Mark Twain en los depósitos de la BNE: más de una obra sorprendente
En la novela del chileno Alberto Fuguet Mala onda (1991), que llegó a nuestras librerías con cuentagotas (y casi siempre por encargo) en la edición de Alfaguara, se narra el encuentro” del protagonista, el adolescente Matías Vicuña, con uno de sus pares más famosos en la historia de la narrativa contemporánea: Holden Caulfield, el protagonista y narrador de El guardián entre el centeno, novela publicada en 1951 por el siempre elusivo Jerome David Salinger.
Vicuña, lateado” por su entorno, sobreviviendo a la familia, al colegio y al toque de queda del Santiago de los ochenta a base de alcohol, cocaína y música disco en inglés, recibe un ejemplar de El guardián entre el centeno de un amigo y queda fascinado al momento, al punto de inscribirse en un hotel como Caulfield, comprarse un gorro de cazador como el que este lleva en la novela e imitarlo en actos tan sui generis como preguntar a los taxistas qué será de los patos cuando se hiele el lago de Central Park. Sin embargo, al mostrar su entusiasmo ante su admirada profesora de literatura, esta reacciona con indiferencia y culmina diciendo: si estás en la onda adolescente, lee Huckleberry Finn”.
2010, el año de la muerte de Salinger, creador de uno de los relatos iniciáticos más influyentes, imitados y criticados desde su publicación, es también el año en que se cumple un siglo de la muerte de Mark Twain, el primer escritor verdaderamente americano”, en palabras de William Faulkner. Twain, recordado principalmente por su novela Las aventuras de Tom Sawyer y por el inmortal viaje por el río de Huckleberry Finn con el esclavo huido Jim (del que, para Hemingway, procede toda la literatura norteamericana moderna), fue, además, autor de un buen número de narraciones de toda índole: relatos, en muchos casos humorísticos, libros de viajes o ensayos de contenido político y social. La BNE cuenta con una interesante colección de ediciones de las obras más diversas de Twain que pueden deleitar al lector. Familiarizarse con ellas es, al mismo tiempo, una manera de profundizar en la obra del autor y un paseo por el mundo de la edición y la traducción en España a lo largo del siglo XX.
La traducción más antigua de Twain que se conserva en la Biblioteca Nacional son las Aventuras de Masín Sawyer, por Marcos Twain, fechada en 1903 según algunas fuentes. Es, de hecho, la primera traducción al español de una novela completa de Twain, aunque ya se habían publicado algunas antologías de cuentos a finales del XIX. El título puede resultar algo chocante para el lector actual (tanto por la dudosa hispanización de Tom como por el nombre del autor, ya que Mark no aludía al evangelista Marcos sino a la expresión propia de la navegación fluvial que Twain aprendió en el Misisipi relativa a las dos brazas de profundidad, la distancia segura para navegar) pero no deja de ser un testigo de su época. Por esos mismos años, la Administración del Noticiero-Guía de Madrid publicaba unos Cuentos escogidos traducidos por Augusto Barrado que también descansan en nuestros depósitos. En las primeras décadas del siglo aparecen nuevas traducciones, en editoriales diversas entre las que se cuenta, por ejemplo, El Cuento Semanal. Estas ediciones se centran principalmente en los cuentos y en el joven Sawyer, que para entonces ya se había desembarazado del españolísimo Masín para pasar a ser Tom, como su homólogo norteamericano. Abundan, sobre todo, las narraciones humorísticas y títulos tan sugerentes como -Y la burra entre las coles.
Nuestra primera edición de Huckleberry data de la década de los treinta y, desgraciadamente, está incompleta: el lector sólo puede echar un vistazo al segundo volumen de Las Aventuras de Huck, traducidas por Fernando de la Milla para la editorial Caro Raggio. Tampoco la edición de 1940 respeta el original, ya que se trata de una versión adaptada de 34 páginas, una de las muchas que aparecerán a lo largo del siglo. La edición completa llegará más adelante, en el 42, pero la precederán las primeras ediciones en catalán de Twain: Tom Sawyer, detectiu (publicada en 1934 por Quaderns Literaris) y El disc de la mort (que comparte con la anterior editorial y fecha de aparición). Desde ese momento, la relación es amplísima: en total, unos 900 títulos entre ediciones y reimpresiones de su obra en todas las lenguas peninsulares y algunas extranjeras, así como adaptaciones infantiles, juveniles, educativas e incluso cinematográficas. Basta destacar las ediciones juveniles de Bruguera tan características de las décadas que van de los sesenta a los ochenta y que más de uno tendrá asociadas a su infancia y su adolescencia, una publicación independiente de Onanismo y alguna curiosidad como una edición soviética de Las aventuras de Tom Sawyer.
De la última década tenemos ediciones que, desde sus propios títulos, sorprenderán al lector: una Guía para viajeros inocentes, las Reflexiones contra la religión traducidas por Mario Muchnik, Antiimperialismo o unos Consejos para las niñas buenas bellamente ilustrados por Montserrat Ginesta. Junto a ellos, reediciones de clásicos como El príncipe y el mendigo y Un yanqui en la corte del Rey Arturo. Y justo ahora, en el aniversario, una nueva edición de ¿Ha muerto Shakespeare?, de la que no contábamos con ejemplares desde 1923, así como algunas antologías de relatos entre las que brillan especialmente los maravillosos Cuentos selectos publicados por Debolsillo. Sin embargo siguen ganando, y por goleada, el comedido Tom y el indomable Huck. Para todos los gustos.
El Servicio de Información Bibliográfica ha elaborado una pequeña exposición bibliográfica sobre el autor que podéis consultar aquí.
Muy buen artículo!!! Argentina.-