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‘Visitez l’Espagne’: el despegue del turismo español
El turismo en España es una fuente de ingresos que está tapada estúpidamente por incuria y abandono de todos. Desde que el desarrollo de los medios de comunicación ha facilitado los viajes, Francia, Suiza, Alemania, Italia y otras naciones vecinas han obtenido anualmente millones de francos que han dejado en sus territorios los turistas de todo el globo. Entre tanto España, que tiene bellezas naturales, obras de arte y monumentos históricos quizá en mayor cantidad que los países citados, se ha cruzado de brazos como si anduviese muy sobrada de recursos, sin preocuparse de poner los medios para atraer a esos ricos turistas extranjeros.
Esto es lo que podía leerse en octubre de 1905 en la revista de ocio y deporte Gran Vida al comentar una de las primeras iniciativas del Gobierno para atraer visitantes foráneos a nuestro país. Y es que el turismo, una de las industrias en la que España es hoy una de las primeras potencias mundiales como país receptor, empezó a desarrollarse tarde en relación a otras naciones europeas. A comienzos del siglo XX todavía era muy reducido el número de extranjeros que visitaban la Península, y gran parte de ellos se dirigían a Andalucía, que gozaba del encanto exótico y el aire de misterio con que la habían descrito los viajeros europeos en el siglo anterior.
Todos los tópicos españoles a ojos foráneos en esta doble página de la revista Buen Humor
Si Mérimée y Bizet con ‘Carmen’ habían inspirado la pasión por España a los franceses, Richard Ford había hecho lo propio con los ingleses con su ‘Handbook for travellers in Spain’, una pintoresca guía en la que el autor decía cosas como que una olla sin tocino es tan insípida como un libro sobre España sin bandoleros.
Todavía en el siglo XX estaban vivos estos tópicos, tanto que la revista Buen Humor publicó en 1928 una doble página con caricaturas de esa España exótica con el título: ‘Cómo se figuran los turistas extranjeros que van a encontrar la Puerta del Sol y sus alrededores’. Podemos ver aquí toreros, bandoleros, bailarinas flamencas, procesiones y hasta sombreros mexicanos, porque muchos extranjeros, sobre todo estadounidenses, pensaban encontrar en España un remedo de México.
Pero el Romanticismo decimonónico había quedado ya muy atrás y la realidad era que si los turistas no venían a España en gran número era porque no esperaban encontrar muchas comodidades en nuestro país. Por este motivo en 1908 se celebró en Zaragoza el I Congreso Internacional de Turismo, congreso que se celebraría el año siguiente en San Sebastián y en años sucesivos en Toulouse y Lisboa, dado que uno de sus objetivos era favorecer el intercambio de visitantes entre los países vecinos. Tarifas especiales en los trenes, creación de trenes expresos, facilidades para las compañías de transporte, el arreglo y construcción de carreteras, premios para los peones camineros encargados de su mantenimiento, creación de hoteles confortables… Estas medidas y otras más era pedidas a los Gobiernos una y otra vez en estos congresos.
El parque automovilístico iba en aumento y en abril de 1910 la revista Gran Vida destacaba la importancia de tener infraestructuras y buenas carreteras. Así describía la situación:
Se da el caso lamentable de no haber puentes en un trayecto tan importante como el comprendido entre la frontera francesa y Barcelona... Calculando en 500.000 los automóviles matriculados en Europa, piensen nuestros lectores el interés que representa para nuestro país el facilitar el acceso a los turistas extranjeros.
Esta preocupación por contar con buenas carreteras se acrecentó con el final de la I Guerra Mundial, que es cuando el turismo despegó en todo el mundo y cuando realmente los Gobiernos españoles comenzaron a tomarse en serio su importancia para el desarrollo económico del país.
En 1924 la prensa se hizo eco de la instancia que la Sociedad de Atracción de Forasteros de Barcelona había dirigido al Gobierno pidiendo la creación de un Circuito Nacional de Turismo. Se trataba de un anillo de más de 3.000 kilómetros que pasaba por las ciudades y lugares que se consideraban los más atractivos para el turismo nacional e internacional. El arreglo y conservación de las carreteras de este circuito tendría prioridad sobre el resto de vías de España.
Circuito Nacional de Turismo propuesto en 1924, en la revista El Constructor
Además de facilitar el turismo extranjero, la revista España automóvil y aeronáutica señalaba que de esta manera los conductores nacionales podrían recorrer nuestra España y verla agradablemente sin que al término de cada excursión tengamos que contar los tornillos perdidos y las hojas de ballestas rotas.
En la revista El Constructor puede verse este Circuito Nacional de Turismo, con entradas desde Francia por Biarritz y Perpiñán.
No obstante, regiones como Galicia, Asturias y León protestaron por no estar incluidas en el circuito y considerar que sus carreteras se verían abandonadas por el Presupuesto del Estado. Al final, el Gobierno aprobó en 1926 el Circuito Nacional de Firmes Especiales recogiendo las ideas anteriores pero tratando de no olvidar a ningún territorio. Como correlato, este plan trajo consigo la creación de los Paradores y los Albergues de Carretera a cargo del Patronato Nacional de Turismo, el organismo que empezó a promocionar el país con carteles con lemas como ‘Visitez l’Espagne’ o ‘Spain is different’, lema este último que se haría popular varias décadas después.
En los años 20 estaba muy viva la idea de imitar a Italia, donde era corriente organizar excursiones en autocares con capacidad para al menos una docena de personas. En esta fotografía publicada en la revista España automóvil y aeronáutica (15/9/1926) podemos ver una de esas excursiones por un paisaje de los Alpes.
Autocar con turistas recorriendo los valles alpinos de Italia, en España automóvil
El diario La Nación (8/2/1927) dio noticia de la que iba a ser la primera excursión en autocar para turistas extranjeros en España. Se trataba de llevarlos a la Semana Santa de Sevilla desde Francia, pero haciendo parada y recorriendo otras muchas ciudades con patrimonio histórico-artístico. La información venía acompañada de un plano del recorrido.
Primera ruta en autocar por España, que resultó fallida, en el diario La Nación
Lo cierto es que buscando en la prensa de la época no hay más noticias sobre esta planeada excursión, por lo que debió resultar fallida al no convencer a los turistas. Quizá se trataba de un recorrido demasiado largo o costoso o puede que el fracaso se debiese a la crisis general del turismo en Europa que se dio en ese año de 1927, como informaba la revista Madrid científico:
La crisis del turismo se acentúa entre nosotros más que en ningún otro país. Los ingleses, americanos y extranjeros en general, que nos visitaban en gran número, van decreciendo de día en día por el saqueo sistematizado a que los hemos sometido. Hay hoteles de tercer o cuarto orden en Andalucía que cobran más que sus congéneres de primera de la Costa Azul.
No obstante y salvo excepciones como la citada, en los años 20 los turistas que acudían en barco o en tren a España eran ya numerosos. Los hoteles de Granada podían estar llenos de turistas americanos e ingleses y solo de algunos españoles. Los estadounidenses acudían atraídos por las maravillas narradas en los ‘Cuentos de la Alhambra’ por Washington Irving, uno de los primeros escritores de EEUU.
Aquí podemos ver una imagen de la Alhambra en 1924 en una de las primeras publicaciones especializadas en turismo, La Revista de Viajes, de la agencia Cook, agencia con sede en Londres y delegaciones por todo el mundo.
La Alhambra con la Sierra Nevada al fondo, en La Revista de Viajes
Otra ciudad española muy visitada por los extranjeros era Toledo. Como signo de los tiempos, la revista La Hormiga de Oro informaba de que en la ciudad habían comenzado a trabajar dos señoritas como cicerones para la oficina de turismo después de haber superado unos exámenes de lengua francesa y de Historia de Arte, concretamente sobre los monumentos toledanos.
Esperanza Puig y María López Lara se llaman estas dos animosas jóvenes que por primera vez en España, y tal ven en Europa, se atreven a ejercer una profesión que hasta ahora parecía reservada a los hombres.
Pero por entonces surge con fuerza la idea de que los españoles deben conocer su país, de que el turismo es también algo para ellos. Un apasionado artículo en defensa del turismo nacional puede leerse en La Esfera (17/11/1928):
Ronda es visitada anualmente por millares de turistas extranjeros advertidos por las guías de las maravillas naturales de su famoso tajo, sin igual en el mundo, figurando la visita a esta ciudad andaluza como la primera etapa de la entrada en España por Algeciras. Pero el turismo nacional está casi ausente de Ronda como del resto de España. Nadie desconoce tanto España como los propios españoles. El espíritu extranjerizado, tan arraigado siempre en las alturas sociales españolas, impone la expatriación del escaso turismo nacional, como si fuera incompatible la admiración de las bellezas naturales de España con las de Suiza; el recreo de los tesoros artísticos nacionales con los de Italia.
Ronda, uno de los lugares más visitados por los turistas extranjeros en Andalucía, en La Esfera
Aunque también se defiende con ardor la idea contraria, es decir, que los españoles tienen derecho a salir a conocer el mundo, como en este artículo de la escritora Concha Espina en La Nación (13/8/1927) con motivo de la inauguración de una línea marítima entre la costa británica y la cantábrica. Si el barco trae ingleses a Santander, ¿por qué no ha de llevar montañeses a Southampton?, se pregunta, y afirma: ¿Pero acaso los españoles no tienen derecho al turismo?... Me refiero al turismo español fuera de nuestras fronteras…Sí, turismo; pero turismo de españoles, en masas, en muchedumbres, en verdadera invasión de Europa y América. Turismo de profesores y de estudiantes, y de hombres de negocios y de escritores, y de políticos y de periodistas... Sobre todo de estudiantes, de gente en plena juventud…
En 1929 dos grandes acontecimientos, las Exposiciones Internacionales celebradas en Barcelona y Sevilla, sirvieron para impulsar el turismo, tanto el nacional como el extranjero. Aquí se puede ver una imagen de ese año a toda página de la ciudad condal en la revista Viajes por España.
Imagen de la entrada a la Exposición Internacional de Barcelona en 1929, en la revista Viajes por España
La misma revista había publicado el año anterior un magnífico mapa en que situaba los itinerarios turísticos más importantes que salían de Madrid. Es útil ver este mapa para comprobar que casi cien años después los mismos lugares conservan un interés preferente aunque haya otros que no recibieron entonces la atención que merecen ahora.
Mapa con los itinerarios turísticos más solicitados de los años 20, en la revista Viajes por España
El turismo estaba ya alcanzando tanta velocidad e importancia que hasta la aviación se sumaba a la causa. En la revista Motoavión (25/2/1929) se proponía llevar a los turistas por los aires a visitar los alrededores de Madrid:
Existen en las proximidades de Madrid un número considerable de ciudades de gran interés artístico que no distan más de 100 kilómetros en línea recta de la capital y que los turistas que por aquí pasan, en muchos casos, vuelven a sus países sin visitar por falta del tiempo necesario para hacer esos recorridos: Toledo, Segovia, Ávila, Aranjuez, Guadalajara, El Escorial y Alcalá de Henares. Únanse por medio de una línea aérea con aparatos de pasajeros, y en un día o dos, según las épocas y la duración de la luz solar, podría un viajero haber visitado todas estas ciudades.
El problema era que no había campos de aterrizaje en la mayoría de los lugares mencionados, por lo que primero habría que hacer las pistas. En realidad, todavía era demasiado pronto para el turismo aéreo con seguridad y con grandes aviones.
El medio de transporte que sí desplazaba grandes cantidades de turistas era el marítimo, con cruceros que llegaban a las costas peninsulares o a las islas. Con una magnífica vista del puerto de Sóller en Mallorca, la revista La Esfera (12/7/1930) destacaba el encanto que las islas Baleares tenían ya en esta época para los turistas europeos.
El puerto de Sóller, en la isla de Mallorca, fotografiado en la revista La Esfera
Aunque la impresión no es de mucha calidad, merece la pena reproducir el gráfico que publicó el Heraldo de Madrid sobre la entrada de turistas en España en 1930. Es de destacar como los procedentes de Francia se habían colocado en primer lugar, quitándole ese puesto a Estados Unidos, que había pasado al cuarto puesto debido al crack de la Bolsa de 1929 y la consecuente depresión ocurrida en el país americano. Otro dato curioso que el periódico destaca es como, pese a lo distante que se encuentra Japón, los turistas de ese país habían aumentado un 30%.
Gráfico con estadisticas del turismo extranjero en España en 1930, en el Heraldo de Madrid
Este mismo periódico (21/10/1932) incluía poco después la carta de un lector relatando una anécdota que refleja los problemas de comunicación que sufrían los extranjeros. Este es su relato, muy ilustrativo de la falta general de conocimiento de idiomas entre los españoles de la época:
Por asuntos comerciales regresaba de San Sebastián en ferrocarril, en el mismo vagón en que dos familias francesas venían con intención de ver nuestra gran España. Al llegar a Venta de Baños, dos de los turistas se asoman a la ventanilla y reparan en diez guardias civiles, con sus correspondientes fusiles, que en cumplimiento de su deber estaban en la estación. Alarmados se dirigen los turistas a unos empleados haciéndoles preguntas. Y aquí lo vergonzoso: unos que no entendían y otros más «graciosos» (que tampoco entendían) contestaban a las señas de los extranjeros con una mímica del peor gusto, que aquellos guardias ‘pum pum’. Azorados y sin esperar más, dos extranjeros regresan al vagón y consultan con sus familiares sobre si seguir o volverse a su país, pues por lo visto era cierto lo que habían leído en Francia; pero gracias a mí se deshizo el error que padecían y siguieron tranquilos su viaje. Es lamentable la carencia en los empalmes de empleados ferroviarios y de agentes de la autoridad que no puedan entenderse con los turistas extranjeros si no es con la mímica o el diccionario en la mano. Yo creo que entre los modestos y abnegados guardias de Seguridad se podría hallar varios que supieran algún idioma y que colocados en las estaciones con un distintivo especial podrían prestar el doble servicio de agentes de la autoridad y auxiliares del turismo.
Pese a estos inconvenientes, lo cierto es que antes de la Guerra Civil tanto el turismo nacional como el internacional eran ya una fecunda realidad en España y hasta la ruta del Quijote en el corazón de la Mancha era un destino popular. El diario El Sol (2/1/1935) publicó la ruta detallando las aventuras quijotescas ocurridas en cada pueblo o lugar manchego. Destaca por encima de todo el Toboso, la patria de Dulcinea, de la que el periódico dice:
La Ruta del Quijote, con El Toboso como lugar descatado, en el diario El Sol
El Toboso... No hay en el mundo, ni hubo en la Historia jamás, un pueblo que por la sola virtud creadora del genio se haya inmortalizado y esté realzado para siempre por un prestigio mitológico. Y con el mito más conmovedor y trascendente; el del amor.