Desde muy pequeña mostró aptitudes para la creación, pero las limitaciones que en la época se imponían a la educación de las mujeres hizo que su educación fuera en gran medida autodidacta, tanto en dibujo como en poesía y filosofía. Esto la llevo incluso a tener que hacerse pasar por turista francesa en sus excursiones para pintar en exteriores y así no llamar demasiado la atención.

Las inquietudes intelectuales y las inversiones económicas del padre hicieron que en 1864 la familia se trasladara a Madrid, donde Joaquín Gassó fue uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza. La influencia del krausismo también se dejó notar en la educación de Leopolda, quien tuvo toda la libertad posible para profundizar en sus conocimientos. Una de sus tareas más habituales fue visitar el Museo del Prado, donde realizaba copias de las obras de los grandes maestros, a falta de poder asistir a academias o de tener acceso a los mejores profesores.  

Además de sus actividades artísticas, también ayudó en diversas organizaciones filantrópicas, pero con preferencia por las instituciones laicas, ya que desde joven se había alejado de la Iglesia católica. En los años 70 comenzó a escribir artículos en los que solía centrarse en la situación de las mujeres, denunciando las trabas que se ponían a su aprendizaje y abogando por la profesionalización frente a la visión tradicional del arte femenino como un mero pasatiempo.

Su implicación en el incipiente movimiento feminista se materializó con su apoyo a la creación de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer (1870), con un claro influjo de la ILE, y en su ingreso en la logia masónica Las hijas del sol, donde conoció a Robustiana Armiño de Cuesta y a la que sería su gran amiga y valedora, Concepción Gimeno de Flaquer. De este grupo surgiría el periódico La Luz del Siglo Ilustrado, donde publicó su importante artículo “La mujer artista”.

En su actividad como pintora, ganó varios galardones en diversas Exposiciones Nacionales durante los años 70. Parte de su obra se ha perdido, pero se sabe que en sus cuadros mostraba una preocupación social que la llevó a alejarse de la pintura de género, normalmente asociada con las mujeres, para incidir en un tono más psicológico. Sus obras incluyen títulos como El mendigo (1878) o el retrato de D. Lucas Aguirre y Juárez (1876).

En la actualidad quizá tengan más valor sus estudios críticos y sobre Historia del Arte, donde mostró una gran sagacidad y en los que en muchas ocasiones se reveló como adelantada a su tiempo, valorando un estilo más personal que se pondría de moda en los años siguientes, además de mantener en todo momento su reivindicación de las capacidades artísticas de las mujeres, algo que también expresó en sus íntimas y sinceras poesías líricas.

Con una salud delicada, se instaló en Alicante en busca de un mejor clima, pero tras un viaje a San Sebastián con el mismo objetivo y ya de vuelta en Madrid, encontró la muerte prematuramente, falleciendo con tan solo 37 años. Su madre reunió los artículos que habían aparecido en publicaciones como El Álbum de las Mujeres, El Correo de la Moda o el Álbum Ibero-Americano junto a otros escritos inéditos, y en 1891 editó la antología Colección de sus trabajos literarios, con un laudatorio prólogo de Gimeno de Flaquer.

(Servicio de Información Bibliográfica)