Queremos tanto a Julio [Cortázar] en su centenario
En las cercanías de una Bruselas ocupada por las tropas del Kaiser y bajo el ruido ensordecedor de los cañones Berta de Krupp y bajo el signo de virgo, el 26 de agosto de 1914 nacía el más pacifista y pacífico, pero no neutral (perteneció al Tribunal Russel) y el menos nacionalista de los escritores, de padre vasco y madre franco-alemana. Antiacadémico, los dioses en los que creía Cortázar estaban en la tierra, y no fue un intelectual, sino un artista, un cronopio en su jerga, un humorista poco solemne. De los años de plomo, ahí está El libro de Manuel, cuando incursiona en la política por obligación ética. "Si te caes te levanto, y si no puedo, me tumbo a tu lado". Así, celebramos juntos este año el centenario de su nacimiento y el de la Gran Guerra, contradicciones y oposiciones del siglo XX. La Biblioteca Nacional de España, a través de su Servicio de Información Bibliográfica, quiere recordarle y homenajearle con una exposición de sus libros y los estudios sobre su obra en las vitrinas del Salón Italiano.
Cortázar renovó el lenguaje y las estructuras literarias del cuento. Escribía de forma “libre e improvisada”, influido, según él mismo confesó, por el jazz, por el que sentía auténtica pasión y que inspiró algunos de sus mejores relatos como El perseguidor, o La vuelta al piano de Thelonious Monk. Pensaba que el azar hacía las cosas mucho mejor que la lógica. En esto consistía, junto con la preocupación por encontrar la forma adecuada a cada tema, su concepto del estilo. "Cuidarse del realismo al escribir. Eludir la fauna del zoológico, convocar a unicornios y tritones, y darles realidad"
El mundo de los sueños está muy presente en su obra. “Lo irreal se instala de repente en la historia para formar parte de la vida de los personajes”, provocando en el lector sorpresa, desconcierto e inquietud. Lo fantástico forma parte de la realidad.
Desde su juventud admiró a los poetas ingleses, especialmente a Keats, y su primera publicación fue Presencia (1938), un libro de 43 sonetos bajo el pseudónimo de Julio Denis. Su poesía es íntima e intimista. Rayuela, obra abierta, una novela clásica desde el mismo momento de su publicación, multiplicó el número de sus lectores, con los que establecía una relación de afecto. Cortázar incursiona también en otras ocasiones en este género, pero su especialidad era el cuento o el relato corto. Un relato alargado era una mala novela y un pésimo cuento. Por eso dentro de su extensa obra destacan los cuentos, renovando este género. Como buen aficionado al boxeo, era un maestro en la distancia corta, y fue un gran cuentista, era su territorio, el cuadrilátero donde se peleaba. Introdujo una forma de narrar que nos recuerda al cuento oral y nos remite, por tanto a los orígenes mítico y mitológicos de la literatura. Casa tomada, Axolotl, Las babas del diablo o Autopista del sur, estos dos últimos llevados al cine por Godard y Antonioni (Blow-Up) respectivamente. Fue uno de los pilares del llamado “boom” editorial de la literatura hispanoamericana o latinoamericana, pero él hizo su obra desde la pobreza y la soledad. Fue un cronopio, que lógicamente no buscó la fama, que siempre es un malentendido. “Un cronopio es una flor, dos son un jardín.”
Cortázar fue también traductor, pero genial y algo desordenado y a salto de mata, de obras tan simbólicas como por ejemplo los cuentos y ensayos de Poe, tan importantes para él, el Robinson de Defoe o Las memorias de Adriano de M. Yourcenar, libro que en su momento tuvo trascendencia política. Como las traducciones de su amigo, paisano y maestro Borges, las suyas se pueden contar entre las mejores de la literatura en español del siglo XX. No era escritor disciplinado y profesional con horario de oficina, pues se sentía más un aficionado que jugaba con el lenguaje y la imaginación.
Gran lector desde niño, los 4000 volúmenes aproximadamente que dejó al morir en su casa parisina de la rue Martel, fueron donados por su viuda a la Fundación Juan March, una muy buena fuente para su biografía intelectual. La colección cuenta con libros en más de 26 lenguas, con anotaciones del propio autor o dedicados por amigos suyos y coetáneos como Octavio Paz, Neruda o Lezama Lima, entre otros muchos.
A su biblioteca hay que sumar las fotografías y filmaciones realizadas por el propio autor y que su viuda Aurora Bernárdez donó al Centro Galego de Artes da Imaxe. Algunos de estos materiales acabaron formando parte de proyectos narrativos como La vuelta al día en ochenta mundos o Los autonautas de la cosmopista.
La correspondencia que Cortázar mantuvo con amigos de Europa y América es de gran interés para conocer muchas facetas de su personalidad y sus ideas políticas, desde la época del peronismo hasta la época de las dictaduras del cono sur. Algunas de estas cartas son de gran belleza, como las que se escribió con la poetisa argentina Alejandra Pizarnik. Ya algo mayor y enfermo y soportando su eterna apariencia juvenil de niño grande, visitaba con sus amigos españoles Segovia y su sierra, con la “melancolía de una vida demasiado corta para tantas bibliotecas”. Amigos, decía Cortázar, pocos pero buenos. “Todo dura siempre un poco más de lo que debiera”.