Se sabe que perteneció a una acomodada familia, probablemente emparentada con el emperador Teodosio, aunque la hipótesis de que se tratara de su propia hija ha sido descartada por imposibilidad cronológica. Aunque tradicionalmente se ha considerado que era monja, este punto también ha sido discutido, ya que su estilo de vida no se ajusta al habitual en una religiosa, pese a que su conocimiento del culto y de la Biblia son profundos, no así de los autores clásicos, a los que apenas menciona.

Otro aspecto de su originalidad es que fue ella misma la que escribió el Itinerario, cuando la tradición era que un biógrafo varón escribiera la vida de las mujeres notables. Fue la primera escritora galaica en escribir en latín, y lo hizo con un estilo preciso y claro, aportando una visión personal. Su libro, además de contener importantes datos geográficos y rituales, también es una fuente fundamental para conocer la sociología y la economía del Bajo Imperio romano.

Las fechas de su peregrinaje también han sido discutidas, pero actualmente se cree que tuvo lugar entre el año 381 y el 384. Es evidente que se trataba de un viaje peligroso para la época, y más tratándose de una mujer, aunque se sabe que contó con el apoyo de personalidades importantes, que en algunos tramos contó con escolta militar y que realizó su trayecto por las vías romanas, alojándose en casas de familias notables y en monasterios.

El manuscrito más antiguo que se conserva es una copia del siglo XI realizada en el monasterio de Montecassino y que permaneció perdido hasta finales del siglo XIX, cuando fue encontrado en Arezzo. Faltan las dos primeras hojas, lo que impide conocer su lugar de partida. El relato está dividido en dos partes. La primera se dedica al viaje en sí, narrando su paso por Jerusalén, Galilea o el monte Sinaí. Después de tres años de estancia en Jerusalén, emprendió su viaje de vuelta, para lo que pasó por Siria, Mesopotamia y Tarso. La narración se detiene en Constantinopla, donde se pierde su rastro y ya no se conocen más datos sobre su devenir. La segunda parte es un detallado relato de la liturgia practicada en Tierra Santa. Se trata de un documento precioso para conocer los ritos del primer cristianismo.

Durante todo el texto es patente la gran curiosidad (confesa) de la autora, que pese a las prohibiciones y las críticas que sufrían las mujeres de su época se atrevió no solo a realizar un viaje audaz y repleto de amenazas, sino que dejó testimonio de sus experiencias con el propósito expreso de que fueran conocidas por otras mujeres, ejerciendo una sororidad que la hacen absolutamente moderna.

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(Servicio de Información Bibliográfica)