Sin duda, se nos ha ido un gran maestro, de esos que ya van quedando menos. Su pasión por el Quijote, los libros de caballerías, el mundo de los trovadores o la épica románica era contagiosa. La mayor parte de lo que aprendí sobre estos temas se lo debo a él. Es más, la lectura de su edición del Tirante el Blanco en Planeta hizo que se despertara en mí el deseo de hacer Filología Románica cuando solo era un estudiante de bachillerato. Y las lecturas de sus magníficos libros (Caballeros andantes españoles, Los trovadores, Cervantes, Passamonte y Avellaneda, Chansons de geste françaises, L'arnés del cavaller y El combate imaginario, La leyenda del Graal, El Cantar de Roldán, etc.) durante la carrera terminaron por afianzar mi deseo de conocer el mundo maravilloso de los caballeros andantes. Aún recuerdo aquel día que me dio por consultar un buen número de obras suyas en la BNE, y cómo descubrí que entre ellas había escrito un divertimento literario de juventud titulado El triomf de la fonética y publicado allá por el año 1936, y todo hay que decirlo, un libro bastante meritorio. La Filología Románica se nos ha quedado huérfana, pero su legado persistirá. Descanse en paz.
Sin duda, se nos ha ido un gran maestro, de esos que ya van quedando menos. Su pasión por el Quijote, los libros de caballerías, el mundo de los trovadores o la épica románica era contagiosa. La mayor parte de lo que aprendí sobre estos temas se lo debo a él. Es más, la lectura de su edición del Tirante el Blanco en Planeta hizo que se despertara en mí el deseo de hacer Filología Románica cuando solo era un estudiante de bachillerato. Y las lecturas de sus magníficos libros (Caballeros andantes españoles, Los trovadores, Cervantes, Passamonte y Avellaneda, Chansons de geste françaises, L'arnés del cavaller y El combate imaginario, La leyenda del Graal, El Cantar de Roldán, etc.) durante la carrera terminaron por afianzar mi deseo de conocer el mundo maravilloso de los caballeros andantes. Aún recuerdo aquel día que me dio por consultar un buen número de obras suyas en la BNE, y cómo descubrí que entre ellas había escrito un divertimento literario de juventud titulado El triomf de la fonética y publicado allá por el año 1936, y todo hay que decirlo, un libro bastante meritorio. La Filología Románica se nos ha quedado huérfana, pero su legado persistirá. Descanse en paz.