“La BNE ha sido mi alma mater, más que la universidad”
Han pasado décadas desde que Pancracio Celdrán (Murcia, 1942) pisara por primera vez la Biblioteca Nacional de España. El profesor y erudito español, especializado en Historia y Literatura Antigua y Medieval, Antropología Cultural y Fraseología, preparó aquí su primera tesis doctoral, y sigue viniendo cada tarde para recabar información para sus libros.
Es uno de los lingüistas más importantes de España, un diccionario viviente, y colabora en espacios radiofónicos como No es un día cualquiera, de Radio Nacional de España, y La Atalaya, de la COPE.
“Aquella tesis era sobre un asunto medieval que tenía que ver con los judíos, y pude consultar en la BNE casi todos los incunables que hay en esta casa. Llegué a ver el manuscrito del Mío Cid, aquel que estaba estropeado porque le habían echado unos líquidos reactivos. Creo que fui uno de los últimos investigadores que tuvo acceso a esa joya. Estuve trabajando con una gran cantidad de manuscritos sobre los judíos españoles y del norte de África. En aquella época existían los tomos de Varios, un invento extraordinario. Lo que los bibliotecarios no entendían o no conocían lo metían en cajas. Era material que no se conocía, no se sabía lo que había dentro, y el que lo investigaba era como un explorador que se mete en el Amazonas sin saber qué va a encontrarse. Y yo descubrí allí muchas cosas curiosísimas. Con todo ese material formé años más tarde en una universidad israelí un curso que titulé Historia del Mediterráneo.
Celdrán reconoce que “la BNE ha sido mi alma mater, más que la universidad, porque donde yo me he formado es en esta casa. Leer y conocer es mucho más importante que escuchar a cualquier profesor. El investigador verdadero, el de raza, tiene que enfrentarse con esos tomos de Varios, esos tesoros que te abren el camino hacia lo desconocido y que espero que sigan existiendo en esta biblioteca. Cuando he tenido un año sabático, mi primera visita ha sido siempre a la BNE. Recuerdo con especial veneración a uno de sus directores, Hipólito Escolar, que fue un hombre sabio, y a Manuel Carrión, uno de los vicedirectores, un tipo extraordinario que me publicó algunas cosas en la fenecida revista de archivos, bibliotecas y museos, que se echa muy en falta.”
- Por estas salas se encontraría usted con algunos de los escritores más importantes de nuestra literatura…
- Coincidí mucho en la sala general con Julio Caro Baroja, un ser eminente y muy amigo. Me choca que antes hubiera tanta gente en esa sala, y que ahora se llene mucho menos. Quizá es por culpa del invento de Internet, que ha hecho asequible cualquier libro en la red. ¿Por qué seguimos viniendo algunos a la BNE?: para recordar viejos tiempos, para ver sus habitáculos y para recordar que todavía hay cosas insustituibles, como la Hemeroteca Nacional, o el departamento de Bibliografía, que funciona muy bien, voy a Raros de vez en cuando… Aquí hay muy buenos bibliotecarios, gente muy bien formada.
- ¿Y ahora, hacia donde se dirigen sus investigaciones en esta casa?
- Creo que soy uno de los autores más representados en la BNE, tengo más de 140 apuntaciones de cosas que he escrito. Y ahora estoy investigando varios temas: un anecdotario general de la tacañería y de la generosidad, contraponiendo ambas cosas, para un libro que saldrá en enero del 2014. También estoy recopilando datos sobre Quién fue quién en Roma, continuación de un libro anterior que se ocupaba de lo mismo en Grecia.
- Su padrino profesoral fue Ramón J. Sender.
- Era amigo de mi padre, y cuando se enteró de que me había doctorado le dijo que me enviara a California, que él me encontraría acomodo. Aproveché aquel enchufe y me metí como lector de español en Berkeley. Así comenzó mi vida profesoral.
- Es experto en lenguaje. ¿Qué es lo peor que se puede llamar en castellano a una persona?
- Traidor.
- ¿Y lo mejor?
- Leal, que es lo contrario de traidor. Se echa mucho de menos la bajada y uso de la lealtad, y me apena la subida de la palabra traidor. Vivimos en España la época de los traidores. Los tenemos en la política, la banca, en la misma sociedad, en la economía… Menos mal que las amistades se consolidan mejor, porque ante el temor general del desbarajuste social, quien tiene amigos trata de conservarlos. La amistad es el refugio más seguro para el dolor, la desesperanza, la tristeza… De ahí, que lo peor que puede ocurrirle a alguien es quedarse solo.