7 de octubre de 1926, primer Día del Libro
Se pensaba que Cervantes había nacido ese día, pero en 1930 se cambió al 23 de abril por considerarse más segura la fecha de su muerte.
El 7 de octubre de 1926 se celebró por primera vez el Día del Libro en España, se instituyó así una jornada para enaltecer las virtudes del libro y fomentar la lectura. Se pensaba entonces que fue un 7 de octubre cuando había nacido Cervantes y esa fue la razón de la elección. Fue una iniciativa del editor, escritor y periodista valenciano Vicente Clavel Andrés, afincado en Barcelona e impulsor de la Cámara Oficial del Libro de la ciudad condal.
Clavel, admirador del autor del Quijote y fundador de la editorial Cervantes, presentó la idea en la Cámara en 1923 y fue ganando poco a poco apoyo entre los editores y libreros catalanes que integraban la corporación. La iniciativa pronto fue respaldada también por la Cámara del Libro de Madrid.
Un año antes de que se aprobase por el Gobierno, El Sol, considerado uno de los mejores periódicos de España y cuya línea editorial la marcaba Ortega y Gasset, elogiaba la iniciativa. En un suelto de 29 de julio de 1925, el diario pone como ejemplo a imitar la feria de Saint Germain de París, en la que para ayudar a la venta de libros los autores firman sus obras al pie de la portada o en las guardas del ejemplar.
Para El Sol, uno de los mayores atractivos además del Día del Libro sería:
El 6 de febrero de 1926 la Gaceta de Madrid publicó el decreto del Gobierno instituyendo la fecha del 7 de octubre siguiente como primer Día del Libro. Se establecía que en las academias, universidades e institutos se celebraran sesiones solemnes dedicadas a divulgar el libro, así como en las escuelas militares y en la Armada. En los colegios se debía dedicar una hora a la lectura, por maestros o alumnos, de trozos escogidos de clásicos españoles. Las bibliotecas oficiales y de centros educativos estaban obligadas a adquirir libros ese día y las diputaciones provinciales y ayuntamientos a destinar una cantidad a la compra y reparto de libros. Todos los años en esa fecha las diputaciones tenían que crear por lo menos una biblioteca popular en su territorio. Las Cámaras del Libro de Madrid y Barcelona debían instituir un premio para el mejor artículo periodístico que difundiera el amor al libro y recomendar a sus asociados que hicieran un descuento especial en la compra ese día, así como donar libros a hospitales, hospicios, colegios de huérfanos, centros de beneficencia y centros penales.
El mismo día de la celebración, El Imparcial, otro de los grandes periódicos de la época, abría su portada con un artículo con los siguientes titulares: ‘La fiesta de hoy. El Día del Libro Español. Una iniciativa que puede ser en el porvenir un nuevo cauce para la difusión de la cultura’.
El autor del artículo, Luis Álvarez Santullano, pedagogo y destacado miembro de la Institución Libre de Enseñanza, escribía:
Santullano decía que lo que más le gustaba del decreto que establecía el Día del Libro era la obligación para los centros docentes y administraciones públicas de adquirir y repartir libros, así como de crear bibliotecas populares.
La necesidad de elevar el nivel cultural era un sentimiento ampliamente compartido. Así lo expresaba tras la celebración la revista quincenal España y América:
El Sol informaba al día siguiente de cómo había sido la celebración en distintas ciudades, poniendo especial atención en Barcelona, donde había surgido la iniciativa y donde se había triplicado el volumen de la producción editorial en los últimos cinco años.
Mujeres de clase media, sobre todo, eran las más asiduas a las librerías. Entre las obras más vendidas estaban las llamadas novelas blancas, es decir novelas románticas pero sin escenas de erotismo explícito, las de viajes y las de aventuras. El periódico publicaba también una lista de los autores más vendidos tanto españoles como extranjeros.
No hay en la prensa apenas fotografías de ese primer Día del Libro, indicio de que no hubo ningún acto multitudinario. La imagen más común, publicada por ejemplo en Nuevo Mundo y en Mundo Gráfico es el acto en la Real Academia de la Lengua, donde se ve a su director, Menéndez Pidal, con el ministro de Instrucción Pública y algunos académicos. En la última de dichas revistas se publicaron también fotos de actos en provincias, sobre todo en cuarteles donde fueron leídas poesías a los soldados.
En La Nación, que era un diario vespertino que se había creado a instancias de Primo de Rivera para defender la dictadura, se puede ver una foto de alumnos recibiendo libros en la Asociación de Escritores y Artistas con un texto bajo el título: El Dia del Libro se ha conmemorado en toda España con extraordinaria brillantez.
La revista La Esfera hizo algo diferente. En su número del 9 de octubre publicó un reportaje de siete páginas encabezado por una fotografía de la Sala Cervantes de la Biblioteca Nacional y otra más pequeña de la pila en la que fue bautizado el escritor en la iglesia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares. Entre grabados con ilustraciones del Quijote y el supuesto retrato auténtico de Cervantes, se podía leer un texto de la charla del periodista con el director de la Biblioteca, Francisco Rodríguez Marín, sobre las 275 ediciones en castellano del Quijote que se guardaban en las vitrinas, los ejemplares raros y en otras lenguas, la caja de caudales donde se conservaba la edición prínceps y otras curiosidades cervantinas.
Poco a poco el Día del Libro fue afirmándose y se fueron incorporando novedades. Así en 1928 el Ayuntamiento de Madrid, algo que fue seguido por otras ciudades, permitió que los libreros pusieran puestos de venta en la acera de sus establecimientos, lo que triplicó la venta. También hubo premios municipales para los mejores escaparates.
Más novedades en 1929. El Día se convirtió en Semana, con descuentos del 10% en la compra de libros desde al 7 al 12 de octubre y los escaparates y puestos callejeros se adornaron con los retratos de los escritores. El periódico La Libertad, otro de los más difundidos, daba cuenta del éxito de libros rusos de todas las temáticas. La Revolución Soviética y la vida en la nueva Rusia atraían entonces fuertemente a los españoles.
Con motivo de la Exposición Iberoamericana celebrada ese año en Sevilla se organizó una exposición permanente de libros modernos hispanoamericanos en la Biblioteca Nacional. Hubo charlas con escritores en diversos centros, concursos literarios y lo último en tecnología: entrevistas durante la semana en la emisora Unión Radio con un autor cada día, entre ellos Ramón Gómez de la Serna y Enrique Jardiel Poncela.
1930 fue el último año en que el Día del Libro se celebró el 7 octubre. Por decisión gubernamental la fecha se cambió al 23 de abril al llegarse a la convicción de que no era seguro que Cervantes hubiera nacido ese día y sí lo era la fecha de su muerte. A la decisión de cambio también contribuyó la presión de la Cámara del Libro de Barcelona, que buscaba una fecha más comercial como la del 23 de abril, coincidiendo con la fiesta de Sant Jordi y el tradicional regalo de flores. Fue un acierto porque se consolidó la costumbre de los hombres regalar flores y las mujeres libros.
Ese año de 1930, La Gaceta Literaria hizo una investigación a fondo de las mejores librerías madrileñas con entrevistas a sus titulares. Un librero certificaba el gran interés por los libros sobre Rusia, las novelas y los libros políticos. El día 8 de octubre, junto a la foto de un obrero en un tenderete de libros, El Liberal titulaba: Instauremos la gran feria permanente para que el libro deje de ser un objeto raro. Proponía literalmente sacar puestos a la calle todos los días del año.
El Sol daba cuenta del incidente ocurrido en la librería Catalonia, situada en la plaza de Cataluña. El establecimiento había colocado siete columnas decorativas rematadas con banderas y con datos estadísticos de venta de libros en las principales naciones europeas. A más ventas, más alta la columna. Cataluña tenía su propia columna, más alta que la de España que era la más baja de todas. Varias personas denunciaron el hecho al gobernador civil por entender que se quería poner de relieve la incultura de España. Se presentó la Policía en la librería con una orden del gobernador y se incautó de las siete columnas.
A diferencia de Madrid, en Barcelona los libros concentraban a una gran multitud al ponerse puestos de venta en Las Ramblas, además de que las librerías estaban abiertas hasta las doce de la noche. El libro de mayor éxito ese año era uno del líder de la India, Mahatma Gandhi.
El 14 de abril de 1931 se proclamó la República en España, así que el Día del Libro, que por primera vez se celebró el 23 de abril, sólo unos días después del cambio de Régimen, pasó un poco inadvertido. Los acontecimientos políticos ocupaban casi exclusivamente la cabeza y el corazón de los españoles.
Al año siguiente, 1932, en que el debate político estuvo centrado en el Estatuto de Autonomía de Cataluña, el Día del Libro fue un gran día de fiesta en Barcelona. El 26 de abril el periódico Ahora publicaba un amplio reportaje gráfico con el título: El Día del Libro y la Fiesta de San Jorge, con fotografías donde se entremezclaban los puestos de venta de libros y los de flores. Cada vez se publicaban más libros en catalán.
1933 fue el gran año del Día del Libro en Madrid. Ese año los libros ganaron la calle a lo grande al celebrarse en el paseo de Recoletos por primera vez la Feria del Libro del 23 al 30 de abril. Veinte stands de editoriales participaron en el evento con modernas casetas donde se exhibían las novedades y con los autores firmando sus obras. Se instalaron micrófonos y altavoces para que los discursos y charlas con los escritores pudieran ser oídos por el gentío que llenó el paseo durante todos esos días.
Ahora dedicó un reportaje gráfico el día 25 a la inauguración, con el ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, y el alcalde, Pedro Rico. El último día de la Feria la portada del periódico mostraba la visita de las dos principales autoridades españolas a la Feria, el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora y el de Gobierno, Manuel Azaña.
En abril de 1936 se celebró el último Día del Libro antes de la Guerra Civil que puso un trágico paréntesis en la vida española. Un reportaje de la revista Crónica del 3 de mayo informaba que las Rimas de Bécquer había sido el libro más vendido de la Feria. Los libreros lo regalaban si la compra de libros superaba las 15 pesetas. El afán por hacerse con la obra del inmortal poeta disparó las ventas hasta un 100%. Es una cruel ironía que un gran libro de versos que habla tanto de amor fuera lo más leído en vísperas de la tragedia que iba a desangrar a España.
es una alegria poder leer en español ,despues de 59 años lejos de España.