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La Filomena de 1904
La gran nevada de ese año alcanzó un grosor de casi 75 centímetros, tres palmos, y es la mayor que ha habido en Madrid desde que hay registros.
Portada del diario El País con un gran titular sobre la nieve insólito para la época
Espectacular la portada del periódico El País del 1 de diciembre de 1904. Este diario republicano se olvidaba por un día de su ideario político para dedicar su información a la enorme nevada que acababa de caer en Madrid y en otras ciudades de España, sobre todo de Castilla la Nueva, como se llamaba antes a Castilla-La Mancha.
En una época en la que todavía no era frecuente el sensacionalismo y no se solían destacar las noticias con grandes cuerpos de letra, el periódico arrancaba a seis columnas con un rotundo titular que era casi un grito: "Envueltos en nieve".
Fotografías de la nevada de 1904 en la revista Hojas Selectas
Desde 1904 ha habido años de fuertes nevadas, pero la de ese año es quizá la más parecida a la que hemos vivido ahora, dado que se midieron cantidades de nieve que según los periódicos llegaron a casi 75 centímetros por término medio, se paralizaron los transportes de la capital (tranvías, coches de caballos, carros), los trenes de media España dejaron de circular, no funcionaron tampoco los teléfonos y se produjeron situaciones personales dramáticas, aunque en aquella época las consecuencias fueron peores por el menor desarrollo económico y los deficientes servicios de asistencia.
Hilos, postes telefónicos y cables de tranvías caídos, árboles rotos, ramas desgajadas, aleros de las casas desprendidos por el peso de la nieve, cañerías reventadas, carreteras y calles intransitables…la gran nevada de 1904 dejó un paisaje desolador. El periodista de El País hace un recorrido por Madrid relatando lo que ve sin que le falten notas de humor como cuando describe la plaza de Oriente.
Esta plaza ofrecía las apariencias de una plaza moscovita. No conozco Moscú, pero si sus plazas no se asemejan a la que ayer era la de Oriente, estoy muy engañado.
Según el periódico, no se recordaba un temporal como este desde 1830 en que el Observatorio de Madrid llevaba un registro sistemático diario de los fenómenos atmosféricos.
No se registra otro temporal de nieves tan formidable, tan impetuoso como el presente.
En otro momento, el reportero relata el gran número de caídas de personas. Cuenta la gravedad de algunas de ellas, pero se recrea en aquellas de cariz cómico:
En la Glorieta de Quevedo, un mozo do café que llevaba cuatro servicios, al volverse para echar una flor a una muchacha, resbaló y ¡zas! al suelo; precisamente en el momento que la llamaba bonita.
No menciona sin embargo caídas de algunas personas influyentes, como la que sufrió el director de un periódico de la competencia, José Ortega Munilla, director de El Imparcial y padre del filósofo Ortega y Gasset, quien tuvo un resbalón y se hirió en una mano, afortunadamente sin mayores consecuencias.
La revista Hojas Selectas, que publicó algunas fotografías de la nevada en Madrid, señalaba que no se había visto algo parecido desde el año 1864 y daba una medida, los palmos, muy útil para hacer comparaciones:
Tres palmos de espesor llegó a tener la nieve en las calles, a pesar de lo cual no faltaron atrevidos que, abriéndose paso por entre tan compacto témpano, se entretuvieron en modelar bustos y caricaturas de los hombres políticos y personajes de actualidad.
Lo de hacer muñecos de nieve semejando a figuras públicas o populares era una curiosa costumbre que se ha perdido. Ahora, los muñecos son impersonales pero antes se procuraba que se parecieran a alguien, sobre todo a un político en el poder para caricaturizarle y tirarle bolas de nieve en señal de rechazo.
Imágenes de la nevada en Madrid, con una estatua de nieve, en Nuevo Mundo
La nevada comenzó el 27 de noviembre y se prolongó hasta final de mes empeorando cada vez más. El día 28 el periódico El Liberal informaba ya de algunos incidentes como caída de postes e hilos telefónicos, pero se recreaba en el aspecto lúdico contando las estatuas de nieve, así las llamaba, hechas en el parque del Retiro por aspirantes a escultores:
Sobresalían una estatua de Maura y otra de Sánchez Guerra; a la de este último la cabeza se le había escapado de los hombros. Un soldado hizo una efigie del general Vara del Rey. Los fotógrafos aficionados y profesionales fueron tan numerosos como los automovilistas. Puede decirse que todos los automóviles que hay en Madrid estuvieron ayer en el paseo de coches. El rey estuvo también en automóvil y sacó gran número da instantáneas, incluso de las estatuas a que antes nos referimos.
Unos días después, el 30 de noviembre, el rey intentó salir en su automóvil pero tuvo que volver a palacio. Así lo contaba La Época:
Esta mañana, cuando la nevada estaba en toda su fuerza, S. M. el Rey salió de Palacio en automóvil, acompañado de uno de sus ayudantes y del ‘chauffeur’. Por la calle de Bailén se dirigió hacia la Cuesta de San Vicente, viéndose obligado a retroceder, en vista de la enorme cantidad de nieve que impedía el funcionamiento del vehículo.
El rey al volante de su nuevo automóvil, en Nuevo Mundo
El fotograbado en la prensa era algo que estaba entonces en sus inicios y por eso no hay muchas imágenes de la nevada ni de las figuras que hacía la gente. No hay ninguna foto del rey Alfonso XIII de esos días, pero sí hay una de él en su nuevo automóvil sólo unos días más tarde, el 8 de diciembre, publicada por la revista Nuevo Mundo.
La misma revista publicó también ese día algunas fotos de la nevada en distintos puntos de la ciudad con una de las estatuas de nieve que solía hacer la gente en el centro de la página. En este caso se trata de una señorita de la aristocracia, como dice el pie de foto.
Tras señalar que había estado nevando sin cesar 32 horas seguidas y que en lugares como la plaza de Colón la capa blanca había alcanzado más de un metro, Nuevo Mundo contaba algunos de los estragos causados por la nieve, como los boquetes abiertos en el pavimento de algunas calles y lo ocurrido en la Biblioteca Nacional, donde la escalinata quedó convertida en una rampa de hielo y además:
La gran cantidad de nieve acumulada sobre la montera de cristales del salón de lectura hizo que se rompieran varios de éstos y que se produjeran deterioros en el armazón, por lo cual se cerraron las puertas al público hasta hacer las reparaciones necesarias.
El número del diario La Época antes mencionado hacía una vívida descripción de algunas situaciones que permiten que nos hagamos una idea ajustada de lo que fue la gran nevada:
En las Ventas y los Cuatro Caminos es tal la cantidad de nieve que hay amontonada por las calles que la gente no puede salir ni aun para comprar lo más preciso. En una casa de los Cuatro Caminos la nieve ha obstruido la entrada, impidiendo que los vecinos puedan salir a la calle. Los vecinos adquieren los comestibles por medio de cuerdas que echan desde los balcones, y a la que ata los pedidos un dependiente de una tienda de ultramarinos.
Respecto al transporte ferroviario y las comunicaciones, La Época reflejaba un panorama de ciudad aislada:
En la Central de Correos han manifestado esta mañana que no han llegado los trenes de las líneas del Norte y del Mediodía, y que se ignora cuándo entrarán en las respectivas estaciones. No han llegado, por lo tanto, cartas ni periódicos de provincias y del extranjero… Todos los hilos del teléfono urbano se encuentran por el suelo. Las líneas telegráficas se hallan en absoluto interrumpidas…
En un tiempo en que no era corriente que todo el mundo llevara reloj, el diario contaba cómo era muy difícil para la gente ver la hora en el reloj de la Puerta del Sol, que se había parado, mientras las esferas de otros como el del Banco de España o la compañía La Equitativa estaban cubiertas de nieve. También recodaba la ordenanza municipal que obligaba a despejar la entrada de las casas y añadía que:
Los porteros y dueños de establecimientos deben ser obligados a tener limpias las aceras, y los que no lo hagan deben ser denunciados, sin pretexto. De este modo, obrando con plausible rigor, se evitará una porción de accidentes desgraciados.
Un trabajador quitando nieve de las calles en la portada de Nuevo Mundo
Las brigadas de limpieza municipales tuvieron que emplearse a fondo esos días, un trabajo duro porque no había máquinas que hicieran la labor. La revista Nuevo Mundo dedicó su portada del 1 de diciembre a uno de estos trabajadores.
No faltaron tampoco enfrentamientos. Al inicio de las nevada, El Liberal contaba que los conductores de coches de punto no cogían clientes porque los caballos apenas podían avanzar y la caída de hilos eléctricos hacía muy peligrosa la marcha. Un caballo murió al sufrir una descarga eléctrica. Un grupo de estos cocheros intentó detener a los tranvías eléctricos que todavía podían circular poniendo grandes bolas de nieve en los raíles. Al final tuvieron que intervenir los guardias, que detuvieron a nueve de ellos.
Uno de los aspectos más dramáticos de esos días es el de aquellos que no tenían con qué alimentarse ni con qué calentarse. La Correspondencia de España, en su portada de la edición del 1 de diciembre, comentaba la caridad de los reyes. Alfonso XIII había dispuesto que se repartiera a su costa pan y comida en varios cuarteles de la ciudad y que fueran las tropas las que lo distribuyeran.
Para remediar el frío, según el periódico, la reina había dicho:
Que consignen de mi cuenta la suma que sea necesaria en el Monte de Piedad para que a juicio de su director se desempeñen ropas de abrigo.
Estos esfuerzos eran complementados por los del gobernador civil y el alcalde, que proporcionaron un cocido diario y albergue en centros oficiales. Además se dispuso la colocación de hornillos portátiles en las calles para que los pobres se calentaran.
Estas medidas caritativas fueron criticadas por otros medios que reclamaban justicia social. Destacó en la crítica la revista satírica Gedeón, que dedicó al asunto una página entera en su edición del 9 de diciembre.
Página satírica de Gedeón sobre el alimento a los pobres durante la nevada
Quizá la nota más triste de esos días fue la gente que murió de hambre y frío, lo que desgraciadamente ocurría entonces. En El País del 30 de noviembre leemos el caso de un hombre encontrado por la Guardia Civil tendido en el suelo en la carretera de Vicálvaro. Ni podía hablar ni tenerse de pie. Se encontraba en estado de inanición y fue hospitalizado en estado grave.
Pero la Filomena de 1904 fue también una jornada de alegría para muchos madrileños que salieron a la calle a disfrutar de la nieve y a hacer gamberradas. Al igual que las "quedadas" que han hecho ahora grupos de jóvenes para tirarse bolas, también lo hicieron entonces. Así lo contaba La Correspondencia de España:
En muchas calle se han librado entre los vecinos verdaderas batallas a bolazo limpio, siendo numerosos los cristales rotos en medio de !a algazara, registrándose cómicos incidentes, pues transeúnte ha habido que resultó de la refriega convertido en estatua: tal fue la cantidad de nieve que cayó sobre sus costillas.
Es una pena no poder contar con imágenes de aquellas batallas y de todo tipo de escenas callejeras de aquel Madrid nevado de hace más de 100 años. Sí que tenemos una fotografía bellísima de otro invierno de hace más de un siglo, de 1914 concretamente, en la que vemos a los madrileños de entonces gozando en el Retiro del patinaje sobre hielo, algo parecido a los esquiadores que hemos visto ahora deslizándose por algunas calles de la ciudad.
Patinadores en el Retiro en el invierno de 1914, en la revista La Esfera