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A los 400 años de la muerte de Tomás Luis de Victoria
Poco podía imaginar doña Francisca Suárez de la Concha que el séptimo de sus once hijos vivos llegaría a ser el más genial músico del Renacimiento español, lo cual es decir mucho en una época, el siglo XVI, llena de un esplendor musical irrepetible.
Es un hecho que de los grandes artistas del pasado más lejano sabemos mucho menos de lo que nos gustaría. Disponemos de muy pocos datos sobre la vida de Tomás Luis de Victoria. Incluso sólo podemos suponer que nació hacia 1548. Sí sabemos que desde muy joven estuvo rodeado de piedad religiosa. A los nueve años era niño cantor en la catedral de Ávila, estudiaba en el colegio jesuita y aprendía música con Bartolomé Escobedo, Juan Navarro y Bernardino de Ribera. Cuando le cambió la voz marchó a Roma. En esta ciudad lo encontramos hacia 1565, a los 17 años, estudiando en el Collegium Germanicum, fundado por San Ignacio de Loyola para formar sacerdotes que hicieran frente a la creciente herejía luterana.
Roma no era una ciudad como las demás. Centro del mundo católico, meta de peregrinaciones religiosas y artísticas, allí estuvieron o estaban Cristóbal de Morales, Fernando de las Infantas, Francisco Soto de Langa, Juan Escribano, el propio Bartolomé Escobedo, Juan Santos y un largo etcétera de músicos y cantores, que al amparo de la capilla vaticana y de diferentes cofradías urbanas y congregaciones religiosas y seglares, y con el florecimiento de la música sacra romana y el impulso del Concilio de Trento, acudían a Roma a medrar, a aprender o a demostrar su valía.
En estos años romanos Victoria estuvo vinculado a muchas instituciones religiosas. El mencionado Collegium Germanicun (como profesor), el Seminario Romano (en el que sucedió a Palestrina como maestro de capilla), la iglesia española de Monserrat, la iglesia de Santiago de los Españoles, la iglesia de San Apolinar... trabajando como cantor, organista, maestro de capilla y compositor. En 1575 es ordenado sacerdote y en 1578 se une a la capellanía de San Girolamo della Caritá, perteneciente a una comunidad de sacerdotes recién fundada por San Felipe Neri con quién tuvo oportunidad de convivir. Este período, el menos documentado de la vida de Victoria, es - si ello es posible - el de más intensa religiosidad y el más fecundo; donde vio la luz el Missarum Libre Duo dedicado a Felipe II y, sobre todo, el Officium Hebdomadae Sanctae. Se trata de una colección de música para la Semana Santa: 37 piezas polifónicas que comprenden diversos géneros impuestos por la liturgia: 18 responsorios, 9 lamentaciones, 4 motetes, 2 pasiones, 2 himnos, 1 salmo, 1 cántico y los Improperios. Un monumento musical, un torrente de belleza único e irrepetible, difícilmente igualable, en donde está gran parte del más desgarrador, puro y poético Victoria.
Es la época en que Tomás Luis de Victoria está en la cumbre de su fama. Se le iguala con Palestrina, con Lasso, con Josquin Duprez. Y es el momento, 1587, en que quizá precisamente por eso, decide regresar a España. Desde ese año vivió en Madrid, ocupando primero el puesto de capellán de la emperatriz María de Austria, que vivía retirada en el convento de la Descalzas Reales; y cuando ésta murió, el cargo de organista hasta su propia muerte en 1611.
Este piadoso y modesto hombre dedicado a la música y a la caridad se costeaba de su bolsillo las ediciones de sus obras, lujosísimas, por otra parte. Trabajó con los impresores Antonio Gardano, de Venecia, o Domenico Bassa, en Roma, y atendía a su distribución mediante cartas y dedicatorias. Nuestro compositor se mostró muy generoso en ofrecer sus composiciones y libros de música a cabildos catedralicios, capillas de música y personajes ilustres. Obras suyas se conservan en numerosos archivos capitulares y bibliotecas, incluidas iglesias y catedrales de Iberoamérica, en número tal que sería prolijo enumerarlas aquí. Sin embargo, la producción de Victoria es corta comparada con la de otros polifonistas: en números redondos unas 200 obras. Palestrina, por ejemplo, escribió 102 misas y más de 300 motetes; Lassus, 58 misas y más de 600 motetes. Esto sin contar la música profana, género que, hasta donde sabemos, Victoria no tocó jamás.
La Biblioteca Nacional de España conserva una de las dos últimas obras coetáneas editadas por Victoria. Se trata del Missae Magnificat, Motecta Psalmi & alia quã plurima, de 1600, impresa por la Tipografía Regia de Madrid, fundada a finales del siglo XVI. En esta edición aparece una colección de 30 piezas, pero con sólo trece de nuevo cuño. En parte es una reedición de la colección de 1576, pero contiene obras tan magníficas como la Misa Ave Regina o la Misa Pro Victoria, única obra que podría tener alguna relación con algún tema profano, pero de la que no se sabe la exacta intención. La edición esta dedicada al rey Felipe III (Orbis Utriusque Monarchae Maximo) al que se compara con Alejandro en su “afición tanto en componer versos y pulsar la lira como en el deseo de hacer la guerra”. La Tipografía Regia editaría también la última obra maestra de Victoria, el Officium defunctorum (1605), compuesta inicialmente para las exequias de la Emperatriz María, retocada y publicada posteriormente con motivo del funeral de la infanta Margarita, hija de la Emperatriz.
¡Qué difícil es elegir una música para ilustrar este pequeño recordatorio! El motete a cuatro voces O vos omnes apareció en su primera colección de motetes de 1572 y también está incluido en los responsorios del Officium Hebdomadae Sanctae. Es una pieza muy breve, muy expresiva, destinada a ser cantada durante los maitines - de madrugada - del Jueves, Viernes y Sábado Santos, cuando aún reinaba la oscuridad, y sólo las velas, que se iban apagando una a una, iluminaban el interior del templo, esperando el amanecer. El texto pertenece a las Lamentaciones de Jeremías y dice lo siguiente:
[audio mp3="https://blog.bne.es/wp-content/uploads/2015/07/o-vos-omnes.mp3"][/audio]
O vos omnes qui transitis per viam, attendite et videte: si est dolor similis sicut dolor meus. Attendite universi populi, et videte dolorem meum: si est dolor similis sicut dolor meus.
Oh, vosotros que pasáis por el camino prestad atención y mirad si hay un dolor semejante a mi dolor. Prestad atención, pueblos del universo, y mirad mi dolor, si hay un dolor semejante a mi dolor.
Por favor escuchen hasta el final. Es una obra bellísima en su sencillez, intensa y sobrecogedora. No esta pensada para una sala de conciertos, pero no piensen por ello que es pesada, lenta o aburrida. Al contrario, es una de las mejores muestras de cómo la música ilustra los sentimientos. El sentimiento de nuestro paso por la vida, de cómo el tiempo se nos escapa entre los dedos como el agua.....
Y si se conmueven no se preocupen. Es algo normal.
Una breve guía por internet con mucha información acerca de nuestro compositor:
http://ivcentenariotomasluisdevictoria.blogspot.com/
http://coralea.com/tomas-luis-de-victoria-en-madrid-por-michael-noone/
http://www.accento.es/PAGINAS/0%20OTRAS%20ACTIVIDADES/HOMENAJES/DONTLV/DONTLV%20bibliografia.htm