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Mercedes Sáez Gómez

Desde luego yo pienso que la catalogación debe de cambiar, y de hecho ya está cambiado, porque se realiza teniendo en cuenta unas normas muy rígidas que, algunas veces, da como resultado catalogaciones difícilmente entendibles para el usuario que al fin y al cabo es nuestro consumidor final. Además la gente busca en Internet el libro que quiere y raramente entra en el catálogo de una biblioteca, Internet busca por cualquier palabra, incorpora imágenes, texto, comentarios, etc. En suma, es mucho más atractivo que el mejor catálogo de la mejor biblioteca, pero los bibliotecarios en vez de intentar hacer algo más sencillo y más asequible han elaborado una especie de "filosofía catalogadora" que en vez de hacer el proceso más simple lo está haciendo más complicado para llegar prácticamente al mismo sitio. Esto me recuerda a cuando yo estudiaba lingüística y llegó Chomsky y todos nos empezamos a hacer un poco de lío. Algunas cosas de entonces perduran pero en buena parte se ha vuelto a lo de siempre, a llamar a las cosas por su nombre. ¿No basta con simplificar la catalogación, incrementar la cooperación nacional e internacional, permitir de una vez por todas el intercambio de registros, sin tener que modificar ni una sola coma para adaptarlo a la propia biblioteca y sobre todo, dar al lector la posibilidad de encontrar lo que necesita sin tener que plantearse nada más? Mientras las bibliotecas sigan manteniendo los esquemas tan rígidos, llámense ISBD, FORMATO MARC, FRBR o como quieran llamarse, Internet nos irá ganando la batalla.

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