Martín de Riquer, maestro

Martín de Riquer, maestro
18 de Septiembre de 2013

Martín de RiquerEl aula abarrotada, como siempre que Martín de Riquer comenzaba sus clases en la Universidad Central de Barcelona. O en tantas Universidades en las que impartió su docencia a lo largo de los años. No importa el tema. Martín de Riquer era siempre un maestro. Es un maestro. El maestro que glosaba a los trovadores provenzales, que se adentraba en los misterios del Tirant lo Blanc, o que perseguía las huellas de Ginés de Pasamonte para demostrar que había escondido su identidad bajo el pseudónimo de Avellaneda, el autor del Quijote apócrifo. Y lo mismo podía impartir clases sobre la importancia del papel en la difusión de la literatura y de los textos a partir del siglo XII o bucear por los cientos de pergaminos y documentación de su propia familia, que se remontaba a su querido siglo XII. Hoy la clase es sobre el Quijote. La primera clase. Y con su voz imponente, esa voz llena de sabiduría, de conocimientos, de sentirse parte de una cadena del saber, preguntaba como quien lanza un desafío a los ojos ansiosos de los alumnos: “¿Hay alguien en el aula que no haya leído el Quijote?”. Miedo y desconcierto. ¿Cómo confesar esa carencia a quien ha vuelto moderno el texto cervantino, que se ha convertido en uno de los grandes maestros de las aventuras del hidalgo manchego? Y, poco a poco, algunos brazos se alzan. Tímidos. Avergonzados. Y con una sonrisa, con la sonrisa del maestro, Martín de Riquer se dirige a ellos, sin dejar de mirarles a los ojos: “No saben lo que les envidio: van a poder disfrutar de leer por primera vez el Quijote”.

Ayer martes, 17 de septiembre, se nos fue Martín de Riquer. Se nos fue a las puertas de cumplir un siglo de vida, un siglo de varias vidas, tantas como libros escritos, tantas como caminos ha abierto para el conocimiento, para la reflexión y el conocimiento, la sabiduría. Un humanista (como recuerdo de su primer libro publicado, allá por el año 1934) que ha sabido, como nadie, iluminar la Edad Media románica. En el año 2008, se publicó su biografía, escrita por Cristina Gatell Arimont y Gloria Soler Cera: Martí de Riquer. Viure la literatura/ Martín de Riquer. Vivir la literatura (Barcelona, RBA). Y no podía haberse elegido mejor título: Martín de Riquer vivió la literatura, hizo de la literatura medieval, de la literatura cervantina un espejo de su vida. Pero Martín de Riquer también hizo vivir a la literatura. La poesía provenzal de los trovadores, la literatura catalana medieval, la literatura artúrica o el propio Quijote le deben mucha de su vigencia gracias a sus escritos, gracias a sus investigaciones, gracias a su docencia y al empeño de acercar a todos los temas que le interesaban, los autores y las obras que le iluminaban los ojos y la sonrisa.

En el artículo que Josep Massot ha escrito para La Vanguardia, recuerda una de sus anécdotas más conocidas, que le retratan como docente, como investigador, como humanista. “¿Sabe, joven? Yo no he trabajado en mi vida”. Y ante esta provocación, antes de que el alumno (porque todos somos sus alumnos) comenzara a tomar aire para intentar enumerar los cientos de libros y artículos que ha publicado en su vida, el maestro contestaba: “Yo nunca he trabajado, me he divertido. El mejor consejo que puedo dar es que busquen una manera de ganarse la vida que les divierta. Recuerdo mi primera clase en la universidad. En silencio, miré el aula y me dije: 'Si, de aquí a tres años, no hay quien sepa la asignatura mejor que yo, habré fracasado'. Porque la misión del profesor es transmitir conocimiento, si no, no habríamos salido aún de Aristóteles. Recurrir a una tradición para no interrumpir una cadena que dura ya siglos".

Ésta es la enseñanza que nos deja el maestro. El maestro del maestro. Éste es el reto que nos deja el maestro a todos los que somos sus alumnos, a los que han tenido el honor y el placer de asistir a sus clases, y a los miles y miles de alumnos de papel que lo somos por haber crecido leyendo sus libros, sus artículos, aprendiendo en cada una de sus palabras. Lo que nunca dejaremos de hacer. El humanista Martín de Riquer, el maestro Martín de Riquer siempre nos acompañará, siempre nos sonreirá, siempre nos retará desde las estanterías de nuestras bibliotecas, donde se encuentran sus obras, sus ensayos, sus pensamientos, su particular forma de vivir la literatura.

José Manuel Lucía Megías Catedrático de Filología Románica Universidad Complutense de Madrid

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Aurelio Vargas

Sin duda, se nos ha ido un gran maestro, de esos que ya van quedando menos. Su pasión por el Quijote, los libros de caballerías, el mundo de los trovadores o la épica románica era contagiosa. La mayor parte de lo que aprendí sobre estos temas se lo debo a él. Es más, la lectura de su edición del Tirante el Blanco en Planeta hizo que se despertara en mí el deseo de hacer Filología Románica cuando solo era un estudiante de bachillerato. Y las lecturas de sus magníficos libros (Caballeros andantes españoles, Los trovadores, Cervantes, Passamonte y Avellaneda, Chansons de geste françaises, L'arnés del cavaller y El combate imaginario, La leyenda del Graal, El Cantar de Roldán, etc.) durante la carrera terminaron por afianzar mi deseo de conocer el mundo maravilloso de los caballeros andantes. Aún recuerdo aquel día que me dio por consultar un buen número de obras suyas en la BNE, y cómo descubrí que entre ellas había escrito un divertimento literario de juventud titulado El triomf de la fonética y publicado allá por el año 1936, y todo hay que decirlo, un libro bastante meritorio. La Filología Románica se nos ha quedado huérfana, pero su legado persistirá. Descanse en paz.

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