Federico Chueca
Tal día como hoy en 1846 nació Pío Estanislao Federico Chueca y Robres, uno de los más grandes compositores españoles y también uno de los más queridos por el pueblo.
La gran fama de este compositor madrileño se debe no sólo a su música pegadiza y popular, que recoge el espíritu de Madrid y de sus gentes, sino también a su carácter alegre, franco y llano, que le granjeó el cariño de todo el pueblo. Según cuenta la prensa de la época, recogida en la Hemeroteca Digital , Chueca era tan querido por el pueblo madrileño que incluso los “ratas” (carteristas) le devolvieron la cartera robada, cuando se enteraron de que ésta pertenecía al maestro Chueca. Su relación con el público era tan buena que en muchas ocasiones su presencia salvó algunas de las malas representaciones que se hacían de sus obras.
Entre las obras más destacadas de este compositor se encuentran varios sainetes, pasodobles y zarzuelas. Con él, el denominado genero chico (zarzuela de un solo acto) alcanzó su máximo esplendor. Muchos son los títulos que han pasado a la historia de este género como por ejemplo: “Agua, azucarillos y aguardiente”, “Cádiz”, “La alegría de la huerta” etc. La Biblioteca Nacional conserva muchas de las partituras de sus obras, además de varias reproducciones de sus zarzuelas, sainetes etc.
Chueca, nació en Madrid en la casa de los Lujanes y aunque desde muy pequeño estudio en el conservatorio, no sé dedicó por completo a la música hasta la muerte de sus padres. Obligado por éstos, comenzó los estudios de medicina, pero su pasión por la música era tal que decidió comprobar si podría dedicarse a ella profesionalmente. Para ello, visitó a Francisco Asenjo Barbieri, uno de los grandes compositores de la época. Le enseñó unos valses que había compuesto durante los 3 días que estuvo en la cárcel como consecuencia de una manifestación estudiantil contra el gobierno de Narváez. Si quieres saber cómo fue la conversación entre estos dos músicos, consulta el siguiente artículo de la revista “Por esos mundos”.
Tras la muerte de sus padres y el estreno exitoso de sus valses “Lamentos de un preso” por Barbieri, Chueca decide abandonar el bisturí y se matricula en el conservatorio.
Sin la ayuda económica de sus padres, Chueca comienza a trabajar como músico. Primero trabajó en el Café Numancia, donde a cambio de mucho teclear le daban la cena y 5 pesetas. Después, pasó al Teatro Variedades, donde trabajó como director de orquesta y maestro de coros.
Cansado de las aulas y las lecciones, Chueca abandonó sus estudios en el conservatorio. Por este motivo su técnica no era tan buena y tuvo que contar en la mayoría de sus trabajos con la ayuda de algún colaborador para la composición de la música. Uno de sus colaboradores más habituales fue Joaquín Valverde. A pesar de no haber acabado sus estudios, Chueca tenía un don especial para unir el texto y la música y elaborar melodías pegadizas, en las que en ocasiones incluía palabras inventadas para mantener la rima.
Chueca supo llevar al pentagrama el espíritu de la ciudad de Madrid, que estuvo siempre patente en sus obras, especialmente en “La Gran Vía”. Esta obra se estrenó el 2 de julio de 1986 y fue un auténtico éxito. Esta zarzuela estaba escrita por Felipe Pérez y González y los encargados de elaborar la música fueron Joaquín Valverde y Federico Chueca. La obra fue un autentico éxito y estuvo 18 meses seguidos sin dejar de figurar en los carteles ni un solo día. Esta obra se inspira en el proyecto de construcción de la Gran Vía madrileña y se mofa de los políticos y la administración municipal del momento. También, satiriza a los madrileños de la época, como las menegildas (las criadas de servir), el isidro, los ratas, el paseante... La obra obtuvo un gran éxito nacional y se representó también en varios teatros de toda España e incluso en el extranjero. Más allá de nuestro país, la obra recibió halagos de importantes personalidades de la época, entre las que destacan las del filósofo alemán Friedrich Nietzsche .
Chueca falleció el 20 de julio de 1908 en Madrid. Su entierro fue todo un acontecimiento que contó con la presencia de toda la población de Madrid, que tanto le había inspirado en sus obras.