El sorteo de lotería de Navidad de nuestros bisabuelos
La Puerta del Sol es un hormiguero humano formado por todas las hormiguitas que piensan llevarse a casa el grano para el invierno. A cada número que aparece en los lienzos de los balcones de La Correspondencia de España responde un clamor de satisfacción o de rabia. (La Correspondencia de España. 23/12/1913, n.º 20.404.)
Esto es lo que podemos leer el día del sorteo de la lotería de Navidad de 1913 en las páginas del citado periódico, uno de los de mayor difusión de la época. Antes de que la radio cambiara las costumbres con su información ubicua e instantánea los madrileños se congregaban en el corazón de la ciudad para seguir el desarrollo del sorteo, que se celebraba en la antigua Casa de la Moneda, en la plaza de Colón. Cuando los niños del colegio de San Ildefonso cantaban los números premiados, inmediatamente se comunicaba por teléfono a las oficinas de La Correspondencia de España, que ocupaban la primera planta del edificio de la Puerta del Sol situado entre las calles Mayor y Arenal. Desde los balcones se iban mostrando los premios, los números y las localidades afortunadas ante un público expectante y emocionado que aguardaba cada aparición como un espectáculo de magia.
Este ritual duró muchos años, pero mejor que imaginarlo es verlo. Por ejemplo, en esta fotografía de Mundo Gráfico del sorteo de 1915 en la que la gente que abarrota la Puerta del Sol mira en silencio hacia los balcones a la espera del milagro:
Los madrileños llenan la Puerta del Sol para ver los números premiados del sorteo de Navidad, en la revista Mundo Gráfico
La mañana del sorteo la circulación de carruajes, tranvías y de los pocos automóviles que había entonces se veía constantemente interrumpida, pero a nadie le parecía importar. Todo Madrid estaba pendiente de esos balcones de la Puerta del Sol, dado que seguir en directo el sorteo desde dentro de la Casa de la Moneda solo estaba reservado a unos pocos por su poco aforo. Y esos privilegiados habían pagado bien su derecho. Lo habían comprado por unas pesetas a los llamados colistas, gente humilde que había pasado toda la noche haciendo cola para entrar cuando se abrieran las puertas. Algunos llevaban braseros para calentarse y otros comida y bebida que compartían. Los colistas formaban toda una hermandad.
El año de 1913 el gordo cayó en Madrid y se hizo esperar. Fue cantado pasada la una de la tarde, por lo que el reportero de La Correspondencia de España que relató luego hora por hora lo que había ocurrido en la Puerta del Sol nos ha dejado un espléndido fresco social de la mañana del sorteo de Navidad.
A las once y media pasó lentamente por el medio de más de cinco mil personas, que ocupaban el centro de la Puerta del Sol, un automóvil de la Casa Real conduciendo a S.M. la Reina Victoria. El público, respetuoso, saludó á S. M. descubriéndose y dándole algunos vivas.
Una hora después pasó un coche de caballos llevando a unos novios, ella con traje blanco y él de rigurosa etiqueta. La gente hizo hueco a la pareja entre aplausos y piropos a la novia.
Durante toda la mañana y según iban saliendo los premios mayores se veía por la Puerta del Sol a chicos corriendo a todo meter para llegar a las cercanas centrales de Teléfonos y Telégrafos. Eran contratados por los corresponsales de los periódicos de toda España que se reunían en algún establecimiento de la zona. Ese año de 1913 estaban en la cervecería La Tropical, en la calle del Correo. Allí, al teléfono para recibir la llamada desde la Casa de la Moneda estaba como siempre Carmelo Bermúdez, un actor cómico que transmitía los datos a los periodistas cantándolos como un cantante de ópera.
El barítono de la compañía Prado-Chicote, el insustituible Carmelo Bermúdez, ha lucido un año más su potente voz, cantando los números, premios y poblaciones con gran claridad, intercalando algunas veces un chistecito, acogido casi siempre con respetable abucheo.
Por fin, cayó el gordo y el hervidero de la Puerta del Sol alcanzó su clímax. Así lo contaba el reportero de La Correspondencia de España:
A la una y diez colocamos el cartel con el 18.073, premiado con los 6.000.000, en Madrid. La ovación que tributaron al número fue indescriptible. Los chicos levantaban las gorras en alto, los hombres aplaudían y las mujeres gritaban entusiasmadas. Entre las mujeres que estaban ante nuestros balcones había una vestida de luto, con mantón y pañuelo de seda a la cabeza, que dijo emocionada que le había tocado el premio grande. Cuantos la rodeaban querían levantarla en alto; a empujones y tirones la llevaban de uno a otro lado de la Puerta del Sol, y tuvieron necesidad de acudir varios guardias de orden público para librar a la afortunada mujer del entusiasmo popular. (La Correspondencia de España. 23/12/1913, n.º 20.404.)
Portada de la revista Madrid Cómico en víspera del sorteo de Navidad de 1911
Desde el nacimiento de la lotería hace más de 200 años, el premio grande o premio gordo fue imaginado como un señor orondo de carnes opulentas. Seguramente porque el hambre siempre estuvo presente en la vida de muchos españoles y hacerse rico era igual a comer hasta hartarse.
En la revista Madrid Cómico podemos ver esta imagen publicada en víspera del sorteo de Navidad en la que una niña le dice a su madre: ‘Mamá, que se acerca el gordo’
Era común en la prensa este tipo de representación, no solo para el primer premio sino también para los otros premios mayores del sorteo. La portada de La Correspondencia de España de 1908 informa de ello en globos con figura de hombres orondos que vuelan por el aire:
Portada de La Correspondencia de España de 1908 con los premios de la lotería en forma de globos
Este número del periódico tiene la particularidad de hacer una ‘historia de los gordos’, con las personas que habían sido agraciadas desde 1860; unas veces tocaba a ricos y otras a pobres, lo que prueba lo caprichosa que ha sido siempre la diosa fortuna.
En 1875, por ejemplo, el billete agraciado con el gordo fue comprado íntegramente por un rico banquero de Barcelona, y en 1884 cayó en Sevilla:
Lo adquirieron los camareros del café de la Perla, que repartieron participaciones entre algunos parroquianos, uno de ellos un pobre anciano que con un sueldo mezquino mantenía a siete nietecitos.
Caricatura del alcalde de Madrid Pedro Rico como el gordo de la lotería, en el diario Luz
En 1932 el diario Luz, que se subtitulaba diario de la República, publicó el día del sorteo de Navidad un artículo de Azorín sobre un industrial a quien le toca el gordo el mismo día que un incendio arruina su fábrica de tejidos. En esa misma página hay una simpática caricatura realizada por el genial Bagaría del alcalde de Madrid, Pedro Rico, cuya rotunda humanidad era bien visible. El dibujo va acompañado de la leyenda: ‘El gordo este año se ha quedado en Madrid’.
Las supersticiones, lo mismo que ahora, estaban a la orden del día, con personas que soñaban que el número premiado caía en determinada ciudad de España y allá que iban seguidos de una legión de ilusos, agotándose enseguida los décimos o vigésimos, porque hubo una época en que el billete se dividía en 20 partes en lugar de 10. Tampoco faltaban los timadores o timadoras, como el caso de una mujer llamada Antonia García que repartió participaciones de un número que no tenía y de la que da cuenta El Correo Español en 1909:
Ayer ocurrió en la glorieta de Atocha un caso muy chusco, al par que triste. Serían las dos de la tarde cuando una mujer llamada Antonia García se acercó a una pareja de guardias y les dijo: —Llévenme ustedes á la cárcel, porque he cometido un delito; soy una mala mujer que he arruinado a todos los vecinos de mi casa. Verán ustedes qué desgracia. Yo, hace unos días, necesité diez pesetas y se me ocurrió dar diez particiones de peseta en el núm. 15.872, y ha caído el segundo premio; así es que debo 30.000 pesetas, y he sumido en la miseria a diez familias.
La mujer prefería que la encarcelaran antes de enfrentarse a sus engañados y enfurecidos vecinos.
El día del sorteo de Navidad, en las horas previas, el entusiasmo era casi universal y los periódicos del día rezumaban alegría ante el gran número de ejemplares que iban a vender con la lista de los premios y las informaciones sobre los agraciados. Pero en 1922 el diario La Acción, un periódico conservador, salió ese día en su portada con este sorprendente título: Fomentando el vicio.
La lotería nos parece una escandalosa inmoralidad. Si al Estado se le pudiera condenar con la ley en la mano, sería cosa de meterle en presidio, porque la lotería que él sostiene y fomenta, a la que nos invita desvergonzadamente, es un delito previsto y penado en el Código Penal. Si en la letra no se consigna, el espíritu lo dice claramente, porque si bien es cierto que el artículo 358 sólo se refiere a los juegos de suerte, envite y azar en casa propiamente de juego, dedicada al mantenimiento do dicho vicio, no lo es menos que el artículo 594 castiga con multa a los que en sitios o establecimientos públicos promoviesen o tomasen parte en cualquier clase de juegos de azar que no fuesen de puro pasatiempo y recreo.
El periódico daba luego la clave del asunto: los enormes ingresos que el Estado obtenía con total anuencia ciudadana:
Produce pena un país donde todo es confiado al azar, donde los ingresos más saneados para la Hacienda pública nacen de una inmoralidad.
Página cinematográfica del Heraldo de Madrid con la actriz Carmen Viance y un anuncio de la película 'El Gordo de Navidad'
Esta visión negativa de la lotería era minoritaria. Prueba de ello es el éxito que obtuvo una película rodada en 1929 y que se proyectó en vísperas del sorteo de ese año titulada ‘El Gordo de Navidad’. En el Heraldo de Madrid vemos una fotografía de la actriz protagonista Carmen Viance, estrella del cine mudo español.
Y en El Liberal podemos leer una crítica de la película tras su estreno:
Todo en la cinta es admirable. El argumento se desarrolla entre las clases media y modesta, presentando en la pantalla sus virtudes y privaciones, hasta que la lotería cambia la suerte de todos, trastornando la tranquilidad de varios hogares, para demostrarnos que el dinero no es el mejor vehículo de la felicidad, aunque lo parezca.
Era como se ve una película para que se consolaran aquellos a quienes no les tocaba la lotería, o sea casi todo el mundo. Pero a quienes les tocaba no podían dejar de mostrar su felicidad. No era como ahora en que se descorchan botellas de champán sino que la alegría era más contenida. Los fotógrafos de los periódicos llegaban a los lugares visitados por la fortuna y la gente miraba dichosa a la cámara pero sin salirse de madre.
En 1935 el gordo tocó de nuevo en Madrid, en el barrio popular de Arganzuela. En la revista Crónica podemos ver las caras de felicidad de algunos de los afortunados:
Agraciados con el gordo en el sorteo de 1935, en la revista Crónica
El reportero entrevista a la hija chulapona de una de las mujeres agraciadas, en un diálogo que parece sacado de una zarzuela:
—¿Cuánto juega su madre?
—Diez pesetas.
—¡Menudo pellizco!
—¿Verdad usted?
—Oiga usted, María, aunque esté mal preguntado: ¿qué cree usted que va a hacer su madre con tanto dinero?
—Vivir ¿Le parece a usted poco? Claro que sin las estrecheces y miserias de ahora, que si te llego no te alcanzo. Pero, vamos, sin volverse loca tampoco: que no creo yo que lo que nos ha tocao sea pa comprarse un ‘Renaulte’ y alquilar un piso en la Gran Vía, me parece a mi.
—¿Tiene usted novio, María?
—¡Ni las ganas!
—Pues usted es un rato guapa.
—¡Olé!
—Y con esos catorce reales de ahora...
—Eso, no. A mí hay que quererme por mí sola.
—Natural.
Foto de la lotera doña Manolita en su establecimiento durante la Guerra Civil, en La Voz
Si hay algo eterno, verdaderamente indestructible en España, es el sorteo de lotería de Navidad. Tanto que ni siquiera la Guerra Civil pudo con él. En la portada del diario La Voz del 5 de diciembre de 1937 aparece una foto de la popular lotera madrileña doña Manolita. Su establecimiento, en pleno centro de la ciudad, la Gran Vía, había quedado muy afectado por los bombardeos. Los obuses han dejado su tienda como un colador, dice el periódico, que informa que había loteros que seguían vendiendo como antes de la guerra. No era el caso de doña Manolita, que había perdido gran parte de su clientela, dado que su establecimiento era de los más expuestos a los bombardeos; pero ella se resistía a trasladarse a otro lugar de Madrid. Seguía aferrada al rincón que había hecho de ella la gran pitonisa de España.
QUÉ BONITO HOMENAJE A UN DIA TAN ESPECIAL EN ESPAÑA