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La epopeya de la I Vuelta Ciclista a España

La epopeya de la I Vuelta Ciclista a España
20 de Agosto de 2021

Por varias razones, la I Vuelta Ciclista a España, celebrada en la primavera de 1935, fue un acontecimiento que sobrepasó por mucho lo estrictamente deportivo. Pocas veces una prueba deportiva en nuestro país había despertado tanto entusiasmo colectivo. En las poblaciones o en la carretera, ver a los corredores pasar se convirtió en un ritual de alegría incontenible con ovaciones estruendosas. Las crónicas de la época emplearon un tono épico que todavía emociona, igual que conmueve ver algunas imágenes que al paso de la caravana ciclista por ciudades y pueblos retrataron la insólita paradoja de una España moderna y antigua a la vez, cosmopolita en las grandes urbes y anclada en un remoto pasado en las aldeas.

 

 

Un ciclista es asistido por un médico tras ser atropellado por un automóvil de la carrera, en el diario Ahora

 

 

Tomaron la salida 50 corredores, 32 españoles y 18 extranjeros. Solo 29 acabaron la Vuelta. La enorme dureza de las 14 etapas, con más de 3.400 kilómetros en total, hizo abandonar a casi la mitad a medida que se desarrollaba la carrera. Algunos la abandonaron llorando, como el asturiano Agustín González, que se retiró cerca de Alicante con una pierna herida. Los médicos le atendieron en la orilla de la carretera para curársela y convencerle de que la Vuelta había terminado para él.

 

 

Otro corredor español, el madrileño Américo Tuero, fue atropellado ya en la última etapa por uno de los automóviles de asistencia que seguía la carrera. En esta fotografía del diario Ahora vemos al corredor con un gesto de dolor asistido por un médico.

 

 

Los participantes iban sobre pesadas bicicletas de hierro con las que tuvieron que subir puertos y circular en muchas ocasiones por carreteras de macadán, un pavimento prensado de piedra machacada y arena, pues el asfalto no estaba aún muy extendido. En otras ocasiones circularon por caminos vecinales. Los pinchazos eran corrientes y ellos mismos los arreglaban. Llevaban alrededor del cuerpo en bandolera los tubulares, neumáticos sin cámara. Aunque con algún día de descanso, fueron jornadas casi todas agotadoras de 8 y hasta 10 horas pedaleando.

 

 

El recorrido de la I Vuelta Ciclista a España en 1935, en el semanario deportivo As

 

 

La prueba estaba organizada por el diario Informaciones, pero toda la prensa se volcó con la iniciativa. También el cinematógrafo. En algunos de los automóviles que seguían a la caravana iban cámaras que tomaban imágenes que podían verse en el Cine Actualidades de la Gran Vía. Era un cine de sesión continua desde la mañana hasta la noche y los reportajes de la Vuelta se proyectaban a última hora.

 

 

En el semanario As, uno de los grandes periódicos deportivos de la época, podemos ver el recorrido de la Vuelta. El Tour de Francia y el Giro de Italia ya existían desde hace años. También competiciones regionales en España, pero era la primera vez que la tópica serpiente multicolor, aunque con imágenes todavía en blanco y negro, iba a extenderse y recorrer casi toda la vieja piel de toro.

 

 

Como es lógico, As dedicó mucho espacio gráfico a la competición. En la primera etapa, que arrancó en Madrid, incluyó en la misma página una imagen de los corredores arropados por la multitud en la salida neutralizada, frente a la estación de Atocha, y la salida de verdad, que tuvo lugar junto a la Puerta de Hierro. Según decía el periódico, se iba a escribir el primer capítulo de esta emocionante novela del deporte español.

 

 

Los corredores junto a la estación de Atocha y en la salida en Puerta de Hierro

 

 

 

 

 

En hilera hasta Las Matas, a veintitantos kilómetros de Madrid, se arremolinaban los aficionados para ver a los corredores, al igual que en el Alto del León, en Guadarrama, donde miles de personas subieron en automóviles y autocares.

 

 

Al final de la primera etapa Madrid-Valladolid, el cronista del Heraldo de Madrid describió así sus impresiones:

 

 

La jornada no ha podido ser más brillante. Como viejo ciclista he sentido profunda emoción al ver el interés con que Castilla ha seguido la primera etapa de esta prueba y al oír cómo las multitudes ovacionaban constantemente a los routiers. Ha sido desde luego una jornada emocionante y memorable. Quienes creyeran que el ciclismo en España era un deporte sin importancia habrán podido comprobar hoy, ante esas constantes manifestaciones de entusiasmo de que nos han dado prueba en Madrid, en Valladolid y en todos los pueblos del trayecto, que se equivocaron de punto a punto.

 

 

Una de las imágenes que reflejaron los periódicos de esa etapa es la del pelotón cruzando por el pueblo de Montuenga, en la provincia de Segovia, a solo a 120 kilómetros de Madrid. La foto muestra a un grupo de mujeres del pueblo que ve con asombro pasar la caravana junto a sus casas.

 

El pelotón pasando por el pueblecito segoviano de Montuenga

 

 

 

 

La realidad es que mucha gente veía por primera vez un espectáculo así en directo en su localidad natal. El periodista Leoncio Delgado, que cubría la prueba para el diario La Nación y firmaba sus crónicas como ‘El capitán Grant’, escribía al final de la segunda etapa Valladolid-Santander:

 

 

A veces pasamos como rayos por pueblecitos donde bellas señoritas tienen dispuestos refrescos, bebidas, alimentos... que con el mejor afán ponen al servicio de la caravana, sin que se les pueda hacer caso. Ellas quisieran que nos detuviéramos en todas partes. En los pueblos grandes, hay cartelones y arcos, charangas, tribunas... Todo pasa ante nuestra vista como un relámpago.

 

 

Aquí podemos ver el paso del pelotón por la plaza principal de otro pueblo, Torredembarra, en la etapa entre Barcelona y Tortosa:

 

 

 

El paso de la caravana ciclista por la plaza del pueblo de Torredembarra, en As

 

 

 

 

 

Las calles de los pueblos de España estaban entonces llenas de mulas y burros. Este hecho sirvió de inspiración a algunos humoristas, como al autor de esta página de la revista Crónica, que dibujó una caravana ciclista pasando por una aldea atestada de gente y animales en la que los corredores topan con asnos e incluso con un cerdo. Hasta se ve un toro asomando los cuernos.

 

 

Página de humor que refleja el paso de los ciclistas por una aldea, en la revista Crónica

 

 

 

 

 

El cronista del diario Ahora dejó constancia de la enorme dificultad de algunos tramos de la ruta, como uno cercano a Valencia, con barro y baches que hacían tambalear a las bicicletas:

 

 

Desde la salida de Valencia había llovido copiosamente. En algunos tramos, la carretera se confundía con los anegados campos de arroz, que la flanqueaban en una gran extensión. El paso por algunos pueblos era francamente impracticable. No nos explicábamos este descuido de la pavimentación en pueblos importantes y tan próximos a una gran capital como Valencia.

 

 

Un vecino contó al periodista que en los pueblos no quieren poner las cosas fáciles a los automóviles para evitar accidentes con los niños que juegan en la calle, y el cronista encuentra entonces la solución al problema:

 

 

Que las carreteras no crucen los pueblos, sino que los circunden. He ahí un magnifico programa de trabajo que el Estado podrá acometer para realizar una obra útil y dar que hacer a los desocupados.

 

 

Una de las anécdotas más sabrosas ocurridas en la España rural la proporcionó el enviado especial del Heraldo de Madrid, Carlos Rodríguez, que la contó así:

 

 

En uno de esos pueblecitos donde los autos seguidores tienen que hacer geometría para no llevarse en las ruedas a los chiquillos; donde los fotógrafos toman las casas por asalto para enfocar el camino desde un balcón; donde dos guardias municipales mantenedores del orden se colocan—curiosos—en el sitio más a propósito para ser arrollados; en uno de esos pueblos, cuando el viajero se detiene a beber un buen trago, una mujer arrugada y enlutada se le acerca y le dice: —¿Es verdad que de cincuenta que salieron se han muerto varios?... Y uno, ¡qué va a decir!...

 

 

Aunque no murió nadie en la Vuelta, esta anécdota refleja el serio peligro que la prueba representaba para corredores y espectadores. En esta fotografía tomada a la altura de Oyarzun, en la etapa San Sebastián-Zaragoza, vemos a un ciclista saltando la barrera de un paso a nivel para poder cruzar. Se supone que no había ningún tren cercano.

 

 

Un ciclista salta la barrera de un paso a nivel cerrado al paso por el País Vasco

 

 

 

 

 

La subida a algunos puertos era también especialmente difícil dado el mal estado del firme. En esta imagen se ve el paso por el escarpado pico de Las Alisas, en Cantabria, donde habían subido muchos aficionados en vehículos para presenciar en vivo la emocionante escalada.

 

 

Subida al puerto de Las Alisas, en Cantabria, con los corredores rodeados de aficionados.

 

 

 

 

 

No era menor desde luego la expectación que la carrera creaba en las ciudades. En esta doble página de Mundo Gráfico con imágenes de las primeras etapas podemos ver en el ángulo superior izquierdo la llegada a Santander, con un numeroso público presenciando el sprint final.

 

 

Doble página de Mundo Gráfico con distintas instantáneas de la Vuelta Ciclista

 

 

 

 

 

El reportero que cubría la Vuelta para el diario La Época dio testimonio de esta expectación en las ciudades con la llegada de los corredores a Murcia.

 

 

En Murcia se amontona una muchedumbre imponente. Nos dicen que esta mañana han entrado en la ciudad lo menos cuarenta mil forasteros, cosa que no ocurre ni en ferias.

 

 

En ocasiones, la llegada a la meta resultaba peligrosa a causa de la avalancha humana. Aunque no hay testimonio gráfico, el cronista de La Nación dejó constancia de cómo a veces el público cruzaba la calzada ocasionando momentos de grave riesgo.

 

 

Las grandes multitudes no han podido ser contenidas en sus entusiasmos, y han dificultado enormemente la llegada de los corredores y la labor de los jurados. La gente no está acostumbrada a este género de pruebas deportivas, y habrá que pensar en organizar las metas de llegada de otra manera para evitar esas expansiones incontenibles de un público exaltado.

 

 

La gente se volcó pronto con Mariano Cañardo, el único español que puso en aprietos a los extranjeros, sobre todo a los belgas. El diario La Época destacaba así el entusiasmo de la multitud con Cañardo, que acabaría segundo detrás del belga Gustavo Deloor al final de la Vuelta y sería el único español entre los diez primeros de la Clasificación General:

 

 

Cañardo es el ídolo por todos los pueblos donde pasamos. Es rara la población en la que no hay algún letrero saludándole o animándole. Se lo merece el bravo navarro.

 

 

El corredor nació en Olite (Navarra) pero quedó huérfano de niño y fue acogido por su hermana que vivía en Barcelona, por lo que era apodado el catalán de Olite.

 

 

En una población de la etapa Granada-Sevilla pudo verse un letrero que decía: Mariano Cañardo honra el ciclismo español. Y en el pueblo de Montemayor, como se aprecia en la fotografía, los vecinos dibujaron una bicicleta sobre la calzada y escribieron: Viva Cañardo.

 

 

Dibujo de una bicicleta y la leyenda 'Viva Cañardo' en la calzada del pueblo de Montemayor

 

 

 

 

 

En el Heraldo de Madrid, un grupo de corredores madrileños cuyo objetivo era solo llegar a la capital de España aunque no ganaran nada, confesaban al periodista una desventaja de los españoles.

 

 

No sabemos ni alimentarnos. Ustedes ven cómo los extranjeros comen en la ruta sin perder un kilómetro y sin el menor esfuerzo; nosotros no estamos acostumbrados. Las pruebas ciclistas, hasta ahora, eran de pocos kilómetros y no tenemos práctica. Nos cuesta por eso más esfuerzo que a nadie

 

 

Por una entrevista que dieron al semanario As una vez acabada la Vuelta, sabemos que estos corredores que no esperaban triunfar eran uno carpintero, otro pintor y el otro fontanero, aunque el periódico los calificaba de profesionales y de verdaderos héroes de la ruta. Ninguno de ellos cobró más de 100 pesetas por participar.

 

 

En esta página podemos ver a dos de ellos cogiendo almendras en una de las etapas tranquilas de la Vuelta y al otro, que acabó de farolillo rojo, lo vemos en su oficio de pintor con la brocha pintando una ventana.

 

 

Dos corredores cogiendo almendras durante una etapa tranquila y abajo el farolillo rojo en su oficio de pintor

 

 

 

 

 

El periodista le pregunta al último, de apellido Mula, por qué corre, y éste le responde:

 

 

—Pues mire usted: yo corro porque soy aficionado, y como todos los que somos aficionados creemos que vamos a ganar algún día no lejano...

 

 

—Y después...

 

 

—Después, cuando uno ya se ha convencido de que no hay nada que hacer, sigue uno por el aquel del amor propio, porque cada uno es cada uno…

 

 

Pese a la superioridad de los extranjeros hubo etapas ganadas por españoles. La de Barcelona-Tortosa la ganó el sevillano Antonio Montes, a quien vemos recibir un ramo de flores de una mujer. En la misma página se aprecia el paso de los ciclistas por el Arco de Bará, monumento romano que simboliza la victoria.

 

 

El español Antonio Montes recibe un ramo de flores tras vencer en una etapa. Arriba, el Arco de Bará, en Tarragona.

 

 

 

 

 

Pero la victoria final, entonces el maillot del vencedor era naranja, fue para el belga Deloor, a quien el fotógrafo de diario Ahora captó en la última etapa con una expresión que es la viva imagen de la felicidad. A su derecha, vemos al segundo clasificado, el español Cañardo. Los dos aparecen debajo de la página rodeados de aficionados. Entre el premio, las primas y la gratificación de la marca, Deloor, de 21 años, se embolsó unas 22 000 pesetas. Cañardo, con 29 años, ya casado y con una niña, ganó menos de la mitad.

 

 

Imagen del belga Deloor, vencedor de la Vuelta, con expresión de felicidad

 

 

 

 

 

Acaba de la prueba, ‘El capitán Grant’, apodo del periodista que había cubierto la carrera para el diario La Nación, resumió así lo que había sido La Vuelta:

 

 

No hemos conocido ninguna demostración de entusiasmo y de emoción como la que hemos visto por esas aldeas, ciudades y capitales españolas. Todas, grandes y chicas, han vibrado intensamente al paso de la caravana ciclista, aclamándola, vitoreándola y acompañándola con el corazón. Indudablemente, la I Vuelta Ciclista a España ha tenido la gran virtud de levantar el espíritu patriota por todas partes. Porque mientras un héroe nacional como Cañardo ha luchado bravamente frente a los equipos extranjeros, España entera le ha seguido y alentado con amor de hermano, de compatriota, de español.

 

 

La I Vuelta Ciclista a España dejó también imágenes de paisajes que no pierden fuerza expresiva aunque los veamos en blanco y negro, como éste que llevó a su portada el semanario As, con los ciclistas en la etapa Zaragoza-Barcelona subiendo las cuestas del Bruch con la montana de Monserrat al fondo.

 

 

La insólita imagen del paso de los ciclistas por el pueblo de Benidorm, con las barcas varadas en la playa

 

 

 

 

 

Pero sin discusión, para los ojos de los españoles de hoy una de las imágenes más sorprendentes que nos dejó la I Vuelta de 1935 es la del paso de la caravana por Benidorm, entonces un pueblecito pesquero de casas encaladas. Comparar esta bucólica imagen con el Benidorm atestado de rascacielos de nuestros días produce una gran sensación de vértigo, el vértigo del paso del tiempo.

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