Junto a la publicación regular de poemas, también escribió artículos para diversas publicaciones como Euzko Deya o El Pueblo Vasco, y participó activamente en sociedades culturales como Euskaltzaleak, de la que fue presidente, además de militar en el Partido Nacionalista Vasco.
A partir de los años 20 se produjo una situación propicia para el resurgir de las culturas regionales, y el nacionalismo vasco se vio impulsado por el surgimiento de revistas, grupos teatrales, concursos poéticos y un gran número de autores que veían la lengua vasca como un vehículo para la reivindicación de sus valores. Ya con el pseudónimo de Xabier Lizardi, con el que sería conocido a partir de entonces, presentó sus obras en numerosos certámenes líricos y se convirtió en uno de los mayores representantes del renacimiento cultural vasco y en uno de los poetas más destacados en euskera.
Entre sus temas más transitados se encuentran la naturaleza, el cristianismo, la identidad vasca o la muerte, que se vieron reflejados en obras como “Otartxo utsa” (“Cesto vacío”, dedicado a su hija muerta) o “Bultzi-leiotik” (“Desde la ventanilla del tren”).
Su estilo empezó situándose en sintonía con los movimientos más vanguardistas de la época, lo que hacía su lectura complicada y exigente, pero con el tiempo su lírica se fue suavizando. En cualquier caso, en su época fue más conocido por sus obras de teatro, gracias a títulos como Laño ta izar (1932, Niebla y estrella).
A pesar de morir con solo treinta y seis años, debido a una pulmonía, ha sido reivindicado por autores como Gabriel Aresti y estudiosos como Koldo Mitxelena, quienes le consideran uno de los padres de la poesía en euskera gracias a obras como Biotz begietan (1932, En los ojos y en el corazón) o Umezurtz olerkiak (1934, Poemas huérfanos). Por otra parte, sus numerosos artículos periodísticos fueron reunidos póstumamente en Itz lauz (1934).
(Servicio de Información Bibliográfica)