La villa de los papiros
La Villa de los Papiros era una casa como cualquier otra en la ciudad italiana de Herculano. Bueno, quizás fuera un poco más grande y lujosa. El problema es que tuvo la mala suerte de ser construida en plena colina del Vesubio.
El bucólico lugar perteneció al suegro de Julio César, Lucius Calpurnius Piso Caesoninus. Al producirse la erupción del Vesubio en el año 79, toda la ciudad fue sepultadada bajo 30 metros de ceniza volcánica. Los papiros que había en la biblioteca de esta villa fueron protegidos para efectuar su traslado, pero ya era demasiado tarde: la Villa entera desapareció bajo las cenizas. No obstante, esto ha permitido que se conserven todas estas obras hasta nuestros días: la única biblioteca de la antigüedad que se conserva. No obstante, el efecto de la erupción ha hecho ilegibles casi todos los textos.
Se conserva, eso sí, la narración directa de un testigo de la erupción, Plinio el Joven, que relata la catástrofe en dos cartas al historiador Tácito. Plinio tenía 17 años entonces, y observó la erupción desde el otro lado del Golfo de Nápoles, a unos 35 kilómetros. Mientras, su tío, Plinio el Viejo, navegaba hasta Herculano para rescatar a un amigo y moría en el intento.
Le pareció que debía ser examinado en mayor medida y más cerca, como corresponde a un hombre muy erudito. Ordena que se prepare una libúrnica; me da la posibilidad de acompañarle, si quería; le respondí que yo prefería estudiar, y casualmente él mismo me había puesto algo para escribir. (…)Ya caía ceniza en las naves, cuanto más se acercaban, más caliente y más densa; ya hasta piedras pómez y negras, quemadas y rotas por el fuego; ya un repentino bajo fondo y la playa inaccesible por el desplome del monte. Habiendo vacilado un poco sobre si debía girar hacia atrás, luego al piloto, que advertía que se hiciera así, le dice: «La fortuna ayuda a los valerosos: dirígete a casa de Pomponiani». (…)Entre tanto desde el monte Vesubio por muchos lugares resplandecían llamaradas anchísimas y elevadas deflagraciones, cuyo resplandor y luminosidad se acentuaba por las tinieblas de la noche. Mi tío, para remedio del miedo, insistía en decir que debido a la agitación de los campesinos, se habían dejado los fuegos y las villas desiertas ardían sin vigilancia. Después se echó a reposar y reposó en verdad con un profundísimo sueño, pues su respiración, que era bastante pesada y ruidosa debido a su corpulencia, era oída por los que se encontraban ante su puerta.
(…)Apoyándose en dos esclavos se levantó e inmediatamente se desplomó, según yo supongo, al quedar obstruida la respiración por la mayor densidad del humo, y al cerrársele el esófago, que por naturaleza tenía débil y estrecho y frecuentemente le producía ardores. (…) Cuando volvió la luz (era el tercer día, contando desde el que había visto por última vez) se halló su cuerpo intacto, sin heridas y cubierto tal y como se había vestido. El aspecto era más parecido a una persona dormida que a un cadáver.""
Unos 17 siglos después, entre 1750 y 1765, las ruinas de Herculano fueron excavadas por Karl Jakob Weber. Cuando las obras alcanzaron esta Villa, Weber encontró una enorme sala con estanterías de madera que contenía un total de 1.785 rollos de papiro, de donde le viene el nombre al edificio, además de 80 esculturas, algunas de las cuales se pueden ver en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Los papiros contenían sobre todo obras filosóficas, y se cree que fueron reunidos por el epicureísta Filodemo de Gádara, que había incluido sus propios textos en la Biblioteca, ¡la única edición conservada de su obra! Actualmente, esta colección de papiros está siendo reconstruida por el Proyecto Filodemo.
Felicidades por el post, genial para dar a conocer cómo era la biblioteca privada de un potentado en la antigüedad romana.