Cuando los pucheros servían de urnas

Cuando los pucheros servían de urnas
26 de Mayo de 2023

En el siglo XIX, cuando se consolidó el Estado liberal, las urnas para depositar el voto eran un elemento imprescindible, pero no las había en todas partes. En el mundo rural, omnipresente entonces en España, se llegaban a usar pucheros grandes de cocina el día de las elecciones. Se echaban en ellos las papeletas como si fueran garbanzos, práctica que dio lugar a situaciones curiosas.

En 1849, en un pueblo de Pontevedra, los miembros de la mesa electoral discutieron sobre si un vecino había votado dos veces. Acabaron a guantazos y se les rompió el puchero que recogía las papeletas, que quedaron esparcidas por el suelo. La votación fue anulada y hubo que repetirla. El diario La Nación, sorprendido porque un recipiente casero hubiera servido de urna, contó graciosamente la anécdota:

Tristes, llorosos, afligidos y desconsolados, los electores gallegos del distrito de la Consolación han acudido a la superioridad para que eche unas lañas a la olla gallega que les ha servido de urna en las elecciones de un diputado a Cortes... Es el caso que los hijos de la provincia de Pontevedra, sabedores de que Dios formó al hombre de un puñado de barro, quisieron formar a su diputado de otra porción de barro para poderle decir algún día:

No alborotes el cotarro,
Hablador de Satanás,
¡Acuérdate que eres barro
 Y a ser barro volverás¡

En los pueblos donde los pucheros podían servir de urnas los caciques solían campar a sus anchas, por lo que el fraude era más fácil en estos distritos electorales. Como el puchero o la olla es también un guiso que uno aliña a su gusto es natural que el pucherazo viniera a significar guisar las elecciones, es decir, amañarlas para que resultara elegido el candidato deseado. Por analogía con los tres vuelcos del cocido el vuelco de puchero era inflar artificialmente las actas electorales con votos que no habían sido emitidos, como leemos en esta noticia publicada por La Época en 1886:

A los que hablan de la sinceridad que ha presidido las últimas elecciones debemos decirles que en las de Alcalá Chinchón ha habido sustitución de urna, vuelco de puchero, cambio de nombres en las papeletas a presencia de los electores y otra porción de ilegalidades.

En la España de la Restauración, en la que los partidos conservador y liberal se repartían por turno el Gobierno amañando el resultado, el término pucherazo estaba ya consagrado. El periódico El Siglo futuro lo citaba en 1886 con algunas de las triquiñuelas usadas para manipular las elecciones:

Las actas en blanco, las urnas de doble fondo, el escamoteo de papeletas, el voto de los difuntos y la preterición de los vivos, y en último término la clásica suerte del pucherazo, harán su oficio a maravilla, y el cuerpo electoral una vez más se verá sorprendido con los milagros de la urna progresista.

Hoy en día todos los procesos electorales están supervisados por los jueces mediante las juntas electorales, lo que garantiza el juego limpio, pero el pucherazo fue durante mucho tiempo sinónimo de llegar al Gobierno haciendo trampas en los comicios. Así lo refleja este dibujo del semanario satírico El Mentidero, de 1917, en el que vemos a un político asomándose a una olla gigante con la palabra Poder en mayúsculas:

Un político sobre una olla gigante con la palabra Poder
Un político sobre una olla gigante con la palabra Poder

En 1890 se aprobó el sufragio universal masculino para mayores de 25 años. Antes solo podían votar quienes tenían cierto patrimonio y contribuían a las arcas públicas. Aunque el cuerpo electoral era mayor nada cambió. Aludiendo a Cánovas y Sagasta, los jefes de los partidos que se turnaban en el poder, la revista La Carcajada compuso estos versos:

 El sátrapa y el califa,
 mano a mano y faz a faz,
 arreglaron la paella
 del sufragio universal.
 Los votos se repartieron
 Con tino y con equidad

El periódico La Unión católica, se reía también del sufragio universal y daba la siguiente noticia:

¿A quién se va a hacer creer que ha habido elecciones en Albarracín? Allí, en las nueve secciones, cuyas mesas no estaban intervenidas, no ha habido más que pucherazo limpio, pero torpe y groseramente descargado.

 

Descargar un pucherazo pudiera interpretarse metafóricamente de manera más brutal. Como si el recipiente sirviera para golpear con él a los candidatos de la oposición, lo que recuerda a la temida partida de la porra, grupo de hombres armados que en día de elecciones merodeaban por los colegios para amedrentar a los votantes y que fue lamentablemente célebre durante todo el siglo XIX.

En esta caricatura que publicó La Carcajada en abril de 1872, tras las elecciones celebradas unos días antes, podemos ver a algunos hombres con porra en una comitiva triunfal que ejemplifica todos los males del sistema electoral:

Comitiva triunfal que ejemplifica los males del sistema electoral
Comitiva triunfal que ejemplifica los males del sistema electoral

Al frente del desfile, llevado a hombros por los beneficiados del sistema y subido a un embudo que simboliza el cribado de los votos, vemos a Sagasta en la primera y breve etapa en que se aplicó el sufragio universal masculino. Empujando una carretilla llena de papeletas aparece uno de los adictos al poder. Lleva la inscripción votos al por mayor, aludiendo a la compra de votos. Otro lleva sobre su cabeza una caja llena de papeletas; es la urna ya amañada antes de comenzar la votación. Otro porta una mesa plegable con los cubiletes y los dados de trilero. Vemos a los candidatos y electores de la oposición detenidos y apaleados mientras que la Guardia Civil y el Ejército garantizan el orden con su presencia.

Hacia el final de la caricatura también se ve un carro con la leyenda: depósito de votos para Lázaros, lo que necesita una aclaración. Es una alusión al voto de los muertos, otra de las trampas utilizadas para inflar los resultados al gusto deseado. Eran llamados Lázaros por analogía con el Lázaro del Evangelio que resucitaba. También se llamaba así a los candidatos del Gobierno que eran derrotados en las urnas y se les resucitaba falsificando las actas.

Refiriéndose a esta segunda acepción el periódico La Discusión hizo un irónico comentario en 1871:

 

Los diputados a quienes nosotros llamábamos Lázaros no pudieron ser resucitados porque no murieron, y no murieron porque la muerte supone la vida, y aquellos señores nunca la tuvieron como diputados, porque nunca fueran tales sin la facultad creadora del Gobierno, que los formó del lodo de las urnas, como Dios a Adán del lodo de la tierra, según el mito genesiaco; de suerte que, con más propiedad que Lázaros, les hubiéramos llamado Adanes.

 

En cuanto al voto de los muertos propiamente dicho, el periódico satírico Gil Blas decía lo siguiente en 1871 comentando las elecciones recientes:

 

Muchos afirman que en Madrid han votado hasta doscientos cuarenta difuntos…Esto demostrará solamente que aun en este siglo de corrupción y descreimiento suelen reproducirse los milagros; pero milagros de verdad, auténticos, vivitos, y no esas parodias de milagros, esos milagrillos de tres al cuarto, como la sangre que se liquida o el Cristo que suda... Los difuntos salen de sus tumbas para apoyar al ministerio; esto, a más de probar su bondad relativa, es edificante.

 

Otro periódico satírico y anticlerical, El Motín, publicó un expresivo dibujo en 1884 con los muertos saliendo de sus sepulturas para ir a votar. El grabado lleva el rotundo título: Antes de la batalla electoral. Levantar muertos

Dibujo satítico para denunciar el voto de los muertos en las elecciones
Dibujo satírico para denunciar el voto de los muertos en las elecciones

Con el fin de garantizar unas elecciones limpias y sin fraude el Gobierno de Antonio Maura aprobó en 1907 una nueva ley electoral. Era una ley reformista en línea con los afanes regeneracionistas que buscaban acabar con el caciquismo. La norma introducía novedades como el sufragio obligatorio, la elaboración del censo por el Instituto Geográfico y Estadístico en lugar de por los ayuntamientos y un mayor control del proceso por parte de la administración de justicia, todo ello a fin de que no se adulteraran los resultados.

Con el voto obligatorio se esperaba aumentar el número de electores de los distritos rurales, muchos de los cuales solían permanecer pasivos. También para estimular la participación se estableció en el artículo 29 que no habría elecciones en los distritos donde se presentara un único candidato, que quedaría proclamado automáticamente, así como en las circunscripciones donde se presentaran el mismo número de candidatos que puestos a elegir.

Como por otra parte se endurecían las condiciones para ser candidato, el artículo 29 tuvo un efecto contrario al deseado con el resultado de que en cada elección alrededor de un centenar de diputados eran proclamados sin competencia, lo que favorecía a los llamados partidos del turno, conservadores y liberales, en detrimento de los demás.

Un dibujo publicado en la revista Gedeón en 1910 expresó con gracia y mordacidad esta situación:

Diputados gatos entrando al Congreso por la gatera del artículo 29 de la ley electoral
Diputados gatos entrando al Congreso por la gatera del artículo 29 de la ley electoral

Con el título Música nueva con letra vieja vemos a un montón de gatos-diputados entrando por una gatera del Congreso denominada Artículo 29. La imagen del fraude se completa con una olla gigante junto a los gatos que alude al pucherazo.

En los años 20 y 30 Gutiérrez, la gran revista de humor de la época, contribuirá a suavizar las tensiones sociales arrancando sonrisas con su socarronería a todo el espectro político. Era un humor liviano, ingenioso, amable y con chispa que huía del sarcasmo y la confrontación.

Un ejemplo de ello es esta caricatura publicada en abril de 1933 titulada Discutiendo el voto en la que una mujer arroja la bota a su marido, quien huyendo por la casa le dice que le ha pedido el voto y no la bota. El chiste se aprecia mejor sabiendo que ese mismo año las mujeres votarían por primera vez en España.

Caricatura de una mujer tirando una bota al marido cuando le pide el voto
Caricatura de una mujer tirando una bota al marido cuando le pide el voto

En esta misma página de la revista Gutiérrez podemos leer otro ejemplo de humor ligero y guasón con la noticia de las elecciones municipales celebradas en el pueblo ficticio de Arreaparriba:

Las elecciones municipales celebradas el domingo hubieron de ser suspendidas porque una encantadora ciudadana que llegó a votar a las once y cuarto empezó de cháchara con los interventores y con el presidente de la mesa, y galanteo va, flirteo viene, pellizco va y bofetá viene, dieron las diez de la noche y no se había podido reanudar la votación. La cola de electores llegaba al pueblo próximo. Se tomaba unas copas y volvía al colegio electoral, donde aun seguía el flirteo con la vecina. En vista de lo cual, la cola volvía a llegarse hasta el pueblo de al lado. No se sabe cuando se repetirán las elecciones en esta localidad; pero, desde luego, esperaremos a que la encantadora ciudadana se case o se muera, porque si no, no hay forma. Además, que la cola de electores está fatigadísima de tanto andar.

 

 

Comentarios

Rocío

¡Qué viñetas tan amenas y tan buenas! Muy bien sacadas, Antonio. Gracias por rescatar estos trocitos de nuestra historia.

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