Centenario de la fascinante visita de Einstein a España

Centenario de la fascinante visita de Einstein a España
27 de Febrero de 2023

Con el estilo tan personal que le distinguía, el gran periodista Julio Camba describió así en el diario El Sol la conferencia a la que asistió en Madrid en la que Albert Einstein explicó la teoría de la relatividad:

 Al presentarse ante el público que llenaba el aula de la Facultad de Ciencias, el Sr. Einstein fue acogido con una gran salva de aplausos. Indudablemente, todos los allí reunidos le admirábamos mucho; pero si alguien nos pregunta por qué le admirábamos nos pondrá en un apuro bastante serio. Creo que hay en el mundo hasta una docena de personas que conocen la Teoría de la Relatividad. Estas personas, sabiendo lo que ha hecho el Sr. Einstein, quizás le admiren conscientemente, y yo, por mi parte, las admiro a ellas del mismo modo; pero en cuanto a mi admiración por el propio Sr. Einstein, como alguna de las personas mencionadas no me diga en qué se fundamenta, yo no podré explicármela nunca.

Salvo una minoría de científicos con suficiente formación física y matemática como Esteve Terradas, Blas Cabrera o Julio Rey Pastor no eran muchos los españoles que podían entender con exactitud las teorías de Einstein. Una falta de comprensión generalizada acompañada de una gran fascinación por su personalidad fue la manera en que se desarrolló su esperada visita a España en 1923.

 

El genio alemán estuvo en nuestro país más de dos semanas entre febrero y marzo de ese año dando conferencias en Barcelona, Madrid y Zaragoza, por ese orden. Su visita sirvió para que la relatividad se pusiera de moda pese a que poca gente entendiera de lo que se trataba. Sobre la energía, la materia, la curvatura del espacio, el tiempo como cuarta dimensión y la velocidad de la luz se habló durante unos cuantos días en oficinas, cafés y tranvías igual que se hablaba de política, de fútbol o de toros.

El ilustrador de El Sol Luis Bagaría dedicó a la visita varias caricaturas en la portada del periódico. En sus viñetas se reflejaba con ironía la incomprensión que producían las teorías del científico alemán, como en esta en que un chico pregunta a su padre:

   —Dime, papá, ¿hay alguien más sabio que Einstein?

   —Sí, hijo.

   —¿Quién?

   —El que le entiende

Viñeta en El Sol que refleja la incomprensión de las teorías de Einstein.
Viñeta en El Sol que refleja la incomprensión de las teorías de Einstein.

Entender a Einstein no estaba al alcance ni siquiera de las personas instruidas, como médicos, literatos o políticos, por ejemplo. A lo abstruso de los conceptos se unía que el científico daba las conferencias en un deficiente francés y utilizaba con profusión la pizarra para dibujar diagramas y escribir fórmulas matemáticas.

En El Liberal, el divulgador de la ciencia Francisco Vera relató cómo, tras escribir una fórmula enrevesada en el encerado, Einstein se dio cuenta de que había cometido un error…

Y con una sonrisa en los labios le agrega algo que le hacía falta para que no se produzcan campos gravitatorios infinitamente grandes y evitar la poca simpática idea de que el mundo material tenga una especie de centro, porque entonces la energía del Universo iría decreciendo a partir de ese centro, se perdería en el infinito y, al disolverse la materia, el mundo habría muerto al cabo de un cierto tiempo.

Vera era matemático e historiador de la ciencia, por lo que sus crónicas eran divulgativas pero, como algunos periodistas que se enteraban de poco y se limitaban a describir el aspecto y gestos del conferenciante y el ambiente de la sala, no podía evitar incluir recursos literarios para amenizar el árido relato de la física. Así, describiendo la fórmula que Einstein había escrito en la pizarra señala:

La S alargada de una integral, como si fuera el alma de un violín, se ha extendido en el encerado y diríase un felino que se estira acechando a una raíz cuadrada en la que se enredan unas letras griegas…

La metáfora del violín estaba bien traída pues Einstein tocaba este instrumento, viajaba con él y llegó a tocarlo en alguna velada de sociedad. Es una pena que en la prensa no haya fotografías suyas tocando el violín o escribiendo en la pizarra con la otra mano en el bolsillo del pantalón como solía. Las imágenes de Einstein en España son pocas y no muy atractivas. En esta página de la Semana grafica se le ve al salir de palacio de una audiencia con el Rey y abajo con académicos, su mujer y otras señoras al recibir el ‘doctorado honoris causa’ por la Universidad de Madrid.

El científico al salir de una audiencia con el Rey
El científico al salir de una audiencia con el Rey en Semana Gráfica
Einstein al recibir el 'doctorado honoris causa' en la Universidad
Einstein al recibir el 'doctorado honoris causa' en la Universidad en Semana Gráfica

La Universidad le pagó por las tres conferencias que dio en la capital de España 3.500 pesetas de la época, el equivalente al salario anual de un profesor universitario.  El diario El Globo contó la anécdota de que en el recibo que firmó Einstein figuraba una cantidad mayor, pero se le explicó que había que pagar un impuesto del 12% que ya estaba descontado. El genio alemán pidió entonces un justificante para que no le cobraran en su país impuestos por esas 3.500 pesetas al haber tributado ya En España.

En Barcelona fue la Diputación la que le pagó las 3.500 pesetas por las tres conferencias que dio allí, ya aplicado también el descuento fiscal. A juicio del periódico La Acción, que destacaba la humildad de Einstein en una columna titulada ‘Elogio del sabio modesto’, esa cantidad era solo la mitad de lo que ganaba una figura del toreo en una tarde en la plaza.

Aunque no buenas fotos, lo que sí se puede ver en la prensa de aquellos días es caricaturas del personaje como esta que realizó en la revista Nuevo Mundo Sirio, uno de los grandes ilustradores de la época.

Caricatura de Einstein en la revista Nuevo Mundo durante su visita en España
Caricatura de Einstein en la revista Nuevo Mundo durante su visita en España

Además de Madrid y Barcelona, Einstein aceptó dar dos conferencias en Zaragoza porque quería visitar la basílica del Pilar y otros monumentos de la ciudad y porque era la tierra de Ramón y Cajal, a quien admiraba y visitó en su casa de Madrid. El genio alemán rechazó sin embargo las invitaciones que le hicieron Bilbao y Valencia alegando falta de tiempo.

En el caso de la ciudad mediterránea la invitación declinada coincidió con la polémica sobre el proyecto de construcción de un tren directo de Madrid a Valencia, una vieja reivindicación no satisfecha por problemas de financiación. El periódico la Correspondencia de España aprovechó esta coincidencia para publicar una viñeta con Einstein sujetando un tren de una imaginaria línea ferroviaria Madrid-Valencia, mientras que otros trenes circulan por la línea existente entonces, que partiendo de la capital de España daba un gran rodeo hasta llegar a la ciudad del Turia.

En este caso, que en la viñeta reivindicativa se recurriera a Einstein no era algo  banal porque él mismo se había servido de los trenes para explicar a un público amplio la teoría especial de la relatividad. Pero había otros ejemplos en la prensa en que se utilizaba al genio alemán sin que viniera a cuento, solo por aprovechar su enorme popularidad. Había quienes se servían de sus ideas para transmitir un mensaje o para vender un producto, como en este caso en que se anuncia en Mundo gráfico un crecepelo para curar la calvicie.

Nada más inapropiado, por cierto, que recurrir a Einstein para tratar la calvicie dado que él disfrutó durante toda su vida de una espléndida y rebelde cabellera y en sus últimos años lució esa melena blanca alborotada que es su imagen más universal.

Anuncio de un crecepelo contra la calvicie invocando la teoría de la relatividad
Anuncio de un crecepelo contra la calvicie invocando la teoría de la relatividad en Mundo gráfico

Einstein comenzó a ser un personaje conocido en todo el mundo unos años antes de su visita a España. En nuestro país la revista Madrid científico, una publicación muy leída por los ingenieros españoles, se ocupó de sus teorías antes de que se hiciera famoso, pero fue en 1919, al comprobarse experimentalmente con ocasión de un eclipse solar lo acertado de sus predicciones, cuando pasó de ser un físico respetado en el mundo científico a ser una personaje de la cultura popular.

 Su estrellato se confirmó oficialmente cuando recibió el Premio Nobel de Física en 1921 por sus explicaciones sobre el efecto fotoeléctrico y su contribución a la física cuántica, dado que la relatividad no gozaba todavía del consenso científico. A partir de entonces es corriente ya ver noticias sobre sus teorías en la prensa generalista española. En la revista La Esfera se publicó una fotografía suya de página entera con motivo de la concesión del Nobel.

Por tanto, al llegar a España su figura era ampliamente conocida y la expectación era enorme. Einstein le preguntó a Ortega y Gasset por qué las masas se interesaban por ideas tan abstractas y el filósofo le contestó que con la fe religiosa declinando él era el nuevo mago capaz de someter los fenómenos astronómicos, que siempre habían tenido algo de fenómenos religiosos.

Ortega, que hablaba alemán, acompañó a Einstein y su mujer en un viaje turístico a Toledo. Este viaje, como el que hizo al Escorial o las tres visitas al Museo del Prado, fueron para el científico momentos muy agradables, en especial la excursión a Toledo. En su diario dejó escrito que la vieja ciudad era como un cuento de hadas y que había pasado en ella uno de los días más hermosos de su vida.

Fotografía de Einstein en La Esfera con motivo de la concesión del Premio Nobel.
Fotografía de Einstein en La Esfera con motivo de la concesión del Premio Nobel.

Einstein era judío y sionista. Y aunque rechazó convertirse en presidente de Israel cuando se lo ofrecieron en los últimos años de su vida, siempre defendió la causa judía. Esto explica su fascinación por Toledo donde, además de pasear por la ciudad y ver cuadros de El Greco, visitó emocionado las sinagogas medievales.

En Cataluña también tuvo ocasión de hacer visitas privadas, como la que hizo al monasterio de Poblet, en Tarragona, donde se fotografió con un grupo de niños como recoge una imagen de Mundo gráfico.

En resumen, el viaje de Einstein a España con sus conferencias repletas de gente deseando escuchar al oráculo de la nueva ciencia fue para unos un signo del grado de desarrollo de nuestro país y para otros, en cambio, un recordatorio de nuestro atraso en relación con Europa, pero en todo caso marcó un hito en la historia científica española, pese a que la mayoría de la población no comprendiera al genio alemán. A fin de cuentas, ni antes ni ahora es fácil comprender unas ideas sobre el espacio y el tiempo que están fuera de la experiencia corriente.

P.D. Algunos datos de este post han sido tomados del libro de Thomas F. Glick ‘Einstein y los españoles’, editado por el CSIC en 2005.

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