Immanuel Kant, de profesión bibliotecario

Immanuel Kant, de profesión bibliotecario
12 de Diciembre de 2024

Este año celebramos el tricentenario del nacimiento del filósofo prusiano, que nació en Königsberg el 22 de abril de 1724. Bautizado Emanuel, como correspondía según el almanaque de la época, Kant cambiaría su nombre por el de Immanuel, forma que consideraba más fiel al original hebreo.

Buena parte de los datos biográficos y de la personalidad que conocemos de Kant se los debemos a los trabajos de tres personas que le conocieron durante diferentes períodos de su vida:  Ludwig Ernst Borowski, uno de los primeros alumnos de Kant, que conservó su amistad a lo largo de su vida;  Reinhold Bernhard Jachmann, su ayudante académico y amanuense durante los años en los que publicó sus obras más conocidas;  y Ehregott Christian Wasianski, alumno, amanuense y cuidador del filósofo durante los últimos años de su vida. 

Considerados como los biógrafos oficiales, teólogos los tres, se esforzaron en dibujar un retrato del maestro lo menos controvertido posible, intentando difundir la imagen del típico profesor universitario de la Alemania del siglo XVIII. Los trazos fueron extraídos casi exclusivamente de los últimos quince años de su vida, de modo que sabemos poco del Kant de entre veinte y sesenta años. Así pues, la imagen tópica que se tiene de Kant se corresponde con las circunstancias de declive físico y mental de una persona de avanzada edad.

Sin embargo, existió un Kant joven, imbatible jugando al billar y a las cartas, cuyas ganancias en el juego completaban su escasa asignación mensual, que cultivó estrechas relaciones de amistad y respeto con las familias de los niños de los que fue preceptor durante un periodo de nueve años.

O el Kant de 1755 que presentó su primera disertación para el grado de Magister en filosofía. Para entonces ya había publicado varios ensayos y había adquirido cierta reputación entre la comunidad académica y se convirtió en un profesor muy popular que exhortaba a sus alumnos diciéndoles “de mí no vais a aprender filosofía, sino a filosofar; no a captar pensamientos meramente por repetición, sino a pensar”. Sin embargo, su condición de profesor no titular limitaba sus ingresos a las tasas que pagaban los estudiantes que asistían a sus clases, lo que obligaba a los jóvenes docentes a aceptar empleos complementarios.

En 1758 se produjo la ocupación rusa de Königsberg, la actual Kaliningrado, tras la rendición de la ciudad durante la Guerra de los Siete Años. Aunque no faltaron focos de resistencia contra los rusos, en su mayoría encabezados por el clero, en general la ciudad disfrutó de cinco años de cierta prosperidad. Los rusos revolucionaron las costumbres de la ciudad, de marcada tradición pietista, introduciendo desde una nueva moneda hasta cambios en el clima cultural y social. Se celebraban fiestas caracterizadas por el lujo y las diversiones y se suavizaron las estrictas convenciones sociales.

""
Post und Reise Karte von Deutschland und den anliegenden Landern bis London, Havre de Grace, Tours, Lyon, Genua, Bologna, Pesth, Warschau, Königsberg u. jenseits Kopenhagen, nebst den Haupt Routen durch das übrige Europa 

Kant se vio beneficiado con esta situación ya que abundaban los oficiales rusos interesados por sus clases de matemáticas y geometría. Además, aumentaron también sus clases particulares en las casas más distinguidas de la ciudad, siendo invitado a las numerosas reuniones sociales a las que asistían hombres y mujeres de la aristocracia y alta burguesía. Kant tenía treinta y cuatro años y se había transformado en un hombre refinado. Buen conversador, elegante y amable, brillaba y era apreciado por su inteligencia y su ingenio. Empezó a preocuparse por su apariencia externa y a seguir máximas de su cosecha como la de “mejor ser un tonto con estilo, que un tonto sin él” o “es una absoluta obligación no molestar a nadie en el mundo con una imagen repugnante o ni siquiera llamativa”. Conocemos la afición de Kant por observar estrictamente las máximas, así que en lo relacionado con el vestir acuñó la siguiente “en la elección de los colores para la vestimenta hay que regirse exactamente según las flores. La naturaleza no produce nada que no agrade a la vista. Los colores que ella combina entre sí armonizan siempre. Así, por ejemplo, una casaca marrón conjuga con un chaleco amarillo; esto nos lo han enseñado las aurículas.” Ciertamente, la moda masculina no careció de color y motivos florales hasta el siglo XIX y Kant se atrevió incluso con los bordes dorados.

""
Algo (Barcelona. 1929)30/5/1936n.º 355

En 1764 cumplió 40 años, edad en la que consideraba que las personas conforman su carácter definitivo. Desde su punto de vista, por tanto, el carácter no es algo con lo que hayamos nacido o que pueda sobrevenirnos, se trata de una creación propia y tener un carácter bueno es una obligación moral. Kant reafirmaba su carácter, añadiéndole aspectos como la hipocondría, una enfermedad especialmente elegante entre los intelectuales del siglo XVIII. Y justo en esta época conoció al que sería uno de sus mejores y más íntimos amigos, Joseph Green, un inglés hombre de negocios instalado en Königsberg, comerciante en arenques, cereales, carbón y productos manufacturados. Green se caracterizaba por ser una persona metódica hasta extremos que rozaban la manía. Kant le visitaba con frecuencia y la puntualidad con la que salía de casa del inglés, a las siete de la tarde, hora en que se dice que los vecinos ajustaban sus relojes, puede tener mucho que ver con el estricto horario en el que el anfitrión daba por terminada la cena.

Green ejerció una fuerte influencia sobre el filósofo. Su erudición y su admiración por figuras como Rousseau y Hume, aumentaron el interés de Kant, estableciendo entre ambos una amistad “moral además de estética”. Tanto es así que Kant limitó su vida social y dejó de asistir al teatro, conciertos y otros eventos de los que Green no era partidario.

En esta época Kant ya era conocido y desde Berlín se dirigieron a la Albertina, nombre con el que se conocía a la Universidad de Königsberg, para ofrecerle la plaza de profesor oficial de Poesía, que había quedado vacante en esa universidad. A pesar de que significaba un salario fijo, Kant rechazó el ofrecimiento informando de que la plaza en la que verdaderamente estaba interesado era la de Lógica y Metafísica, que debía quedar libre más adelante. Sin embargo, sí realizó las gestiones necesarias para ocupar una plaza en la Schloßbibliothek, la Biblioteca de Palacio que hacía las veces de biblioteca universitaria en su ciudad. Kant envió dos cartas, una el 24 de octubre de 1765 dirigida al rey Federico II y otra el 29 del mismo mes dirigida al ministro Von Fürst. En ellas solicitaba la plaza de subbibliothecarii, ayudante de biblioteca, que había quedado libre y que se le concedió en febrero de 1766. 

El salario de 62 táleros anuales aliviaba su precaria situación económica. La biblioteca abría dos veces por semana, los miércoles y sábados de 1 a 4 de la tarde. Kant y su superior, Friedrich Samuel Bock, un profesor de griego y teología, se enfrascaron en el arduo trabajo de reordenar los libros y hacer un recuento para comparar las existencias con los catálogos. Las condiciones de su lugar de trabajo no eran las más confortables, obligado a permanecer seis horas por semana en salas sin calefacción durante los gélidos inviernos prusianos. Aun así, el salario mejoraba en mucho su deficiente subsistencia y debió sentirse cómodo ejerciendo esas funciones ya que se mantuvo en el puesto durante siete años. 

En 1770 solicitó la plaza de profesor de Lógica y Metafísica que por fin le fue concedida y no fue hasta 1772 cuando renunció al cargo de ayudante de biblioteca, alegando que le ocupaba mucho tiempo, además de que le era muy molesta la “eterna monotonía del tener que mostrar los libros raros de la biblioteca a personas meramente curiosas, muy a menudo en absoluto deseosas de saber”. 

Kant no es un caso aislado en la nómina de personajes ilustres que ejercieron labores bibliotecarias, algunos otros filósofos también lo hicieron, es el caso de Gottfried Wilhelm Leibniz y David Hume. Así mismo, personalidades como Benjamin Franklin y más recientemente Jorge Luis Borges, María Moliner o Gloria Fuertes, han dedicado buena parte de su vida al cuidado y gestión de las bibliotecas.

 

BIBLIOGRAFÍA

Documentos / Enlaces de interés

Comentarios

Mª Teresa Ríos

Muy interesante, como todas las aportaciones que publicais. ¿Para cuando una serie de "bibliotecarios famosos"? Creo que tendría recorrido.....

¡Muchas gracias!

Texto sin formato

  • No se permiten etiquetas HTML.
  • Saltos automáticos de líneas y de párrafos.
  • Las direcciones de correos electrónicos y páginas web se convierten en enlaces automáticamente.