La llegada del Cantar de Mío Cid a la Biblioteca
El manuscrito del Poema del Cid es uno de los mayores tesoros que alberga la Biblioteca, pero no ha estado siempre custodiado aquí. Forma parte de nuestra colección desde desde que nos lo regalaron el 20 de diciembre de 1960. Antes de esa fecha pasó numerosas aventuras.
En el siglo XVI el manuscrito estaba en el Archivo del Concejo de Vivar. Después se guardó en el convento de monjas del mismo pueblo. Eugenio de Llaguno y Amírola, secretario del Consejo de Estado, lo sacó de allí en 1779 para que Tomás Antonio Sánchez pudiera publicar el texto. Pero cuando terminó la edición, el señor Llaguno decidió que era mejor quedárselo que devolverlo. El manuscrito pasó a sus herederos y de ellos, a Pascual de Gayangos. En 1863 lo compró el primer marqués de Pidal y esta familia fue su propietaria hasta que fue adquirido por la Fundación Juan March en 1960. Pero no lo compraron para ellos, sino que el 20 de diciembre de ese mismo año lo donaron a la Biblioteca Nacional.
El 20 de diciembre de 1960, en un acto al que fueron invitadas apenas 100 personas, se firmaba en la Fundación Juan March la escritura por la que donaban el manuscrito a la Biblioteca Nacional de España. Entre los presentes estaban Juan March Servera, el ministro de Educación Nacional, Jesús Rubio; el director general de Archivos y Bibliotecas, José Antonio García-Noblejas; el subdirector de la Biblioteca Nacional, don José López de Toro y algunos directores generales y alto personal del Ministerio. También, claro, Ramón Menéndez Pidal, estudioso del manuscrito, además de rectores universitarios, catedráticos e hispanistas.
El ministro de Educación Nacional y don Ramón Menéndez Pidal admiran el códice del Poema
¿Cómo llegó el manuscrito hasta la Fundación?
El 5 de noviembre de 1959 el director de la Biblioteca Nacional, Cesáreo Goicoechea, se dirigió por escrito a la Fundación Juan March para informarles de que Roque Pidal ofrecía en venta el manuscrito a la Biblioteca por la asreonómica cifra de diez millones de pesetas.
Añadía en su carta que
la trascendental importancia de la oferta de este primer documento de la literatura española, así como las condiciones que en ella se especifican, han sido estudiadas, como el caso requería con la máxima atención y se ha considerado que la propuesta ofrecía primordial interés para esta Biblioteca como la más importante depositarla del tesoro bibliográfico español.
Y pedía la colaboración de la Fundación para poder adquirir el Cantar, visto que
Las continuas y tentadoras ofertas de compra del manuscrito por parte de entidades extranjeras muy solventes, si bien hasta el presente han sido patrióticamente rechazadas por sus poseedores, amenazan continuamente con la pérdida , para nuestra Nación, de este monumento literario.
El director general de Archivos y Bibliotecas escribía el 31 de marzo de 1960 que los recursos presupuestarios de la Biblioteca Nacional no permitían pagar el precio fijado por los Pidal. Por eso requería la ayuda económica de la Fundación Juan March.
La petición surtió efecto y la Fundación decidió:
Adquirir, por precio de diez millones de pesetas, el Códice del Poema de Mío Cid, en pleno dominio, con el fin de donarlo inmediatamente, pura e irrevocablemente, al Estado español para la Biblioteca Nacional.
Después de este acto el director general de Archivos y Bibliotecas trasladó el manuscrito a la Biblioteca, donde se conserva hasta hoy. La manera más cómoda de acceder al documento es a través de la versión digitalizada que podéis consultar en nuestra biblioteca digital.
Solamente se conserva una copiam realizada en el siglo XIV a partir de otra que data de 1207 y fue llevada a cabo por un copista llamado Per Abbat, más de un siglo después de la muerte del Cid (1099).
El libro está formado por 74 hojas de pergamino, aunque faltan tres, una al inicio y dos entre las hojas 47-48 y 69-70. Es un texto continuo sin división en cantares ni espacio entre los versos. En muchas de sus hojas hay manchas de color oscuro debidas a los productos químicos utilizados desde su descubrimiento en el XVI para poder leer el texto, que había palidecido. Más tarde se aplicaron productos para las manchas, que produjeron nuevas manchas, pero casi todo el texto es legible.
El cantar del mío Cid es una obra tan hermosa por lo que cuenta como poco vistosa es la copia que disponemos. Pero estremece pensar en lo que dice, lo que sucede y sobre todo sobrecoge esa manera de decir tan arcaica pero tan clara. Que llegara a la BNE fue un enorme premio de la Lotería para todos los españoles, para todos lo que hablan esta lengua tan fuerte y tan tierna.