Día de las Escritoras
A lo largo de toda la historia, las mujeres, por el único hecho de serlo, han estado sometidas a discriminación en todos los ámbitos: cultural, social, económico, laboral, político. No obstante, existen y han existido numerosas filósofas, científicas, poetisas, artistas, periodistas… que han luchado por hacerse un hueco en lo que, a priori, parecía un mundo exclusivamente de hombres. El contexto es diferente para ellas con respecto a cómo es para ellos y la balanza siempre se desequilibra hacia el lado masculino.
En este punto, las letras españolas no están mucho más evolucionadas y, a pesar de ser amplio el acervo cultural creado por mujeres, son muchas las escritoras olvidadas. El legado de las autoras es inmenso, pero la visibilidad femenina no se ha correspondido nunca de manera justa con él. Y esto nada tiene que ver con el mérito de su trabajo ni con la calidad de lo escrito, sino con lo que les cabe esperar de una sociedad que decide cómo valorarlas en función, únicamente, del género al que pertenezcan. La desigualdad es sistémica y se encuentra también en la literatura.
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Retrato de Santa Teresa de Jesús
La Biblioteca Nacional ha querido rendir homenaje a estas mujeres, para tratar de luchar contra esta discriminación y hacer así visibles a unas creadoras relegadas a un segundo plano también en lo cultural. Por ello, junto a la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias (FEDEPE) y la Asociación Clásicas y Modernas para la igualdad de género en la cultura, ha impulsado la celebración, con carácter anual, del denominado Día de las Escritoras.
La fecha fijada para la conmemoración es el lunes siguiente a la festividad de Santa Teresa de Jesús (15 de octubre). Este 2016 es el año en que se ha celebrado por primera vez, en el que ha tenido lugar el día 17 de octubre.
La iniciativa de la BNE, FEDEPE y CyM surge con el propósito de resaltar el papel de la mujer escritora, ya que el problema social de la desigualdad de género desemboca en una cuestión de visibilidad. Es necesario que las mujeres pasen a ocupar espacios hasta ahora reservados exclusivamente a los hombres, y esto incluye, inevitablemente, el mundo literario. La ausencia de referentes femeninas empobrece la cultura y la priva de una visión del mundo completa. Nos despoja de ejemplos y nos arrebata un legado cultural que debería ser de todos. Además, es necesario que las mujeres sean modelos culturales, y que sirvan de ejemplo de que el progreso social está sucediendo. En palabras de Laura Freixas, escritora que preside Clásicas y Modernas: “si queremos avanzar, como queremos, como sociedad, hacia la igualdad, necesitamos figuras femeninas de autoridad y de autoría”.
Ejemplo de la discriminación sufrida por las mujeres en el mundo literario es que los premios, los reconocimientos y los honores siguen teniendo, en su mayoría, nombre de varón. También en nuestro país. De los 44 sillones con los que cuenta la Real Academia de la Lengua, actualmente sólo ocho están ocupados por académicas: Clara Janés (Silla U), Aurora Egido (Silla B), Carme Riera (Silla n), Soledad Puértolas (Silla g), Margarita Salas (Silla i), Carmen Iglesias (Silla E), Inés Fernández-Ordóñez (Silla P) y Paz Battaner (Silla s). En 40 años de Premio Cervantes, considerado el máximo reconocimiento a la labor de escritores españoles e hispanoamericanos, y concedido por el Ministerio de Cultura, sólo ha sido otorgado a cuatro mujeres: Elena Poniatowska, Ana María Matute, Dulce María Loynaz y María Zambrano. También son cuatro, frente a 28 hombres, las únicas autoras que han logrado otro galardón concedido por el Ministerio de Cultura: el Premio Nacional de las Letras Españolas, que premia el conjunto de la obra literaria de quien lo recibe. Rosa Chacel, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute y Carme Riera son las únicas afortunadas que han podido presumir de contar con una de estas distinciones.
Tal es el rechazo que, históricamente, han padecido las escritoras, que ha habido mujeres que, incluso, han tenido que usar seudónimos haciéndose pasar por hombres para poder ser leídas, como Cecilia Böhl de Faber, quien se hacía llamar Fernán Caballero, o Caterina Albert I Paradis, quien firmaba como Víctor Català.
Uno de los paradigmas de la desigualdad de género en la cultura se da, de manera evidente, en el mundo del periodismo. Una disciplina históricamente enfocada a los hombres en el que las mujeres han estado siempre relegadas a un segundo plano o, incluso, vetadas. Afortunadamente, en algunos casos, la exclusión actuó como revulsivo y existieron mujeres que se rebelaron contra la dominación masculina. Mujeres que han sido negadas y de las que no queda ningún rastro, pero cuya influencia ha sido imprescindible para conseguir los avances que se están logrando en la actualidad.
Posteriormente, otras muchas debieron hacer un esfuerzo doble para hacerse hueco en las redacciones, esfuerzo que ha dado grandes mujeres profesionales de la pluma. Algunas de las primeras mujeres periodistas son reconocidas por mantenerse firmes ante la desigualdad en la que vivieron.
Jesusa Granada fue, en 1895, la primera mujer que accedió a una asociación de prensa en España, la Asociación de Prensa de Madrid. Junto a otros 172 hombres, fue la única mujer entre los fundadores de la institución y fue así, en su soledad, como abrió camino a otras para que reunieran la valentía suficiente para tratar de esquivar las críticas y el rechazo.
Carmen de Burgos (nacida en 1867) fue la primera corresponsal de guerra española y también escribía bajo seudónimo: Colombine. Luchó por los derechos de la mujer y su firma apareció en diarios como El País, ABC o El Diario Universal, donde ocupaba un puesto como redactora. Utilizaba los medios como altavoz para defender ideas como el divorcio y el voto femenino.
Emilia Pardo Bazán, nacida en A Coruña en 1851, y considerada una de las mejores novelistas españolas, fue también autora de una extensa obra periodística. Con un tono irónico, apoyó ideas feministas, progresistas y de crítica social desde numerosas cabeceras locales y nacionales: El Diario de Lugo, El Imparcial, El Liberal, Revista España, El Heraldo Gallego…
Josefina Carabias, nacida en Arenas de San Pedro (Ávila) en 1908, es considerada la primera mujer que se dedicó al periodismo tal y como lo conocemos hoy en día. Asistió a la universidad en Madrid, a pesar de la disconformidad de su entorno, y se licenció en derecho. Escribió un artículo sobre las mujeres en la universidad para la revista Estampa, que dirigía un primo suyo y a partir de entonces, comenzó a colaborar con distintos medios como Informaciones y Ya. Fue una de las primeras mujeres en ser corresponsal y cubrió las informaciones del Congreso durante la transición española.
Pero, a pesar de la herencia de estas mujeres y de los avances conseguidos, aún queda mucho camino por recorrer. Según el Informe de la Profesión Periodística 2015 de la APM, el 51’8% de los profesionales son mujeres, pero al elevar la mirada hacia los puestos de responsabilidad, se observa que sólo el 10’9% son directivas en medios impresos, el 7’8% en medios audiovisuales y el 3’9% en digitales.
Como una pequeña contribución en la lucha para combatir esta discriminación, novelistas, ensayistas, dramaturgas, poetisas, periodistas… tienen ahora su día, con el objetivo de darles la voz que les quitó una sociedad sorda.
Para el acto que se desarrolló en la Biblioteca Nacional con motivo de la conmemoración del Día de las Escritoras, se realizó una selección de textos escritos por mujeres que fueron leídos por diferentes personas para rendirles homenaje. Autoras en castellano, catalán, euskera y gallego, que representan el adalid del patrimonio femenino: Santa Teresa de Jesús, Sor Juana Inés de la Cruz, Josefa Amar y Borbón, María Rosa Gálvez, Bizenta Mogel, Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber), Gertrudis Gómez de Avellaneda, Concepción Arenal, Carolina Coronado, Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán, Víctor Catalá (Caterina Albert), María de la O Lejárraga, Delmira Agustini, Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, Rosa Chacel, Lydia Cabrera, Dulce María Loynaz, María Zambrano, Mercè Rodoreda, Elena Garro, Gloria Fuertes, Olga Orozco, Idea Vilariño, Carmen Laforet, Rosario Castellanos, Carmen Martín Gaite y Ana María Matute.
En los discursos de presentación de las lecturas, se resaltaron todas las instituciones que se sumaron a esta iniciativa, la enorme repercusión que la jornada estaba teniendo en redes sociales y el apoyo innegable recibido por parte del público.
Ana Santos, directora de la BNE, expresó su deseo de que el día sirviese para empujar a las personas a leer: “a leer especialmente a mujeres escritoras. Y también a descubrir a nuevas mujeres escritoras que posiblemente todavía no han tenido su oportunidad”. Ana Bujaldón, presidenta de FEDEPE, enarboló la figura de todas estas mujeres, quienes “sostuvieron posturas visionarias desde la excelencia”. Expresó que las mujeres que hoy forman parte de la literatura universal no se resignaron a pensar que sus deseos eran imposibles y propuso “que quienes estamos aquí tampoco nos resignemos. Porque tiene que ser posible cerrar brechas salariales, romper techos, sean de cristal o de cemento. Tiene que ser posible acabar con la desigualdad”. Laura Freixas animaba a celebrar el Día de las Escritoras “porque ellas lo merecen y nosotros lo necesitamos”. El acto lo cerró Luis Alberto de Cuenca, presidente del Real Patronato de la Biblioteca Nacional, con una concluyente frase: “la revolución pendiente en el siglo XXI es la de la mujer”.
Por todas las que se han atrevido, hoy y siempre, a coger la pluma, el bolígrafo, la máquina de escribir o el teclado. Por todas las que se enfrentan al folio en blanco. Por las que, con sus palabras, hacen a otros emocionarse, cultivarse, ilusionarse. Por todas y cada una de las mujeres que luchan por tener el lugar que les corresponde en el mundo de las letras. Por ellas es el Día de las Escritoras.
Texto: Mara Jarones