Teresa de Jesús, una mujer en una fachada de hombres

Teresa de Jesús, una mujer en una fachada de hombres
1 de Septiembre de 2011

Hace ya más de cien años que desde este privilegiado escenario observo Madrid y sus gentes. Cada día veo como entran a la Biblioteca Nacional de España decenas de estudiantes, investigadores, músicos, hispanistas, niños o visitantes interesados en conocer más sobre la historia de la literatura, las bellas artes, la cartografía, las imágenes y los sonidos.

Soy la única mujer en la fachada de la BNE. Me llamo Teresa de Cepeda y Ahumada, pero todos me conocen como Santa Teresa de Jesús.

Viví en el siglo XVI; era muy joven cuando ingresé en un convento y empecé a escribir, especialmente prosa. Fui perseguida y condenada por la Inquisición después de haber escrito El libro de la vida pero logré que el Papa aprobase la nueva orden de las carmelitas descalzas. Y aquí estoy, perpetuada en un edificio que guarda, conserva y difunde la literatura y el saber.

Junto a mí están las mayores figuras de la cultura española. A mi derecha, Arias Montano, mi contemporáneo. Mucho más que un escritor. Le interesaba la filosofía, la lingüística, la teología y también las ciencias médicas. Además, sabía latín, griego, árabe, hebreo y sirio.

Al lado de Montano, Diego Hurtado de Mendoza, un humanista y militar del siglo XVI. Su condición de militar le impulsó a viajar, aprender numerosas lenguas y a adquirir una impresionante biblioteca que ahora está en el Monasterio de El Escorial. Muchos le atribuyen la autoría del Lazarillo de Tormes, la primera novela moderna española. Junto a él está otro militar y poeta español del Siglo de Oro, Garcilaso de la Vega. Su vida y su obra estuvieron muy influenciadas por Italia. Escribía sonetos, canciones, elegías… siempre de forma clara y natural, sin caer en el cultismo, un estilo que yo también evitaba utilizar.

Este suntuoso edificio de inspiración neoclásica en el Paseo de Recoletos de Madrid, fue obra del arquitecto Francisco Jareño en una primera fase y, después, recogió el testigo Antonio Ruiz de Salces. Jareño, catedrático de Historia del Arte en la Escuela de Arquitectura, se había inspirado en las obras de Shinkel y Katze en los viajes que hizo a Alemania, empezó la costosa obra en el reinado de Isabel II en 1866. A su muerte, Ruiz de Salces hizo algunas modificaciones y logró terminar el edificio a tiempo para las conmemoraciones de IV Centenario del Descubrimiento de América en 1892.

En 1957, el arquitecto Luis Moya, realizó un plan de intervención para la reordenación y ampliación que fue parcialmente ejecutado. Finalmente, en 1986 se realizó la última gran reforma de la Biblioteca, una ampliación y modernización firmada por los arquitectos Jerónimo Junquera y Estanislao Pérez Pita, inaugurada en el 2000 por los Reyes de España.

Los escultores

No sólo los arquitectos contribuyeron a embellecer el edificio. La responsabilidad de las esculturas de las figuras de esta magnífica fachada se debe a nombres como Manuel González, autor de los medallones de Garcilaso de la Vega y Diego Hurtado de Mendoza, las manos de Vencell esculpieron el rostro de Arias Montano. Mi medallón es obra de Antonio Alsina y Amils, el mismo que hizo a Tirso de Molina, a mi izquierda. Tirso de Molina es el seudónimo de fray Gabriel Téllez, una figura del Barroco que vivió a finales del XVI y principios del XVII. La dramaturgia fue la gran contribución de este alumno de Lope de Vega a la literatura española, especialmente con la comedia Don Gil de las Calzas Verdes. Además, se le atribuye la creación del mito de Don Juan. Me gusta compartir este espacio con Tirso de Molina, uno de los primeros escritores que dio profundidad psicológica a los personajes femeninos en sus obras.

Nicolás Antonio y Antonio Agustín Albanell completan los siete medallones de 70 cm de diámetro que están en la parte superior de la fachada. El primero inició la bibliografía española moderna, Albanell fue el precursor del estudio histórico de las fuentes del derecho romano y del canónico. Sus medallones son obras de Vancell y Anselmo Nogués García.

Estatuas que nos reciben

Una de las figuras más destacadas es la estatua que simboliza España y que corona a quién entra en la BNE desde la cúspide del frontón. En el extremo derecho está el Genio y en el izquierdo el Estudio. Dentro del frontón están representadas la Elocuencia, la Poesía, La Música, la Arquitectura, la Filosofía, la Jurisprudencia, la Historia, la Astronomía, la Etnografía, la Geografía, la Química, la Medicina y las Matemáticas. En el centro, la Paz tiene a sus pies a la Guerra, que rompe una espada. Artes y ciencias reunidas en el templo de las letras.

Esta fue una obra de Agustín Querol (tardó diez años en concluirla), un escultor nacido en Cataluña en 1860, discípulo de Domenéc Talarn y de los hermanos Vallmitjana. Después de su paso por Roma se trasladó a Madrid. Es autor también de La Gloria y los Pegasos del Ministerio de Agricultura y otras esculturas en edificios como la Catedral de Barcelona, el Palacio Real o el Museo del Prado.

La armonía que transmite el frontón fue quebrada en algunas ocasiones a lo largo de la historia. Por ejemplo, durante la guerra civil, rodó por los suelos la cabeza de Lope de Vega.

Lope de Vega tiene una de las estatuas de mármol blanco italiano que flanquean los tres pórticos que dan acceso al segundo piso. Las otras tres pertenecen a Nebrija, Luis Vives y Cervantes. En las escaleras reciben al visitante Alfonso X El Sabio y San Isidro.

Alfonso X, rey de Castilla y León en el siglo XIII, además de poeta, fue considerado creador de la prosa castellana y fundó la Escuela de Traductores de Toledo. Fue un rey culto que adoptó el castellano como lengua oficial, aunque escribió muchos poemas en galaico-portugués. Su estatua es obra de José Alcoverro, el mismo autor de la estatua de San Isidro. Alfonso X sostiene en sus manos el Código de las Siete Partidas.

San Isidoro de Sevilla, cuya estatua lee sus Etimologías al lado del Rey Alfonso X El Sabio vivió entre los años 560 y 636. Está considerado un erudito hispano romano. Además de arzobispo de Sevilla, fue escritor y biógrafo de personas ilustres. Escribió un diccionario de sinónimos y ensayos sobre la Biblia y fue determinante en la difusión en España de los trabajos de Aristóteles y otros griegos. Fue el inspirador de todos los escritos medievales de este país.

La mayor figura de la literatura española, Cervantes, da la bienvenida a los lectores en el extremo derecho de la entrada, donde apoya su pié sobre dos grandes libros. La estatua del autor de Don Quijote de la Mancha, poeta, novelista y dramaturgo, es obra de Vancell.

La cabeza de Lope de Vega

Pero no siempre han sido buenos tiempos para la BNE. Recuerdo una noche de noviembre de 1936, en plena Guerra Civil, aviones franquistas comenzaron a bombardear Madrid. Algunos de los proyectiles atravesaron las frágiles cubiertas de cristal y hubo que tomar medidas urgentes para proteger los materiales más valiosos. Se trasladaron fuera de Madrid algunas obras y otras se protegieron con sacos de arena en los sótanos. Tras los aviones llegó la artillería que rompió una de las cornisas y provocó daños en la fachada principal, incluso decapitar la estatua de Lope de Vega. Su cabeza tirada en el suelo fue un símbolo de la destrucción.

Lope de Vega fue un gran poeta y dramaturgo del Siglo de Oro. Su producción en castellano fue muy extensa y conserva una gran actualidad. Tenía una rivalidad con Cervantes, pero hoy ambos han hecho las paces uno al lado del otro en la fachada.

Tampoco podía faltar Nebrija, autor de la primera gramática de la lengua castellana en el año 1492. Historiador, astrónomo y pedagogo, Antonio de Nebrija se basó en el latín, que era para él una lengua superior a las otras y a la cual todas debían acercarse. Para Nebrija, nuestra lengua es una evolución del latín imperfecto traído por los godos después de pasar por la influencia de otras lenguas.

Completa el conjunto de estatuas de la escalinata la obra de Carbonell que representa a Luis Vives, filósofo y pedagogo que nació en el año de la reconquista de Granada. Su familia judía no tuvo una vida fácil. Fue perseguido por la Inquisición; estudió en la Universidad de la Sorbona, más tarde se trasladó a Bélgica y después a Inglaterra. Fue amigo de Erasmo de Rotterdam y Catalina de Aragón.

La fachada se completa con otros cuatro ilustres de la historia de las letras en España: el teólogo e historiador de finales del XVI Padre Juan de Mariana, Fray Luis de León, poeta y humanista del Renacimiento, cuyas obras escritas con un lenguaje poético, preciso, eficaz y armonioso tratan temas morales y ascéticos donde alcanzar a Dios simboliza alcanzar la paz y el conocimiento; Francisco de Quevedo, cuyos poemas y obras narrativas y dramáticas llenas de juegos de palabras y nuevos adjetivos demuestran las posibilidades expresivas del castellano y Pedro Calderón de la Barca, un militar que culminó el modelo teatral barroco creado a finales del siglo XVI por Lope de Vega, reduciendo el número de escenas y añadiendo elementos como la música y la escenografía. Somos veinte, pero podríamos ser muchos más. Representamos la lengua y la literatura española y algunos de los periodos más relevantes de la historia. Nos hemos quedado petrificados en el tiempo, pero el tiempo pasa y este templo de la cultura va adaptándose a él como una piel. Trescientos años nos contemplan y muchos más están aún por llegar.

Carla Sao Miguel

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