Desenredando la economía de la cultura
Ramón Zallo Elguezabal
Periférica Internacional, ISSN 1577-1172, n. 18, 2017, p. 78-87
Se suele entender la cultura como una variable dependiente, como un área subordinada a la determinación económica general o a la política sin advertir que es la cultura quien previamente hace a la comunidad y sus vínculos. Cultura y economía parecen referirse a universos distintos cuando no opuestos. Ambas se necesitan mutuamente puesto que no hay cultura sin recursos públicos, privados o sociales, ni economía sin organización y sentido desde algún referente valorativo incluso en las dinámicas en las que el beneficio es el motor inmediato.
Esta consideración invita a que la economía como ciencia social no se encierre en un enfoque cuantitativo y apueste también por lo cualitativo como parte que es de una aproximación pluridisciplinar y crítica sobre un objeto de estudio compartido desde distintas metodologías como es la cultura. La economía de la cultura y la comunicación tiene su objeto de estudio en el ecosistema simbólico y no solo en el sector económico comunicativo-cultural, que también. Todo lo que aparece en este artículo en cuanto a cultura y economía es sostenible desde un punto de vista doctrinal sin perjuicio de que en el plano práctico y de comportamientos de los agentes determinantes en el capitalismo financiero-cognitivo el punto de vista mercantilista avasalla y subordina a parte creciente de las decisiones productivas y de consumo de la cultura. En este estudio se desarrollan los cambios profundos y ambivalentes bajo el capitalismo financiero-cognitivo, las metodologías cuantitativas como ayuda para conocer capitales simbólicos, el ecosistema simbólico (taxonomía cuantitativa con criterios de valor) y la desposesión simbólica como diagnóstico. El modelo de acumulación de capital en esta época es de “acumulación por desposesión” con mercantilización de la vida, etc. En el marco de esa expropiación de saberes se produce la desposesión simbólica en empresas y libertad creativa. La automática algoritmización de los cuadros de elección para nuestras decisiones nos sitúa ante un tecno-conductismo cultural que respetando formalmente la libertad atenta contra la diversidad de opciones realmente presentes. Reactivamente hay dos contra-tendencias aunque de menor impacto: el empoderamiento social y político de colectivos cada vez más amplios y conscientes también de la importancia del ámbito cultural; y la protección de identidades y diversidades para el desarrollo comunitario y posibles entendimientos amables en el mundo.
Resumen realizado por José María Amate Sánchez