Esta inclinación por la fantasía hizo que descuidara su aspecto y sus actividades mundanas, para disgusto de su familia, que decidió enmendarla concertando para ella un matrimonio cuando todavía era una niña. Ella se opuso con toda su energía, lo que la llevó a fugarse de la casa materna, causando un gran escándalo.

De Doctora a Peregrina

En 1836 se trasladó a España y se estableció en La Coruña, pero allí, donde se burlaban de ella apodándola “la Doctora”, se sintió apesadumbrada e incomprendida. Rebelde contra la imagen de mujer doméstica, sintiéndose independiente y con inclinaciones intelectuales, decidió marcharse a Sevilla. Fue entonces cuando comenzó a colaborar con la prensa utilizando el seudónimo de La Peregrina. También traduciría a Victor Hugo, Alejandro Dumas y otros autores franceses. Después de un gran desencanto amoroso decidió irse a Madrid, donde entró en el ambiente literario de la mano de José Zorrilla.

En 1841 apareció Poesías, con la que inició una carrera lírica que la llevaría a convertirse en una de las mejores poetas de su época gracias a creaciones como “Amor y orgullo”. También escribió novelas, caso de Sab (1841), considerada una de las primeras obras antiesclavistas, y Dos mujeres (1842), feminista y partidaria del divorcio; aunque dio lo mejor de sí misma como prosista en sus cuentos y leyendas, como “La balada del helecho” (1845). En cuanto al teatro, demostró una gran ambición y buen gusto, como en la conocida Saúl (1849). Su obra fue alabada por Nicasio Gallego, Juan Valera o Mesonero Romanos. Sin embargo, su propuesta de ingreso en la Real Academia Española fue rechazada con desprecio por su condición de mujer.

Del convento al altar y a su isla natal

Su éxito literario se vio empañado por un nuevo escándalo personal cuando tuvo una hija siendo soltera, que además murió pronto. Rechazada por su clase social, en 1846 finalmente aceptó un matrimonio de compromiso, aunque enviudaría ese mismo año, lo que la llevó a ingresar en un convento. Fue entonces cuando inició una fase de poesía religiosa, representada en poemas tan excelsos como “A la cruz”. Más tarde se volvería a casar y pasó por uno de los mejores momentos de su vida con el estreno de Baltasar (1858), tenida por uno de los textos más relevantes del romanticismo español. Pero seguía teniendo enemigos y un reventador intentó hacer fracasar la representación tirando un gato al escenario. El marido le retó a duelo y salió herido en el lance. Para que se recuperara, la reina Isabel II le nombró gobernador de Cuba y Gómez de Avellaneda regresó con él a su isla natal. Allí fue recibida con exaltación, se le ofreció una Coronación pública (1860) y realizó una gira de homenaje. En la isla fundó y dirigió la revista Álbum cubano de lo bueno y lo bello, en la que publicaría artículos feministas. Tras la muerte de su marido, regresó a España, donde murió en 1873.

(Servicio de Información Bibliográfica)