El misterio del manuscrito aparecido
La historia de la literatura española, como todas las historias, está repleta de falsificaciones, engaños y supercherías. No en vano, la civilización occidental no sería la misma sin uno de los fraudes más trascendentes de todos los tiempos, la falsa donación de Constantino. Estas mistificaciones pueden tener motivaciones políticas, religiosas, pecuniarias o simplemente tratarse de juegos de ingenio. Muchas veces los tejemanejes son tan burdos que saltan a la vista, pero en algunas ocasiones, la erudición de los falsarios es tal que los expertos han tardado décadas o incluso siglos en descubrir el engaño. En otros casos, la sombra de la duda nunca ha terminado de aclararse.
Uno de los ejemplos paradigmáticos en lo que a la literatura española se refiere es el de Curial e Güelfa, obra envuelta en misterios que ha despertado las más divergentes interpretaciones sin que los especialistas se pongan de acuerdo sobre su autenticidad. Se trata de una obra caballeresco-sentimental del siglo XV, escrita en catalán o valenciano, cuyo manuscrito se encuentra en la Biblioteca Nacional. Las incógnitas que han aflorado a su alrededor se remontan a su propio descubrimiento.
Este se produjo en 1876, cuando el erudito Manuel Milá i Fontanals, uno de los mayores sabios del siglo XIX y especialista en literatura medieval, publicó un artículo dando fe de su extraordinario hallazgo escondido en los fondos de la Biblioteca Nacional. Lo curioso es que la revista que eligió para dar a conocer tan asombroso descubrimiento fuera la minoritaria publicación francesa Revue de Langues Romanes, y ni tan siquiera le diera demasiada importancia. Además, el libro siguió sin editarse hasta 25 años después, a cargo de Antonio Rubió y Lluch, discípulo de Milá y colega del eminente Marcelino Menéndez Pelayo, quien a su vez reseñó positivamente la novela.
Veamos, de repente aparece un manuscrito que cambia la historia de la literatura en catalán; un título además del que no se tenía ninguna noticia, pues no solo no existían otros ejemplares aparte del conservado en la Biblioteca Nacional, sino que tampoco se conocía ninguna mención al mismo; una novela cuyo valor literario podía ser discreto, pero de una indudable importancia estética. El mayor experto en la materia lo descubre sin dar apenas detalles sobre su hallazgo y ninguno en absoluto sobre su procedencia, y no hace gran cosa para darle la relevancia que merece. Sus más egregios discípulos se encargan de darle legitimidad y el asunto queda zanjado, una curiosidad para el entretenimiento de eruditos.
Sin embargo, los cabos sueltos eran demasiado llamativos para que no surgiera la controversia. En 1993 el filólogo y medievalista Jaume Riera i Sans hizo saltar la liebre: su estudio lingüístico del Curial sacaba a la luz anacronismos, una puntuación moderna, arcaísmos, neologismos e influencia de obras posteriores como el Quijote, de autores de la Renaixença y de Walter Scott. Además, Riera también identificó algún guiño bastante revelador, como que en el escudo de Curial hubiera un “milà” (milano). No se trataría, pues, de una novela de caballería del siglo XV, sino de una novela gótica del XIX. Y su autor no podía ser otro que el mismo Milá i Fontanals.
Las pruebas expuestas por Riera parecían consistentes, pero la mayor parte del mundo académico, incluida la Biblioteca Nacional, desacreditó sus conclusiones: era imposible que se tratara de una falsificación moderna. La idea de que el respetado y muy serio Milá hubiera ejecutado tal engañifa era un disparate. Además, los estudios científicos demostraron que el manuscrito estaba elaborado con materiales originales. Tanto la encuadernación como el papel utilizados eran de época medieval. Por cierto, que la encuadernación es muy peculiar, su doble cabezada es única en la Biblioteca Nacional y su estilo mudéjar peninsular la sitúa cronológicamente no antes de las últimas décadas siglo XV y probablemente en el XVI. En lo que respecta al papel, se ha identificado como procedente de Nápoles, lo que apuntalaría la tesis de que el Curial fue obra de Íñigo Dávalos, gran amigo del Marqués de Santillana.
Descartado el fraude, los expertos iniciaron una nueva vía de investigación para tratar de encontrar al verdadero autor de la novela, materia que ha hecho correr ríos de tinta, miles de páginas que defienden diversas atribuciones. Pero los paladines de la correría de Milá no se iban a rendir tan fácilmente.
Siguiendo el camino iniciado por Riera, la investigadora que más se ha afanado en demostrar que la mano detrás de Curial era la de Milá es Rosa Navarro, quien ha detectado en la supuesta obra tardomedieval la huella de La Celestina, La vida de Lazarillo de Tormes, las Coplas de Manrique, La Araucana, Los novios o Romeo y Julieta, entre otras muchas referencias. Además de las intertextualidades, Navarro también percibió una ironía indudablemente moderna, la marca de agua de Milá, quien sin duda se lo habría pasado en grande pergeñando el libro.
Nos encontramos ante dos posturas totalmente antagónicas, cada una de ellas sustentadas por argumentos de apariencia robusta. Por una parte, el análisis material autentifica la vetustez del manuscrito, pero también es cierto que la encuadernación y las hojas se pueden reutilizar; por otro lado, el estudio textual de la novela habría descubierto múltiples indicios de que se trata de una creación moderna. Sin embargo, si esto fuera una novela detectivesca, faltaría un elemento clave: el móvil.
Si Curial e Güelfa fuera una falsificación, el trabajo que requirió su elaboración fue ímprobo, ya que aparte de la erudición desplegada y la maestría estilística para llevar a cabo el engaño, hubiera sido necesario imitar la historiada letra que simulara el estilo medieval. Se trata de una laboriosa tarea que hubiera necesitado de la colaboración de hábiles copistas. Lo que nos lleva a otro punto débil de la teoría: no se trataría de un fraude llevado a cabo en solitario por Milá, sino que además de la colaboración de Rubió y Menéndez Pelayo (es imposible que no hubieran estado al tanto de las maniobras de su maestro, o que no detectaran el cambiazo), se habrían visto implicadas otras personas encargadas de la realización de la copia. Y ya sabemos que cuanta más gente haya participado en un complot, más difícil es que este no salga a la luz.
Esto nos conduce a la cuestión del motivo. ¿Para qué iba a implicarse Milá en tamaña maquinación? Desde luego no tenía la intención de beneficiarse económicamente, ya que poco iba a ganar con la edición de la novela, de la que ni tan siquiera se encargó. Como bromazo para ridiculizar a los expertos tampoco parece que compensara; más allá de que mereciera la pena tanto esfuerzo para burlarse de sus colegas, nunca llegó a reivindicar la autoría, así que habría faltado la bomba final que diera sentido al embuste.
Algunos autores han postulado que la intención de Milá, convencido catalanista, fue la de dotar a la literatura catalana de una legitimidad histórica. No sería el primer caso en el que se ha utilizado la literatura con intenciones nacionalistas (recuérdese el caso de Ossian, quizá la falsificación literaria más famosa de todos los tiempos, elaborada en parte como reivindicación del nacionalismo escocés), pero parece un argumento poco convincente teniendo en cuenta el devenir del embrollo: no solo la obra tuvo escasa repercusión en ese sentido, sino que algunos estudios posteriores han ido dirigidos más bien a la identificación del Curial con la lengua valenciana e incluso se ha interpretado como una traducción del italiano.
Los defensores de cada una de las teorías, no solo de la falsedad o autenticidad del libro, sino de las diversas atribuciones, están firmemente convencidos de estar en lo cierto. Al leer cada una de estas posturas, puede parecer que todos tienen razón. Con toda probabilidad, dadas las evidencias científicas, se trata de un manuscrito original de alrededor del siglo XV, pero lo novelesco de la hipótesis Milá dejo un resquicio para dejar volar la imaginación.
BIBLIOGRAFÍA
Si, cuando pasa tanto tiempo aparece cierta ambigüedad que depende del camino por dónde se ha movido el documento. También es cierto que a veces a los escritores se les quiere hacer ver cómo iconos políticos.
Cuando simplemente intentan ser objetivos y dar su opinión, claro que esto deja ver sus ideas.