Cruz, Juana Inés de la
Cruz, Juana Inés de la
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Poeta y dramaturga nacida en San Miguel de Nepantla (México), está considerada como una de las más importantes escritoras del barroco español. Todavía circulan en sus biografías puntos oscuros, consecuencia tanto del interés que despierta el personaje histórico como de la carencia de datos fiables sobre diversos aspectos de su vida. Su fuerte personalidad chocó con las convenciones de la época, causándole más de un problema con las autoridades.
Pese a los obstáculos a los que tuvo que enfrentarse, pudo desarrollar su talento, del que nos ha dejado muestras en una amplia y variada obra que hoy sigue siendo leída y admirada. Sin embargo, es inevitable interpretar tanto su obra como sus vivencias en el contexto del siglo XVII en un territorio virreinal.
Fue hija ilegítima de la criolla Isabel Ramírez de Santillana y del capitán español Pedro Manuel de Asbaje. Creció en la hacienda que poseía su abuelo en Panoayán y en 1664 comenzó a servir a la virreina en calidad de dama de honor. Su memoria y brillantez dejaron asombrados a la corte, que la veía como un prodigio de la naturaleza. Reacia al matrimonio, decidió que la mejor opción que le quedaba era hacerse religiosa, por lo que con 16 años ingresó en un convento como carmelita descalza, en el que solo vivió unos meses por su mala salud, agravada por una disciplina excesivamente férrea, lo que la llevó a entrar en el convento de la Orden de San Jerónimo, donde vivió más cómodamente e incluso con esclavas a su disposición.
Fue hija ilegítima de la criolla Isabel Ramírez de Santillana y del capitán español Pedro Manuel de Asbaje. Creció en la hacienda que poseía su abuelo en Panoayán y en 1664 comenzó a servir a la virreina en calidad de dama de honor. Su memoria y brillantez dejaron asombrados a la corte, que la veía como un prodigio de la naturaleza. Reacia al matrimonio, decidió que la mejor opción que le quedaba era hacerse religiosa, por lo que con 16 años ingresó en un convento como carmelita descalza, en el que solo vivió unos meses por su mala salud, agravada por una disciplina excesivamente férrea, lo que la llevó a entrar en el convento de la Orden de San Jerónimo, donde vivió más cómodamente e incluso con esclavas a su disposición.
Independiente y consciente de su propia valía, despertó envidias y recelos. Sin embargo, su calidad se abrió camino y ya en vida disfrutó de un amplio reconocimiento, incluido el importante apoyo de la virreina María Luisa Manrique de Lara, a quien dedicó muchos de sus poemas. De ellos, es quizá el más famoso es la redondilla que comienza con “Hombres necios que acusáis…”, un temprano y firme alegato en defensa de la mujer. La riqueza verbal y expresiva de sus poemas la ha convertido en un deleite para los especialistas, que nunca acaban de descubrir todo lo que hay detrás de sus palabras, y en un reto para los lectores, que pueden sentirse abrumados por la exuberancia de su estilo, pero que se ven deslumbrados por el resplandor de su audacia formal y profundidad moral. De entre sus variados poemas, que incluyen emotivos sonetos de amor, composiciones satíricas y numerosas referencias mitológicas, los expertos han destacado el Primer sueño (1692), largo poema que ya desde su título homenajea a Góngora. De fuerte contenido alegórico y esquiva interpretación, se suele situar entre las grandes creaciones en lengua castellana.
Escribió igualmente teatro, que se representó en entornos palaciegos: la calderoniana Los empeños de una casa y Amor es laberinto, representada por primera vez en 1683, en la línea de Lope de Vega, que se llevó a escena en ocasión del cumpleaños del virrey de Nueva España Gaspar de Sandoval. Entre la poesía y el teatro se encuentran las doce loas que dedicó a personajes notables como Carlos II y que se representaban en la corte; y sus famosos villancicos, composiciones de estilo popular que escribió para conmemorar festividades religiosas. Junto a estos textos alegres y desenfadados, también cultivó con acierto el auto sacramental, con títulos tan destacados como El divino Narciso (1690).
Su exposición pública hizo que algunos sectores del clero reprocharan su estilo de vida, exigiendo que se dedicara a tareas más propias de una mujer, además religiosa. Su valiente réplica se plasmó en su Respuesta a Sor Filotea, en la que valoraba la capacidad intelectual de las mujeres y su derecho a expresarse libremente. A pesar de ello, en los últimos años de su vida se produjo un cambio en su actitud, que ha despertado interpretaciones diferentes. Por el motivo que fuera, la realidad es que dejó de escribir y falleció prematuramente tras cuidar de sus hermanas monjas tras una epidemia de peste que asoló México en 1695 y de la que ella misma sería víctima. Reivindicada desde las posiciones más divergentes, a veces totalmente opuestas, para algunos figura feminista adelantada a su tiempo, para otros firme adalid del catolicismo, barroca y moderna, misteriosa y clarividente, como pasa con los más grandes autores, cada lector puede descubrir a su propia sor Juana Inés de la Cruz.
(Servicio de Información Bibliográfica)
Cronología
Nace en San Miguel Nepantla (México)
Aparecen anónimamente los Villancicos a la Asunción y los Villancicos a la Concepción
Se editan como anónimos los Villancicos a San Pedro Apóstol y se representa Los empeños de una casa
Se publica el Segundo volumen de las obras de Soror Juana Inés de la Cruz en Sevilla
Comienza a vivir en la corte como dama de la virreina
Se publica el Neptuno alegórico.
Se representan Amor es laberinto y El divino Narciso, además de publicarse la primera edición de sus poesías en España: Inundación castálida de la única poetisa, musa décima, Soror Juana Inés de la Cruz
Fallece de peste en Ciudad de México.
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