María Teresa Ríos Reviejo
Biblioteca Nacional de España
Hablar de mapas turísticos implica hablar del cambio que se produce en el siglo xix respecto al viaje y a la intención del viaje. Viajar comienza a ser considerado un acto de ocio, un deseo de conocer nuevas culturas y geografías de las que después poder hablar en nuestros círculos de amistades y de las que tener un recuerdo propio.
Y para organizar el viaje, para saber cómo llegamos a determinada ciudad, qué nos podemos encontrar una vez llegamos allí, cuáles son los lugares y eventos que de ninguna manera nos podemos perder, distancias, hospedajes, comunicaciones y el mejor momento para realizarlo, las guías de turismo han sido el «objeto» indispensable que permite planear todo al milímetro. «Objeto» porque no son solo un libro que nos transmite información útil sobre nuestro destino sino que son un compañero físico que llevamos con nosotros en el bolso de mano, que consultamos continuamente antes y después de la llegada, que nos ayuda a reencontrar el camino adecuado y que influye en nuestras decisiones de alojamiento y de visitas imprescindibles. Por esa razón, y con el objetivo de convertirse en compañero ineludible, se concibieron desde su origen como un libro fácilmente transportable, pequeño, ligero, práctico y útil. Y, por supuesto, elementos inseparables de las guías de turismo son los mapas y planos, que dan al viajero la representación gráfica y lo más esquemática posible del lugar al que se dirige.