A partir de 1888 colabora con el diario La Época, iniciando una carrera como periodista que le llevará a firmar en publicaciones como La ilustración, ABC o El Correo. Aunque temeroso por la inestabilidad económica que pudiera suponer un paso tan arriesgado, decidió dejar sus otras ocupaciones y dedicarse por completo al teatro, que a la larga supondría su consagración definitiva como autor reconocido todavía hoy en día. Después de demostrar su valía con títulos como La llama errante o la traducción de Severo Torelli, de Copée.

Su primer gran éxito llegaría con La revoltosa (1897), sainete escrito en colaboración con López Silva y con música de Chapí.

Su teatro, siempre imaginativo y divertido, alcanzaría tal popularidad que muchas de sus obras superaron el centenar de representaciones, y algunas de ellas se montan todavía hoy. Sus colaboraciones con otros autores como Arniches, Muñoz Seca o el citado López Silva y con los mejores músicos de zarzuela de la época (Bretón o Vives entre otros) llevaron este género a algunas de sus más altas cotas en su época de máximo esplendor. Además de La venta de Don Quijote (1904) o Margarita la tornera, estrenada en el Teatro Real en 1909 con gran repercusión.

Autor del libreto de La vida breve, la famosa ópera de Manuel de Falla, aunque murió antes de poder verla representada (el estreno no se produjo hasta 1913, en Niza).

A partir de 1906 se ve aquejado por una fuerte depresión, agravada por el impacto que le supuso el atentado sufrido por Alfonso XIII el día de su boda. Aunque regresó a la poesía y publicó algunas de sus mejores obras en este género, como Poesía de la sierra (1908) y tuvo momentos de mejora, lo cierto es que nunca se recuperó del todo y el 11 de junio de 1911, con 45 años, murió en El Pardo. Sus hijos Guillermo y Rafael continuaron la saga familiar y ambos se convirtieron en reputados libretistas y dramaturgos.

(Servicio de Información Bibliográfica)