[Derrotero del Mediterráneo y costa atlántica]
Es en la Baja Edad Media, en el siglo XIII, cuando se empieza a crear una auténtica representación cartográfica, con los portulanos o cartas portulanas.
Los portulanos, en su origen, eran unos cuadernos de instrucciones para la navegación costera donde los marinos anotaban los rumbos y las distancias entre los puertos. En un momento determinado se ilustraron con mapas o croquis que se denominaron cartas portulanas o portulanos. Las más antiguas son genovesas, catalanas, mallorquinas y argelinas, sin que se haya podido asegurar cuáles fueron las primeras. Estas cartas náuticas tenían la finalidad concreta de servir a los navegantes y su interés estaba centrado en la descripción de las costas por lo que solo representaban el litoral con algunos detalles del interior.
La Biblioteca Nacional conserva cartas y atlas portulanos de enorme interés; merecen especial interés las delineadas por cartógrafos de la escuela mallorquina, como esta carta tallada en el taller de Plácido Caloiro y Oliva en los primeros años del siglo XVII. En ella se representa las costas del Mediterráneo, el mar Negro, el mar de Azov y las costas atlánticas de Europa y norte de África.
Está realizada en pergamino, pegada sobre la piel conservando el cuello al oeste y presentando los pliegues habituales en este tipo de obras, para una mejor flexibilidad y plegado.
La estructura del trazado se basaba en un entramado de líneas rectas, llamadas rumbos, sobre las que se desarrollaba el resto de la carta, con origen en una circunferencia central, ubicada en este caso en la isla de Sicilia, dando lugar a una especie de malla o tela de araña cuyos hilos representan los rumbos. El conjunto de rumbos que partían del centro de la circunferencia se conoció como rosa de los vientos y se diferenciaban según su color.
Los topónimos, en italiano, aparecen perpendiculares a la costa en el sentido de las agujas del reloj, con una clara finalidad, poder consultarlos en cualquier dirección y sobre una superficie plana. Se utiliza el color rojo para los puertos y ciudades más importantes, y el negro para el resto de los topónimos. En el interior de los continentes la toponimia se limita a accidentes geográficos, ciudades importantes, etc., elementos que servían como referencia al navegante.
La decoración de la carta portulana está realizada en la parte superior e inferior, en brillantes colores, con una cenefa de flores, y a los lados una línea dorada.
A partir del siglo XVI, el uso náutico de los portulanos fue disminuyendo, descendiendo la demanda, cambiando el usuario interesado y convirtiéndose en verdaderas obras de arte.