Durante su juventud, tuvo la oportunidad de viajar por toda Europa, lo que le permitió conocer a Proust en París o al zar en Moscú. En 1923 se casó con el abogado Ramón Echagüe y Churruca y poco después comenzó a interesarse por la cocina. De gran inteligencia, con una admirada memoria y poseedora de una nutrida biblioteca, pudo recopilar un gran número de recetas que suministraba a sus cocineras, y aunque nunca la sorprendieron con las manos en la masa, su labor de supervisión y dirección le hizo ganarse fama de gran cocinera.

Su cada vez más intensa pasión por la cocina la llevó a cartearse con algunos de los grandes chefs de la época, como Henri-Paul Pellaprat, del Cordon Bleu, o Teodoro Bardají. Desde mediados de los años 20 comenzó a dar clases de cocina a mujeres de la burguesía bilbaína y publicó artículos en medios locales como El Diario Vasco, donde escribía con el pseudónimo de Maritxu, e internacionales, caso de La Nación de Buenos Aires.  

Siempre inquieta en materia intelectual, era asidua de la tertulia de la cafetería Lyon d’Or, en la que conoció a Pedro Eguillor, quien la animó a escribir un libro con sus recetas. Así, en 1930 apareció Confitería y repostería, que junto a La cocina completa dio lugar en 1933 a su Enciclopedia Culinaria. La posterior edición de La cocina completa en dos tomos y con más de 2.000 recetas se convertiría en uno de los libros de gastronomía más respetados y consultados durante toda la posguerra, y su popularidad llega hasta nuestros días.

Con ocho hijos y una activa vida social, su productividad no parecía tener límites. En 1935 publicó un libro específicamente dedicado a la cocina de su tierra, Platos escogidos de la cocina vasca, hoy muy difícil de encontrar. Otra de sus importantes aportaciones fue Conservas caseras (1936), en las que abogaba por la elaboración manual frente a la producción industrial.

Convertida en la Marquesa de Parabere, alias de difuso origen con el que se la llegó a identificar y de cuyo título nunca renegó, en 1936 su fama y una oportuna herencia le permitieron abrir un restaurante en Madrid, pese a la oposición familiar. Situado en el centro de la capital, disfrutó de un éxito inmediato, pero el inicio de la Guerra Civil provocó su incautación por parte de los anarquistas, lo que no impidió que la Marquesa siguiera regentándolo y que se convirtiera en un centro de reunión de grandes personalidades que vivían o estaban de paso por Madrid, como Indalecio Prieto, Hemingway o Malraux.

Concluida la guerra, abrió un nuevo restaurante, esta vez situado en el barrio de Salamanca, con el que redobló su prestigio. Gracias a los suministros que obtenía de sus contactos franceses, ofrecía una cocina de calidad casi sin competencia y se hizo con una clientela de alto copete afín al nuevo régimen. Sin embargo, muchos de estos gerifaltes no tenían costumbre de pagar y el negocio se fue a la ruina. Aunque según otra explicación el cierre del local se debió a que desde allí partían tarteras con información reservada que iban a parar a presos políticos.  

Tras el fin de su aventura empresarial, volvió a la escritura y además de colaborar con revistas como El Hogar y la Moda publicó nuevas obras sobre cocina (Historia de la gastronomía, 1943). Su gran proyecto fue una Gran Enciclopedia Culinaria en varios tomos, pero falleció en 1949 debido a un coma diabético antes de poder concluirla. 

(Servicio de Información Bibliográfica)