“Querido Rey Negro…”
En vísperas de la noche de Reyes de 1935 el diario Ahora publicó un par de cartas representativas de las que habían escrito los niños ese año. Una de ellas, redactada por Antoñito del Río y dirigida al rey Baltasar, decía lo siguiente:
Querido Rey Negro. Mucho te agradeceré que me traigas este año un tren y una caja de soldados con cañones y todo, y una bicicleta, y un rompecabezas, y un caballo de cartón, y un auto de bomberos, y un camión de guardias de asalto, y unos libros de cuentos del Gato Félix y de Pipo y Pipa, y de la Caperucita y de Pulgarcito. Pero que no se te olvide, ¿sabes? Muchas gracias, y yo te prometo ser muy bueno, no dar guerra a mis papás, saberme siempre las lecciones y no pegar a mi hermanito.
La carta de Antoñito es singular porque no era corriente que se le escribiera al rey Baltasar. El preferido era Gaspar, aunque con mas frecuencia las peticiones iban dirigidas a los tres Reyes Magos sin distinción.
Esta otra, según recoge la revista Crónica, la escribió Rosita Fernández en 1932:
Excelentísimo Rey Gaspar: Te pido con mucha necesidad una muñeca que llore, un fregadero y un cocodrilo de trapo que he visto en la calle del Arenal... No dejes de traérmelo todo, y te prometo que seré buena.
La misma revista publicó esta foto de un grupo de niños junto al muñeco de un rey mago con un buzón para recoger las cartas a la puerta de un gran almacén madrileño.
Que los niños escribieran cartas a los Reyes Magos era para entonces ya habitual en España, sobre todo entre las familias acomodadas. Era una costumbre iniciada al parecer en la primera mitad del siglo XIX, aunque lo de echarlas en un buzón, de Correos o comercial, comenzó tiempo después a imitación de otros países europeos, como prueba esta preciosa imagen publicada por La Ilustración católica en 1889 en la que se reproduce una pintura del francés Timoléon Lobrichon. Se ve cómo una niña ayuda a su hermanita a meter en un buzón la carta a los Reyes Magos.
En nuestro país la carta que pasa por ser la más antigua conservada es la de Amalia Yebra, una niña de Almería que la escribió en 1899. En ella pedía a los Reyes Magos, entre otras cosas, una muñeca china de porcelana. Este curioso documento se conserva en el Museo de la Escritura Popular de Terque (Almería).
Pero mucho antes de que se echaran las cartas en un buzón con días de antelación, los niños de familias pudientes escribían una nota o papelito con las peticiones de juguetes y lo dejaban la noche de Reyes directamente sobre una cestita o los zapatitos que se ponían en el balcón, la ventana o junto a la chimenea.
La escritora Cecilia Böhl de Faber, que firmaba con el seudónimo de Fernán Caballero, nos dejó un testimonio de esta costumbre en un artículo que escribió en la revista infantil Educación pintoresca en 1858:
La víspera del día de Reyes, hijos míos, acostumbran los niños en Andalucía poner un canastito en el balcón; en este canastito colocan un memorial dirigido a los tres Reyes de Oriente haciéndoles una súplica para que les otorguen lo que desean y va expresado en el memorial. A la mañana siguiente hallan de cierto en el canastillo lo que han pedido, siempre que los deseos de los niños sean, moderados, infantiles y hechos con sencillo y sincero corazón.
En este cuadro de Joaquín Sorolla que reprodujo en 1901 La Ilustración española y americana el pintor valenciano retrata a su familia en la noche de Reyes.
En la imagen vemos a los niños Joaquín y María colocando notas en los zapatitos mientras que Clotilde, la madre y esposa del pintor, abre la ventana para que la otra hija, Elena, deposite los suyos. En la cartita del niño, que lleva el mismo nombre que su padre, se puede ver escrito el nombre de Gaspar, el rey al que dirige sus peticiones.
Como es natural, nadie dudaba de que los Reyes Magos tuvieran la capacidad de leer esa misma noche lo solicitado y depositar los juguetes al momento. El buzón, introducido en parte por los bazares y comercios para tener tiempo de preparar los regalos, quitó algo de encanto a una noche tan mágica. Aunque también las instituciones y organizaciones caritativas que se encargaban de recoger juguetes para los niños pobres promovieron el uso del buzón de Correos para que los pequeños, y con ellos los padres, se animaran a escribir a sus majestades de Oriente.
Con motivo de la fiesta de Reyes de 1889, La revista El Mundo de los niños publicó en su portada este enternecedor grabado en que Melchor, Gaspar y Baltasar, portando juguetes, rodean la cama y el sueño de un niño.
Vemos que del armazón de la cama cuelga una bota. En este caso el artista no has dejado con la intriga de si la carta está dentro de la bota o el niño la echó a un buzón. Lo curioso es que el calzado no está en el balcón, la ventana o la chimenea, lugares donde según la tradición había que dejarlo.
Lo de poner el calzado junto a la chimenea debe tener algo que ver con Papá Noel, quien solía bajar por el hueco de la misma para introducirse en las casas. Esta debe ser la razón por la que los niños que se habían portado mal en el año recibían carbón en lugar de juguetes. Solo carbón para echar al fuego. Aunque en los hogares humildes de la España rural de entonces no vendría mal el carbón para calentarse en el invierno, lo habitual es que los Reyes dejaran en el hueco de las alpargatas un puñado de dulces o frutos secos. Y nada más.
El Mundo de los niños publicó en 1888 un dibujo que parece la secuencia posterior del anterior, aunque con dos niños como protagonistas. Es la mañana de Reyes y los dos pequeños de familia rica, que se acaban de despertar, miran ilusionados los juguetes dejados en la ventana mientras afuera sus majestades inician el viaje de regreso a Oriente.
Aparte de por el avance en la alfabetización, en que arraigara la costumbre de escribir cartas a los Reyes Magos tuvo que ver el hecho de poder verlos en la cabalgata con la que hacían su entrada en la ciudad. Verlos de cerca en persona, sentirlos afectuosos y accesibles, alimentaba la confianza en los niños para escribirles.
La cabalgata de Alcoy pasa por ser la más antigua de España, algo que está relacionado con la temprana industria juguetera de la provincia de Alicante. En los Reyes de 1892 podemos leer en el periódico la Unión Católica el siguiente relato:
Existe en Alcoy una sociedad titulada Panerot la cual organizó el martes una cabalgata que recorrió varias calles durante la noche, repartiendo a los niños juguetes que anteriormente depositaron sus padres en la mencionada sociedad. Al frente de la cabalgata iban los tres Reyes Melchor, Gaspar y Baltasar. Seguíanles varias bandas de música y numeroso acompañamiento. Los tres Reyes ascendían, utilizando una escalera portátil, hasta el balcón donde algún niño asomaba su linda cabecita y el Rey le llamaba por su nombre, le acariciaba y le daba el juguete, dejándole más admirado que contento al ver que el Rey le conocía, acariciaba y despedía de él como si fuera un amigo a quien visitase diariamente.
En la revista La Edad dichosa, de hermoso título, podemos ver en ese año de 1892 un grabado de fantasía que reproduce esa escena de los Reyes acercándose a los balcones de los niños. Aunque en este caso son ayudados por angelitos que son quienes suben los juguetes.
Una cabalgata en Madrid con Reyes Magos de carne y hueso, es decir, con hombres disfrazados de tales, puede verse en Mundo gráfico. Corresponde al año de 1915 y es muy sencilla, sin carrozas ni muchos adornos. Sus majestades desfilan a caballo frente a un grupo de niños pobres del asilo de la Paloma como paso previo al reparto de juguetes recogidos por las organizaciones caritativas.
En 1933, en la España republicana, el Ayuntamiento de Madrid compró juguetes para los niños pobres y los almacenó antes de su reparto en las caballerizas del palacio de Oriente. Hasta 80.000 juguetes se apilaban en la que había sido la casa de los Reyes de España. El Ayuntamiento había acordado suprimir la fiesta de los Reyes Magos y hacer el reparto con motivo del Año Nuevo como un manera de educar a los pequeños en la realidad de la vida y no en vanas ilusiones.
El autor de un artículo titulado ‘El ocaso de las bellas mentiras’ en la revista Nuevo Mundo se pregunta si es certera esta pedagogía:
¿Hasta qué punto tiene derecho nuestra razón práctica de hombres para quitarle una ilusión a un niño?... Será acaso muy práctico; tal vez muy eficaz. Pero yo no estoy conforme. A mí me parecerá siempre demasiado pronto para convertir a eso tan bello, tan ilusionado y tan alegre que se llama «un niño», en eso tan triste y tan desesperanzado y tan egoísta que se llama «un hombre».
Del año siguiente, 1934, es esta fotografía de la revista Estampa que da testimonio de lo arraigada que estaba la fiesta de los Reyes Magos. Vemos cómo el hermano mayor le lleva la mano a su hermanito para escribir la carta a Melchor, Gaspar y Baltasar.
Mundo gráfico publicó algunas de las cartas escritas por los niños en los Reyes de 1936, sin olvidar aquellas redactadas con faltas de ortografía, como una que comenzaba diciendo: Queridisimos rrelles magos… Aunque en general estaban bien escritas, como esta:
Queridos reyes. Somos dos hermanas y nos gustan mucho esas muñecas que menean los ojos, pero como comprendemos que es mucho dinero traigan una para las dos y sino lo que ustedes quieran. Con muchos besos de María Carmen.
O esta otra que la revista reproducía fotográficamente:
Mi querido Rey Gaspar deseo que me traiga unos pendientes de oro, un llorón que sea grande y un coche de capota. La amiga que nunca le olvida. Carmen.
En otra de las cartas reproducidas fotográficamente un niño ha querido precisar el destino de la carta para que los carteros no la pierdan y ha escrito: Los Reyes Magos. Camino de Belén. Por las nubes.
Aunque pueda dar esa impresión las niñas ya no pedían solo muñecas a los Reyes. Muchas de ellas preferían otro tipo de juguetes. En el semanario deportivo AS de ese mismo año se publicó una página en la que vemos a una niña con una raqueta de tenis y chicos y chicas jugando indistintamente con automóviles o montando las piezas de un aeroplano.
Un vendedor de juguetes explica al periodista que desde hacía unos años había visto cómo lo niños se decantaban por juguetes deportivos, a lo que contribuyó lo que denomina la fiebre del fútbol. Y en relación con las niñas observaba algo parecido:
También en las niñas ha evolucionado la afición hacia el deporte. Entre ellas también los juguetes deportivos han desplazado un poco a las muñecas y juegos "caseros". Muchas nenas prefieren una bicicleta o un "auto” de pedales a una muñeca.
De todas formas, tarde o temprano, llegaba un día en que la ilusión se desvanecía. Los niños crecían y los Reyes Magos perdían su magia. El Liberal del día de Reyes de 1906 dedicó su portada a un artículo sobre este desengaño escrito por José Echegaray, dramaturgo quien hacía poco había ganado el Premio Nobel de Literatura, el primer español que lo obtuvo.
Debajo del artículo del escritor, que también fue ministro y matemático, había una graciosa viñeta en que un grupo de niños sorprende a su padre poniendo los juguetes junto a la chimenea. El diálogo es delicioso:
—¿Qué hacéis ahí?
—Nada; venimos a que vea Manolín la trampa de los Reyes
—¿Pero vosotros la sabéis?
—¡Anda! Nosotros hace dos años que te vemos hacer de Mag