Además de publicar algunos artículos en periódicos como El Universal y de trabajar como secretario de su hermano cuando este fue nombrado ministro de Fomento, también se dedicó a la política, siendo elegido diputado por el Partido Radical en 1872. Pero tras la restauración monárquica de 1875 decide abandonar definitivamente la política y dedicarse plenamente a la escritura, lo que le llevará a convertirse en uno de los autores más populares de la época.
Autor de 110 obras, destacó su labor como libretista de zarzuelas, terreno en el que colaboró con algunos de los músicos más destacados del género: Tomás Bretón, Amadeo Vives o Ruperto Chapí. Pero sería junto a Manuel Fernández Caballero con quien firmaría algunas de las obras más destacadas del repertorio del género chico, todavía representadas hoy en día: El dúo de la Africana (1893), La viejecita (1897) o Gigantes y Cabezudos (1898).
Entre sus obras de teatro se podrían citar El octavo no mentir (1879) o Caerse de un nido (1893). Poseedor de una reconocible vis cómica, gran maestro del espacio escénico, destacó por su habilidad para el dibujo de personajes, su buen oído para reproducir el habla popular y su sagacidad en la representación de situaciones rocambolescas. Políglota, dominaba el inglés, el francés, el italiano, el alemán e incluso el hebreo. En 1916 ingresó en la Real Academia Española.
(Servicio de Información Bibliográfica)