Nació en El Cabanyal (Valencia) en septiembre de 1877. Hija única de Andrea Sendra Camarna y Daniel Cambrils Moncho, quien ya tenía siete hijos de dos matrimonios anteriores. De origen humilde y casada a la fuerza siendo menor de edad después de morir su padre, quedó viuda de José Martínez Dot pocos años después. Ingresó, entonces, en un convento de monjas que abandonó pasado un tiempo.

Se desconoce si tuvo una educación reglada pero sí sabemos por sus escritos que parte de sus conocimientos los adquirió en el convento, donde leyó la Biblia, a Santa Teresa y a Sor Juana Inés, entre otros.

Empezó a interesarse por el feminismo y por el socialismo por influencia de su vecina Natividad, que la inició en la lectura de Karl Marx, Jean Jaurès, John Ruskin, Pablo Iglesias y August Bebel. A estas obras incorporaría Kant, Mary Wollstonecraft, Alejandra Kollontai, Madame de Stäel y Olympe de Gouges. A partir de la lectura de Bebel se interesó por el feminismo y la lucha por la emancipación de las mujeres.

En 1915 conoció a la pareja que la acompañaría el resto de su vida, José Alarcón Herrero, activista procedente del anarquismo que pasó más tarde a las filas del socialismo y sindicalismo. Alarcón fue encarcelado 21 veces siempre por delitos de imprenta, acusado, en ocasiones, de injurias a la policía, al ejército y a la monarquía; y otras veces, por denunciar los malos tratos que recibían los presos en la cárcel. Por cierto que él instruía a sus compañeros de celda leyéndoles obras de Concepción Arenal.

Sabemos que en 1924 ya vivían juntos y con ellos la madre, ya anciana. Para entonces Cambrils se había convertido en una de las firmas habituales de El Socialista, periódico en el que había empezado a publicar  unos años antes. Era una de las pocas mujeres que escribía en esa publicación junto a la firma de Pablo Iglesias, Besteiro, Saborit, Indalecio Prieto o Largo Caballero.

Se caracteriza por tener un estilo contundente y sin miedo a la controversia con figuras del socialismo, tanto las consagradas como las anónimas. Sorprende su potente capacidad autodidacta que la llevó a conquistar niveles de conocimiento y reflexión de primer orden. Según palabras dirigidas a Alarcón “tú me iniciaste y los libros me convencieron”.

Escribió más de cien artículos en revistas socialistas como El Mundo Obrero, La Lucha de Clases de Bilbao, Solidaridad de Vigo, El Obrero de Elche, entre otros,  y fue redactora de Nueva Aurora de Valencia. Creció su reconocimiento en el movimiento obrero debido a su confrontación dialéctica contra los adversarios de la equidad, la justicia y la libertad; y la firmeza de convicciones, tenacidad y claridad con la que exponía sus argumentos. Había llegado al socialismo pensando que era la ideología que más cerca estaba del concepto de justicia y una vez allí se dio cuenta de que para conseguirla era imprescindible la igualdad entre hombres y mujeres “No se puede ser socialista sin ser feminista”, según sus palabras.

"Nosotras, partidarias de un feminismo razonable, defensoras de nuestra libertades políticas y civiles detentadas contra toda justicia y todo derecho natura, creemos que una regular instrucción podría bastar para poner a la mujer en condiciones de intervenir, como el hombre, en todos los asuntos que afectan al interés general y a la vida social del conjunto”

Forma parte de su libro Feminismo Socialista, una obra que recoge el ideario de un feminismo fuertemente enraizado con la lucha obrera, que incluye parte de los artículos publicados anteriormente. Considera que el feminismo no progresa en España debido a la cantidad de hombres que se oponen y a los prejuicios religiosos. Reivindica el sufragio femenino, la apertura de las filas obreras para incorporar a mujeres, denuncia los matrimonios indisolubles, que considera generadores de violencia machista, aboga por la investigación de la paternidad y defiende que el socialismo es la verdadera expresión de la lucha por la igualdad y la libertad como resultado natural de la Ilustración. El libro se publicó en 1925 con una dedicatoria a Pablo Iglesias y un  prólogo de Clara Campoamor:

“Protesta valerosa de todo un sexo contra la positiva disminución de su personalidad, fruto de una legislación de clase o casta que jamás entrevió para su elaboración legislativa otro tipo de mujer que el de aquella inactiva, cuya mente en vacación prolongada no necesitaba otra protección que la de un marido ya alimentista, ya administrador de sus bienes, y, siempre, de su libertad personal”.

En 1933 la pareja se trasladó a Pego (Alicante), lugar de origen de la familia de Cambrils. María se sentía muy debilitada por la diabetes que sufría y se desvinculó de toda actividad política y periodística y fue Alarcón quien se convirtió en un destacado líder socialista local. A finales de marzo de 1939, Alarcón fue detenido y encarcelado por los cargos ocupados en el Ayuntamiento durante la guerra. En diciembre de ese año, María empeoró de su enfermedad y falleció el día veintidós. Alarcón fue condenado a muerte y fusilado en abril de 1940.

A partir de entonces, la figura y la obra de María Cambrils fue silenciada e ignorada. Tres habían sido sus pecados: ser mujer, feminista y marxista. Tal fue el olvido que cayó sobre ella, que durante la década de los noventa llegó a considerarse la tesis de que se tratara del seudónimo de un hombre. Posteriores investigaciones han puesto en valor su relevancia intelectual y humana, incorporándola a la historia del feminismo socialista español.

(Servicio de Información Bibliográfica)