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Un romano, un escribano con malas pulgas y la tinta que usaba el rey de Inglaterra
Como ya comentamos en entradas anteriores, hasta bien entrado el siglo XIX era normal que los escribanos elaboraran su propia tinta. La afortunada consecuencia de esta necesidad es que, temerosos de no recordar los ingredientes, los porcentajes o los procedimientos, los anotaran por escrito. Gracias a ello, disponemos de un inmenso corpus de recetas antiguas para hacer “tinta excelente”. Éstas se conservan hoy dispersas en documentos de archivo, recetarios y, con relativa frecuencia, apuntadas en las guardas de una encuadernación o aprovechando el papel blanco del final de cualquier libro.
La preparación de tinta fue un tema recurrente en la literatura técnica antigua, pero no solo manuscrita. Las recetas impresas son habituales en textos sobre medicina, alquimia y en los tratados caligráficos de los siglos XVI al XIX. Además de las de color rojo o negro para escribir, un buen número de tintas de color aparecen en los Libros de Secretos de Girolamo Ruscelli o de Timoteo Rosello, grandes éxitos editoriales de los siglos XVI y XVII. Partiendo de estos compendios, generalistas y poco profesionales, la literatura sobre técnicas artísticas se fue especializando a lo largo del siglo XVII y, sobre todo, durante el XVIII. A finales de este siglo y comienzos del XIX, en enciclopedias tituladas Secretos de Artes y Oficios y en revistas como el Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los párrocos (obra impulsada por Godoy), se publicaron noticias y ensayos sobre sustancias colorantes. Entrado el siglo, aparecen, por primera vez en castellano tratados específicos en los que se proponen cientos de recetas para todos los colores y usos. Aunque poco conocidas y peor valoradas, la labor de difusión de conocimientos técnicos de estas publicaciones fue muy importante ya que sirvieron de motor de desarrollo a los lectores de la ilustración al dar a conocer en España estudios y trabajos desarrollados en Inglaterra o Francia.
Tinta Pelikan
El 1 de febrero de 1758 apareció en Madrid, con el título Diario Noticioso, Curioso, Erudito y Comercial, Político y Económico, el primer diario español. Periódico muy popular por su carácter utilitario, es de gran interés para el estudio de la vida cotidiana de finales del Antiguo Régimen y fue elogiado por Benito Pérez Galdós en varios Episodios Nacionales. De pequeñas dimensiones -solo cuatro páginas en tamaño cuartilla-, ofrecía dos secciones diferenciadas: una primera de opinión y divulgación y una segunda con noticias sobre artículos en venta, objetos perdidos, ofertas de empleo y cartas de los lectores. Aunque en menor medida que el Semanario de Agricultura, contribuyó decisivamente a la difusión de las innovaciones industriales europeas.
Entresacando pequeñas noticias de la sección de anuncios del Diario Noticioso (que cambió de título en 1788 por el de Diario de Madrid) podemos ver que la tinta era una mercancía muy solicitada a finales del siglo XVIII. Son relativamente frecuentes los anuncios en los que se ofertan tinteros (En la calle de Fuencarral nº 5, lonja inmediata a la pastelería, pasados los Agonizantes se venden unos tinteros de nueva invención, con quienes dos personas pueden escribir más de un año.)[i], tinta a precios asequibles (En la bajada de Sta. Cruz plazuela de S. Felipe el Real en la vidriería, se vende tinta de superior calidad para oficinas y despachos, con la mayor equidad…)[ii], venta de tinta china (Aviso al público para su beneficio; unos géneros de nueva invención y raros, que son pastillas de tinta fina chinesca para escribir, que solo habiendo agua y pluma tiene tintero por todas partes en donde se halle…)[iii] y, como no, algunas recetas de interés (Secreto admirable para hacer una escritura invisible que se pueda borrar y aparecer siempre que se quiera…)[iv].
Diario de Madrid, 19/06/1797, nº 170, p. 725.
No siempre las informaciones eran escuetas. El 19 de mayo de 1806, publicó la siguiente nota:
El fabricante romano D. Bernardo Piva, que vive en la calle de la Concepción Jerónima, nº 6 (donde se pintan pañuelos), por rara casualidad ha visto y tenido un pequeño frasco de tinta superfina de la misma que escribe el Rey de Inglaterra y sobre ella ha hecho duplicadísimas observaciones hasta que ha logrado descubrir el secreto, pues no solo la hace idéntica sino muy permanente; adviniendo que cuanto más tiempo esté archivado el escrito de ella, más se ennegrece, resistiendo muchísimas veces agua el tintero, y dando el mismo negro exquisito. El susodicho fabricante también ha descubierto a fuerza de desvelos, que con la dicha tinta de escribir, […] tiene la admirable cualidad de que al tiempo de escribir con ella parece muy blanca, y a poco rato empieza a oscurecer. – Precios fijos equitativos: […] a 4 rs. el cuartillo.[v]
Detalle del Plano de Madrid de Nicolas de Fer (1706), con indicación de la tintorería de la calle Concepción Jerónima.
La mención al rey de Inglaterra es retórica pues la tinta de esta procedencia era considerada de calidad superior. En el Diario de 23 de octubre de 1793 se anunciaba un producto similar “En la Carrera de S. Gerónimo frente a la librería de Copin, en la tienda de modista, se han traducido las recetas al castellano del modo de hacer la tinta inglesa que ha merecido general aceptación en todas las Cortes, la cual se da adjunta con el paquete para mayor inteligencia de los que quieran hacer su uso”[vi]. A juzgar por los recetarios de la época, además de los componentes habituales –agallas de roble, agua, goma arábiga y caparrosa-, la tinta inglesa, cuya formulación se debe al químico inglés William Lewis, contenía un componente vegetal, el extracto de palo de Campeche, que aportaba un color más intenso y mayor opacidad. Sus características eran conocidas por haber sido publicadas en la traducción del importante estudio del francés Ribaucourt publicado en diversas entregas del Semanario de Agricultura, en 1799[vii]. En su ensayo sobre la química de la tinta, el químico francés Haldat ensalzaba la belleza de la tinta de Lewis y las ventajas que el Campeche aportaba a la composición tradicional[viii]. Encontramos la receta original en el Manual para hacer toda clase de tintas publicado por Yenes en 1839: “En azumbre y media de vino blanco o de buen vinagre se cuecen por espacio de media hora tres onzas de agallas, una de palo de la India, y otra de sulfato de hierro. Añádase onza y media de goma arábiga, se deja que se disuelva perfectamente, en seguida se la pasa por un tamiz, y está hecha la tinta. Esta misma composición se ha reducido luego, y se han obtenido los mejores resultados con las drogas siguientes: Agua pura, una azumbre; agallas, tres onzas; palo de Campeche, 24 granos[ix]; goma arábiga, una onza; sulfato de hierro, una onza. La operación se hace conforme queda indicada”.
El anuncio debió tener éxito inmediato porque pocos días después, en la entrega del 3 de junio de 1806, el Diario se abre con la airada protesta de un comprador de la tinta del Sr. Piva firmando su misiva como “El Escribano del Pueblo”:
Nuevo arte de hacer toda clase de tintas
[...] El caso es, que siendo yo uno de los Escribanos de mi Pueblo, he venido a Madrid a ciertas diligencias y visto el Periódico de Vmd. de 19 de mayo pasado, leí el anuncio de una tinta nueva, cuando menos la misma de que usa el Rey de Inglaterra en su gabinete (descubrimiento que debemos a D. Bernardo Piva). Al instante marché a comprar dicha tinta y escribí un memorial con ella para cierto personaje. Pero cuál fue mi admiración al ver que a cortos instantes se me había vuelto azul, y echado a perder un pliego de papel sellado. Aquí fue tirar yo el tintero, el gorro, y hasta herirme con las uñas de rabia mi calva anciana y respetable exclamando ¿o bellaquería extranjera! ¿y qué digo extranjera, cuando menos inglesa? Tomé un polvo[x], y repuesto un tanto de mi acaloramiento, al punto se me ofrece hacer un análisis de ella. ¡Ahora sí que la hemos hecho buena, Sr. Diarista!¿ahora sí!¿Raro descubrimiento! pero más clásico engaño. ¿Tinta de la que gasta el Rey de Inglaterra?¡Como quien no dice nada! ¿Quiere Vmd. ver su sencilla composición? Pues se reduce a cocer dos onzas de palo de Campeche en cuartillo y medio de agua hasta que se quede en uno, se saca la tinta y se le añade lo que coge un dedal de cardenillo molido ó piedra lipiz. Cate Vmd. la receta hecha y derecha, y verificada la tinta con los dilatadísimos ensayos descubierta, costeándola con seis u ocho cuartos. Pues Sr. Diarista, este es el favor que el Señor nuevo descubridor ofrece a este ilustrado Pueblo: ganar un trescientos por ciento, después de no surtir los efectos que se desean, y él lo promete. ¿Con qué esta vmd. satisfecho, Sr. Diarista de mi alma, lo que son estos extranjeros? Pues así predique Vmd. en favor del patriotismo que debemos tener, usando de toda producción nacional; que de este modo burlaremos a los extranjeros, se fomentarán nuestras fábricas y quedara servido y desengañado.[xi]
De ser cierto el fraude, la tinta inglesa de Piva poco tendría que ver con la de Lewis y mucho menos con la que utilizaría el rey de Inglaterra, pues sin agallas ni goma arábiga, poca tinta se puede hacer. Pero más probable es que se trate de un intento de generar dudas acerca del fabricante romano y mermar su posible negocio para favorecer la producción local. Como no podía ser menos, la reacción del tintorero no se hace esperar y solo tres días después se defiende con una nueva intervención en la portada del diario.
“He visto en el Diario de 3 de Junio un papel firmado del Escribano del Pueblo que se ignora, impugnando la tinta nueva de escribir descubierta por el fabricante D. Bernardo Piva, que dio al público en 19 de mayo último, y se compone, según el impugnador, de dos onzas de palo de Campeche en cuartillo y medio de agua hasta que se quede en uno; se saca la tinta, y se le añade lo que coge un dedal de cardenillo molido ó piedra lipiz, y es la receta con la que gana trescientos por ciento. Esta impugnación es falsa en todas sus circunstancias, pues la tinta de Piva no consta de tales ingredientes, ni se vuelve azul. El palo de Campeche con el cardenillo ó piedra lipiz[xii] no causan las notables cualidades que se advierten en el negro bello, limpia y corriente, y permanencia de aquella. Sus efectos son de un color que no puede servir absolutamente para escribir con limpieza, y si para tintes ordinarios. La que vende al Público Piva se compone de otras distintas materias producidas por los frutos de España y la impugnación se destruye con la prueba. Cotéjese la del impugnador con la del proponente, y se encontrará la notable diferencia que contiene en todos sus extremos. Esta prueba convencerá que la crítica es voluntaria, y está llena de emulación, que no conspira al adelantamiento de las artes e industria, ni a la buena fe y pureza con que se debe tratar con el respetable Público: y de la mayor satisfacción que tiene este fabricante es el extraordinario consumo que hace su excelente tinta; despreciando las demás proposiciones que se notan en el Diario por impertinentes, infructuosas, y que nada acreditan de veracidad, prudencia, juicio y cordura. Suplico á Vmd, Sr. Diarista, manifieste al Público, insertando en su Periódico este papel, que aunque extranjero tengo acreditada mi buena versación, esmero y aplicación en las manufacturas de mi fábrica. Su atento y seguro servidor Q.S.M.B. Bernardo Piva. ”[xiii].
Pasados unos días y cuando parecía que el asunto había quedado zanjado, un nuevo comprador insatisfecho –o tal vez el mismo oculto en el anonimato- publica una nueva queja, esta vez bastante menos verosímil:
Melantolonotécnia ó Arte de componer toda clase de tintas
“Me he inquietado un poco en este momento en que acabo de leer la Carta del Fabricante Don Bernardo Piva, inserta en el Diario del día 6, contra la impugnación que le hizo a su tinta en 3 de Julio último el Escribano del Pueblo que se ignora, y que yo tampoco conozco. No sé las mixturas de que se compone, ni he aprendido el arte de analizar, y solo puedo decir á Vmd. tengo particular gusto en escribir con buena tinta, papel y pluma. Creyendo que los caracteres de mi mediana forma saldrían más negros, y se irían mejorando de día en día, como se nos ofreció, acudí sin detenerme a reflexionar á comprar la tinta inglesa. Advertí no ponía mal semblante al probarla en el papel, pero los renglones se me han quedado y los hallo al presente, después de un solo mes casi enteramente blancos, y como si los polvos de la salvadera hubieran sido de yeso común. Por lo que resulta de estos antecedentes no pienso en volverle a comprar al Señor Piva su tinta, porque ni la tengo por buena ni barata, y mucho menos apreciable en el caso de que el tintero en que se haya de depositar sean nuevos sus algodones ó no tenga madre. Hágame el favor de darle esta respuesta y mande a su seguro servidor Q.S.M.B. – P.P.A.”[xiv].
Es posible que la tinta inglesa pudiera virar hacia un pardo casi amarillo al cabo de un tiempo, pero este proceso es lento y requiere unas condiciones especiales: un defecto en la cantidad de sulfato de hierro y exceso de ácido gálico. Además, el virado a pardo se produce en largos períodos de tiempo en condiciones de excesiva humedad, lo que hace parecer poco verosímil la reacción descrita. Cinco días después “el amante de la aplicación de las artes e industrias”, oculto bajo el acrónimo J.D.C.B. publica una nueva misiva en defensa de Piva:
“No puedo pasar en silencio el sumo disgusto que me han causado las particulares circunstancias que representa el nuevo impugnador en el Diario de 15 del corriente sobre la tinta de escribir del Fabricante D. Bernardo Piva […]. Después de muchos experimentos hechos con la tinta, se observa en lo negro su belleza , y en lo corriente la limpieza, habiendo escrito con sola una mojada de pluma de esta tinta doce renglones de medio pliego sin margen ; y esta verdad lo acreditan las muchas oficinas qué han hecho uso de ella no en solo un mes, sino desde que la descubrió Piva, confesando y alabando ser excelente, y que toda impugnación será voluntaria, dirigida a desacreditar la aplicación que pone el Fabricante en servir al Público con su industria. Lo cierto es que de día en día veo salir de su casa (calle de la Concepción Jerónima, nº 6) muchos frascos y botellas con tinta. […], sabiendo el Público que es excelente, negra, corriente y bella. Que la compre el impugnador o no la compre, siempre será ya extraordinaria su venta, sin que puedan desvanecer la realidad de la prueba que lo acredita el repetido consumo que se hace de ella”.
La siguiente noticia relativa a este debate se publica el 26 de agosto intercede proponiendo una nueva solución: ofrecer una receta bien conocida o comprar la tinta a los porteros.
Tinta Yoko
“Habiéndose suscitado en el Diario disputas literarias sobre la fabricación o composiciones de tintas para escribir, como si fuera un secreto desconocido de los famosos escribientes de España, queriendo persuadirnos de la utilidad y ventajas que vamos á experimentar de semejante descubrimiento; me tomo la libertad de suplicar a vmd. se sirva insertar en su diario la adjunta receta para la despreocupación del Público, y que queda aprovecharse sin ser engañado por los tintoreros y compositores de semejantes tintas.[…] Me parece que no llega a 2 rs. el cuartillo, y sale muy hermosa y limpia. En muchas oficinas se hace la tinta por los porteros, ahorrándose en ello mucho dinero”[xv].
La tinta en cuestión se componía de agallas, agua, goma arábiga, vitriolo verde, azúcar en piedra y añil, ingredientes habituales en numerosas recetas de la época. Curioso es que esta carta está firmada por un tal P., acrónimo que, tal vez, pudiera corresponder al propio Piva que deseara zanjar tan molesta cuestión. Cierto o no, es posible que el daño estuviera hecho y Piva cayera en el descrédito. La última noticia que tenemos de su negocio, la venta de la fábrica, aparece en enero de 1808.
“Quien quisiere comprar los enseres, moldes, herramientas, máquinas, instrumentales y efectos de la fábrica de pinturas permanentes de calle de la Concepción Jerónima, núm. 6, que nuevamente volvió a establecer en esta corte D. Bernardo Piva; acuda a tratar con el mismo fabricante, que todo se vende con grande equidad; advirtiendo que le enseñarán todos los secretos de pinturas al óleo permanentes que en dicha fábrica se ejecutan. Se le venderán varias calderas emparedadas y efectos para hacer la tinta superfina de escribir; se le enseñarán los fondos y pinturas que se ejecutan en los pañuelos mantones y pequeños, como también a hacer los colores para estampar cualquier clase de muselinas, lienzos, sedas, casimiros, etc.; el modo de hacer la tinta acharolada sin cáustico para botas y zapatos, de modo que el que entrare en esta compra y tenga caudales para que la fábrica trabaje, puede estar seguro de su ganancia”
No sabemos si Piva siguió al frente del negocio. Sin embargo, la tintorería de la calle Concepción Jerónima siguió ofreciendo tinta de calidad durante años, sin el reclamo del rey de Inglaterra, pero ponderando su calidad sin límites. "En la calle de la Concepción Jerónima, nº 7 y 8, frente de la botica, se vende tinta química sin caparrosa, que el escrito de ella jamás puede volverse amarillo, aunque esté archivado muchos siglos: es el nuevo descubrimiento, útil para todos los archivos del universo, a 4 reales el cuartillo"[xvi].
El viernes 5 de noviembre de 1830 aparece el último anuncio del establecimiento de tintorería del nº 7-8 de la calle de Concepción Jerónima. Referenciada como la casa “del Romano” sacaba a la venta tinta química sin caparrosa al por mayor a 3 reales el cuartillo y al detal a 34 cuartos[xvii].
[i] Diario de Madrid, 25/11/1788, nº 330, p. 1219. Disponible en: hemerotecadigital.bne.es [ii] Diario de Madrid, 18/08/1790, nº230, p. 922. Disponible en: hemerotecadigital.bne.es [iii] Diario de Madrid, 19/06/1797, nº 170, p. 725. Disponible en: hemerotecadigital.bne.es [iv] Diario de Madrid, 14/01/1789, nº 14, pp. 53-4. Disponible en: hemerotecadigital.bne.es [v] Diario de Madrid, 19/05/1806, nº 139, p. 607-8. Disponible en: hemerotecadigital.bne.es [vi] Diario de Madrid, 23/10/1793, 296, p. 1213. Disponible en: hemerotecadigital.bne.es [vii] “De la tinta para escribir”, en Semanario de agricultura y artes dirigido a los párrocos, 07/03/1799, n.º 114, p. 154-160. Disponible en: hemerotecadigital.bne.es [viii] Haldat, Alexandre, Recherches chimiques sur l’encre. París, Chez Amand Koening, 1805, p. 27. Disponible en: gallica.bnf.fr [ix] Unidad mínima de masa en el sistema métrico inglés equivalente a 64,8 miligramos. [x] Se refiere al rapé, tabaco reducido a polvo para esnifar. [xi] Diario de Madrid, 03/06/1806, nº 154, p. 669-670. Disponible en: hemerotecadigital.bne.es [xii] Sulfato de cobre. [xiii] Diario de Madrid, 6 de julio de 1806, nº 187, p. 25. Disponible en: hemerotecadigital.bne.es [xiv] Diario de Madrid, 15/07/1806, nº 195, p. 61-62. Disponible en: hemerotecadigital.bne.es [xv] Diario de Madrid, nº 238, de 26 de agosto de 1806, pág. 237. Disponible en: hemerotecadigital.bne.es [xvi] Diario de Madrid, nº 70, 10/03/1824, p. 4. Disponible en: hemerotecadigital.bne.es [xvii] Diario de Avisos de Madrid, nº 309, 05/11/1830, p. 1252. Disponible en: hemerotecadigital.es