celda-prisión entre 1591 y 1594, vigilada tanto por la propia orden como por la Santa Inquisición. En 1594 le es concedida su petición de traslado al convento de Salamanca donde tomó el hábito, convirtiéndose esta ciudad en su último hogar antes de su partida fuera del país en 1604.

Su exilio comienza en Francia, donde funda en París el primer convento descalzo francés en octubre de 1604, seguido al año siguiente por otro convento en Dijon y un tercero en Amiens en 1606. Ese mismo año, recibe la invitación de Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y soberana de los Países Bajos, para fundar un convento en Bruselas. Ana de Jesús acepta la propuesta y funda allí el primer convento del Carmelo Descalzo en enero de 1607, lugar donde permanecerá como priora hasta su muerte. No obstante, no abandonó su labor fundacional, constituyendo nuevos conventos en Lovaina (1607) y en Mons (1608).

Ana de Jesús fallece a los 75 años en Bruselas el 4 de marzo de 1621 tras sufrir graves problemas de salud. Mientras su cadáver se hallaba aún expuesto, se dice que se produjo su primer milagro cuando una carmelita incapaz de caminar besó el cuerpo y se curó. Se abrió así rápidamente su proceso de beatificación y canonización, aunque este no llegó a resolverse.

En cuanto a su obra, si bien fomentó la poesía como medio para alcanzar la trascendencia, ella misma no explotó demasiado sus dotes literarias, ya que tan solo se conservan tres breves poemas suyos. No obstante, destacan algunos de sus documentos personales como relaciones, actas y, en especial, su amplio epistolario, a través de los cuales deja constancia de su andariega dedicación a la extensión de la orden y de su labor de difusión y protección del legado de Teresa de Jesús.

(Servicio de Información Bibliográfica)