De paseo por Madrid a través de los carteles de las plazas de toros de la Puerta de Alcalá y de la Fuente del Berro
Entre los documentos que pertenecen a la Biblioteca Nacional de España se encuentran, contenidos dentro del fondo de carteles, los expedientes generados por las corridas y espectáculos celebrados en la plaza de toros de la Puerta de Alcalá y su sucesora la plaza de toros de Fuente del Berro. Ingresaron en la Biblioteca Nacional en 1890 a raíz de su compra a Luis Carmena y Millán. El periodo cronológico de estos documentos abarca más de un siglo, ya que el cartel más antiguo corresponde al año 1774 y el último con el que nos encontramos es del año 1884.
En dichos expedientes figura la pieza principal, que sería el cartel anunciador del espectáculo y, en la mayoría, una relación variada de documentos que podremos encontrar en algunos de ellos, aunque no sistemáticamente en todos.
Son numerosos los que incluyen documentación económica, como son los productos del espectáculo, expresados en reales de vellón; nóminas de haber de los trabajadores en esa función, como picadores o banderilleros; o correspondencia que refleja tratos previos a la función o cambios de última hora.
El paso por la enfermería de algún participante maltrecho también deja su constancia en los partes médicos, que describen el daño causado e indican si esa causa “le ha impedido seguir trabajando”.
Cuando no era posible desarrollar el acto en condiciones óptimas, normalmente a causa de algún temporal, mediante una cartelería más sencilla se avisaba de tal circunstancia al público “para su inteligencia”. Aunque en los carteles de aviso también se anuncian cambios de lidiadores, modificación de horario, avisos a los abonados, o incluso solicitando precaución por poderse encontrar con billetes falsos.
Son numerosos los carteles de mano, que contienen una réplica de la información textual del cartel, aunque suelen carecer de las ilustraciones y orlas que aparecen en el cartel de gran formato.
Y como testimonio de lo ocurrido, encontramos en el expediente varios títulos de periódicos en los que se describen los pormenores de la corrida, aportando una visión de lo acertados que estuvieron los lidiadores o la calidad de los toros y novillos de las distintas ganaderías. Algunos títulos que recogen estas crónicas son: Boletín de loterías y de toros, El Tábano, El Toreo, o El Tío Jilena.
El cartel: características
Atendiendo al soporte y diseño del cartel, se pueden apreciar cambios en la calidad del papel, del tamaño de éste, de las tipografías, del contenido textual, y de las ilustraciones y orlas.
La calidad del papel empleado corrió caminos paralelos al utilizado en los documentos de la época correspondiente. Inicialmente eran carteles de menor tamaño, que irán evolucionando a carteles de mayores dimensiones, estando impresos de manera horizontal o vertical y conformados por dos pliegos, tres o incluso cinco. Los primeros carteles estaban impresos sobre papel blanco y después es raro el cartel que no encontremos en distintas tonalidades del amarillo, rosa, verde, azul o morado.
Mientras que en la actualidad un cartel suele contener datos muy concretos del espectáculo, en estos carteles aparecen descripciones detalladas de cómo se iba a desarrollar la función, además de figurar el nombre de las ganaderías y divisas, nombre de los picadores y los espadas, los precios de las entradas según la zona, la localización del despacho de los billetes, normas o avisos puntuales.
Hay una gran variedad de orlas o cenefas enmarcando los carteles. De sencillos remates, evolucionan a orlas más destacadas e incluso formadas por ilustraciones con motivos taurinos o la representación de la propia plaza con su público. A las orlas más sencillas, frecuentemente las acompañaba una ilustración ubicada en la parte superior del cartel que, al ser una matriz, se iba reutilizando y la veremos impresa en varios carteles.
Contenido del cartel: el espectáculo
Los organizadores, pensando en que el espectáculo fuera del agrado de los asistentes, nos explican en el propio cartel: “La variedad es la protectora de las diversiones públicas, ésta promueve la curiosidad, y por consiguiente se la debe la mayor concurrencia”, asegurándose, con distintas novedades, complacer los gustos de todo aquel que asistiera. Es por ello que encontramos espectáculos variados en combinación con las corridas taurinas.
La actualidad marcaba las funciones: un gran baile de máscaras para la función de Carnaval, funciones de Navidad o Aguinaldo, funciones de la llegada de los Reyes Magos, y funciones por San Juan, la festividad del Corpus, o feria de San Isidro. En muchas se daba protagonismo a los asistentes, para los que se hacían sorteos de lotes con “escogidos artículos de comer, beber y arder” o se preparaban cucañas con premios económicos o comestibles, como un jamón o cuatro docenas de chorizos, para los que tuvieran la destreza de alcanzarlos.
Las funciones de pólvora o espectáculos pirotécnicos con fuegos artificiales fueron bastante habituales y se ofrecían al final de la función o como espectáculo único. Se suele indicar el nombre del maestro pirotécnico (Manuel de Frías, o Isidro Hernández “hijo del Castellano”). En ocasiones se describe la variedad de artificios y cómo se iban sucediendo, e incluso se aporta algún dibujo descriptivo.
Hay una presencia notable de artistas, incluso extranjeros, que ofrecían sus espectáculos de tipo circense con ejercicios gimnásticos (los gimnastas italianos Familia Colombero, o el Sr. Venús y su Compañía), de fuerza (realizados por Mr. Augusto Leboeuf, o el Sr. Bertoci) y equilibrios (el funámbulo Federico Álvarez con trabajos sobre la maroma tirante).
En una corrida, además del toro, participaban caballos, y sabemos que corrían una suerte similar, resultando en unos casos muertos y en otros heridos. Lo llamativo es encontrarnos en el cartel otros animales, exóticos en muchos casos. Es el caso de peleas de perros contra: un burro catalán, un oso polaco, un lobo cerval de Rusia o un caballo árabe. También llegaron a la plaza un león africano, un tigre de Bengala o una hiena rayada.
Algunos espectáculos incluían una ascensión aerostática, en ocasiones complementando funciones con ejercicios gimnásticos. Se pueden citar, por ejemplo, la ascensión en el globo Mongolfier titulado El Águila, en la que dos aereonautas realizaron ejercicios gimnásticos hasta que el globo se perdió de vista; o la actuación de Julio Buislay, que, tras realizar ejercicios en el trapecio, arrojó un carnero con paracaídas.
Muy numerosas son las mojigangas, un espectáculo previo a la corrida donde se presenta una escena o pantomima en la que una comparsa era la encargada de su desarrollo. Una vez que el toro salía, alteraba esa escena generando situaciones que buscaban la risa de los asistentes. La variedad de títulos es notable, y si tenía éxito se solía repetir. El espacio destinado a la promoción de la mojiganga es considerablemente superior al resto del espectáculo que se ofrecía aquella tarde; por esta razón obtenemos mucha información de este divertimento y es una forma de ver lo que interesaba o preocupaba a la sociedad del momento.
Las historias pueden girar en torno a temática de carácter cotidiano (“Escenas en Chamberí”, “Un bautizo de gitanos en el barrio de Triana”); inspirados en escenarios literarios (“Don Quijote y Sancho Panza”, “La redoma encantada”); basadas en zarzuelas (“Jugar con fuego”, “Pepe-Hillo”, “Robinson”, “El tío Caniyitas”); con personajes oscuros (“Los polvos de la madre Celestina y las brujas con miriñaques”, “Una corrida en el infierno”); y de la realidad política y social (“La toma de la fortaleza de Delhy, en la India, por las tropas inglesas”, “El asalto de la torre de Malakoff”, “Batalla del campamento y toma de Tetuán”).
El fondo como objeto de estudio
La plaza de toros llamada de la Puerta de Alcalá estaba en la zona donde se encuentran las calles de Claudio Coello, Conde de Aranda, Lagasca y Columela. Con el crecimiento de la ciudad, surgieron los diseños para dotar a Madrid de un ensanche, que llevó aparejado el derribo de esta plaza de toros y la construcción de la Plaza de toros de Goya o de la Fuente del Berro, espacio que en la actualidad ocupa el Palacio de los Deportes.
Temas relativos al diseño urbano y ubicación, arquitectura de la plaza, ubicación de los despachos de billetes o de los corrales de los toros encuentran su reflejo en este fondo. Este cambio de ubicación de la plaza se refleja en el cartel de la última función de la plaza de toros “vieja”, que indica: “última función en esta plaza por principiar el derribo al día siguiente”, tras llevar en activo 127 años.
El periodo cronológico que abarca este fondo favorece un estudio bastante riguroso para diversos temas, ya que, además de la tauromaquia, que da vía para profundizar en la trayectoria de toreros y ganaderías, puede servir de apoyo y complemento a otras investigaciones. El hecho de que el cartel esté acompañado de otros materiales, nos facilita entender los hechos que rodearon a la corrida, o un análisis minucioso de estos documentos.
Aunque el grueso de los toreros está formado por hombres, hay funciones que en lugar de faenar ellos, participaban, bien mujeres, indicándose que “tomarán parte tres nuevas, valientes y varoniles aficionadas”, o bien los denominados “toreros en miniatura”, mencionándose que los había “de doce, otros de diez y hasta de nueve años”.
Se enumeran muchas suertes taurinas, que nos ayuda a ubicar en qué épocas tenían lugar, o la frecuencia con la que se realizaban. Algunos ejemplos son: “un toro embolado rejoneado a porta gayola”, “picando dicho toro embolado a la española y poniendo banderillas dando el quiebro en la silla”, “dos toros embolados, uno picado en caballitos de mimbre y banderilleado en cestos, y otro picado en burros”, “dará el salto de la garrocha si algún toro tiene las condiciones necesarias”, o “matará el toro con estoque subido sobre unos zancos”.
Todas las funciones estaban acompañadas de un elemento que guía cualquier acontecimiento o fiesta: la música, que incluso era motivo de inspiración para algunas mojigangas, de mano de la zarzuela como hemos visto. En los carteles se refleja que la banda de música (como es la música del Hospicio, o música del Asilo de San Bernardino): “tocará una hora antes de empezar la corrida y en los intermedios, las más escogidas piezas de su repertorio”. En pocas ocasiones se especificarán las piezas que sonaron, pero algunos ejemplos son: Jota aragonesa, Polka Mazourka, Schotisch, Walses de Strauss, Rigodones de Bonetti, Galops de Skozdople, obertura de la ópera Nabuco, sinfonía de Guillermo Tell, o Sinfonía oriental.
Si pensamos en música, lo hacemos también en los bailes. De estos últimos no se conservan muchos testimonios, pero tenemos el de una comparsa que ejecutó “vistosos bailes y evoluciones, paloteos, tejidos de cintas y grupos”.
El acceso a la plaza implicaba la compra de una entrada y atestiguando que la reventa era una práctica que se llevaba a cabo, los carteles de avisos nos muestran que las engañifas podían ser algo recurrente. La prensa lo confirma de la siguiente manera: “el público ayer no salió satisfecho de los toros, y para que no le faltase nada, fue engañado villanamente por unos tunantes que vendieron billetes falsos de tendido, pero tan parecidos a los legítimos, que al más listo le daban la castaña”.
Atendiendo al contenido normativo descrito en el cartel podemos hacernos una idea del tipo de comportamiento o malas costumbres que podían producirse en aquellos espectáculos, “se previene al público que nadie entre con palos, ni arroje cáscaras de melón, sandía, piedras ni otra cosa bajo pena de veinte ducados”, o “se prohíbe absolutamente que los concurrentes se dirijan improperios ni insultos de una a otra localidad, como igualmente el que se critique o haga burla de los trajes o adornos que cada cual lleve”.
Teniendo en cuenta a los animales, podremos encontrarnos normas o avisos enfocados a los toros o novillos: “Que ninguna persona de las que bajen a la plaza pueda tener varas, garrotes, ni arma alguna para molestar las reses, ni cabestros, prohibiendo expresamente el que se agarren a sus colas y monten en los novillos”.
En los primeros carteles, se indica que las corridas las concedía el Rey a los Reales Hospitales General y de la Pasión de la Corte, “con el objeto de que sus productos se inviertan en la curación y asistencia de los pobres enfermos y enfermas [que se encontraban] en ellos”. Y, además, se organizaban funciones benéficas extraordinarias como, por ejemplo: a beneficio de los heridos en campaña; en beneficio de los pobres coléricos de Madrid; a beneficio del banderillero Cayetano Fernández, con objeto de redimirle del servicio militar; o corrida benéfica para las provincias de Galicia (el año de 1853, fue conocido en Galicia como el “ano da fame”).
También encontramos becerradas organizadas por empleados del ferrocarril de Madrid a Zaragoza y a Alicante a beneficio de la Asociación de socorros de la misma Compañía, en la que los lidiadores eran también empleados, aficionados al arte tauromáquico que lidiaban sin retribución.
Algunas de estas corridas benéficas eran de gala. La plaza se adornaba con colgaduras, banderas y gallardetes; los lidiadores ostentaban sus más lujosos trajes; se usaban banderillas de flores, guirnaldas, plumeros, gallardetes, banderas y otros adornos; y los toros lucían vistosas y elegantes moñas que eran regaladas por diferentes señoras de la alta sociedad, y de las que se indica su nombre en el cartel.
Las corridas eran un espectáculo al que la monarquía asistía, lo que da pie a hacer un recorrido por las funciones a las que asistieron, o las que fueron celebradas en su honor, como los festejos “por la mayoría y juramento de S.M. la Reina Doña Isabel II”. Al igual, son destacables las funciones que anunciaban la participación de monarquías extranjeras, como es “la embajada marroquí” o “S. M. la Reyna de Portugal”.
Los hechos históricos acontecidos, inspiraron funciones y también dejaron su huella en los expedientes. Es el caso de la corrida el 14 de septiembre de 1840 celebrada “para solemnizar el glorioso pronunciamiento de esta Capital en favor de la Constitución de 1837 y libertades patrias”, o la del 3 de febrero de 1861 “para celebrar la víspera de la gloriosa batalla de Guad-El-Jelú”. En otros casos, en lugar de festejar una corrida, se vieron en la obligación de suspenderla, como por la repentina muerte de la Reyna Doña María Isabel de Braganza.
Esta colección es algo más que una sucesión de tardes de toros. Nos ayuda a formar una visión más global de nuestra historia, así como de la evolución de Madrid. En ella hay un reflejo de las personas que formaban la sociedad, desde las aguadoras y los operarios de la plaza hasta las esferas de poder de nobles y monarquía. Nos habla del comportamiento a través de las normas, las cuales prohibían actitudes que perjudicaban el espectáculo, y también del trato y maltrato a los animales. Deja ver ese carácter piadoso por el que parte de la recaudación se dedicaba a enfermos en hospitales, de las ganancias generadas en cada espectáculo o los precios de las entradas. Sabemos que había variedad de espectáculos, ya fueran de circo, aerostáticos o pirotécnicos, y del gusto por la música de zarzuela, inspiradora de escenas plasmadas en mojigangas. Las variadas publicaciones de prensa especializadas en tauromaquia muestran el interés que suscitaba esta fiesta. Y, finalmente, recoge ese gusto por la fiesta y la celebración, reflejo de los momentos de ocio de los que disfrutaba la población siempre que tenía ocasión.
Un articulo estupendo. Todo un trabajazo.
Enhorabuena Sara.