Una selección de libros muy interesantes que no podrás leer... porque no existen
En el universo de las cosas que no existieron, los libros son sin duda los más escurridizos, pues suelen pasearse a menudo por la línea que separa la realidad de la ficción, confundiendo, no sólo a ingenuos lectores, sino también a expertos bibliófilos e investigadores.
En "Las Aventuras del Capitán Alatriste", Arturo Pérez Reverte transcribe supuestamente unos documentos conocidos como "Los papeles de Balboa", escritos en el siglo XVII por el alférez Iñigo Balboa, nacido en Oñate en 1610, en los que se narra la historia de Don Diego. Dichos papeles fueron depositados y conservados posteriormente en la Biblioteca Nacional, y no han sido pocas las veces que hemos recibido visitas de lectores solicitando consultar los mencionados papeles de Balboa. Por supuesto nos honra ser los depositarios de tan importante documento, y con gusto facilitaríamos su consulta si no fuera por el pequeño inconveniente de que no existe.
Sin embargo el libro ficticio que más estragos ha causado (y por el que también nos han preguntado alguna vez los lectores de la BNE) es sin duda el famoso "Necronomicón", salido de la mente de H. P. Lovecraft. Se trata de un maligno libro de hechizos y rituales mágicos, encuadernado en piel humana, que enloquece a todo aquel que se atreve a leerlo. Habría sido escrito en el siglo VIII por el poeta árabe Abdul Al-Hazred, compilado por el erudito Ibn Khallikan (que existió realmente) y traducido posteriormente al griego por Theodorus Philetas. Debido a las oscuras y terribles consecuencias que traía entrar en contacto con sus peligrosas páginas, el libro habría sido condenado por la Iglesia y ocultado durante muchos años, hasta que en el siglo XIII habría sido traducido al latín por Olaus Wormius, un médico y anticuario danés que también existió en realidad.
Lovecraft menciona en sus relatos que en la actualidad se conservan tres ejemplares de este libro: uno en la Biblioteca Nacional de París, otro en la de Buenos Aires, y otro en la biblioteca de la Universidad de Miskatonic. Dicha Universidad es también ficticia, a pesar de lo cual existen varias páginas web de la institución, que se encuentra en Arkham, una ciudad de EE.UU igualmente ficticia. El universo de lugares ficticios es también muy rico e interesante, y le dedicaremos otra entrada en nuestro blog más adelante. A pesar de que el propio Lovecraft mencionó en varias ocasiones que el libro no existía, la riqueza de detalles que rodean su historia, mezclando notas de realidad y ficción, han hecho que aún hoy muchísima gente piense que se trata de un libro real. Muchos autores han utilizado recursos similares en sus novelas y relatos. Se trata de finos cables que se tienden entre este mundo y el mundo de la ficción, con la esperanza tal vez de que la frontera que los separa desaparezca durante unos instantes.
Así, no falta quien está convencido de que realmente existió y se perdió el Segundo Libro de la “Poética” de Aristóteles, el mismo que tantas muertes desencadenaría en la abadía creada por Umberto Eco en su obra "El nombre de la rosa". Lo cierto es que la existencia de esta segunda parte de la poética de Aristóteles ha sido debatida en todos los círculos, no sólo en los literarios. Algunos autores piensan que la obra iba a constar en principio de dos partes: una primera dedicada a una reflexión estética sobre la tragedia y una segunda dedicada a la comedia. Esta segunda parte se perdió supuestamente durante la Edad Media. La mayor parte de los expertos en la obra de Aristóteles afirman que no existe ningún indicio de que ese segundo libro llegara a escribirse nunca, sin embargo existe un manuscrito bizantino del siglo X, el "Tractatus Coislinianus", que supuestamente hace un resumen o un esbozo de dicha obra. También ha sido frecuente el recurso literario de adaptar o traducir obras anteriores inexistentes, así como hacer críticas literarias o incluso catálogos que contenían referencias de libros ficticios. En próximos artículos de este blog, seguiremos hablando de ellos.
Supongo que esas situaciones se deben a la inmersión que el lector hace en la obra que acaba de leer. Lo que debe ser un punto es la cara de quien recibe la consulta o solicitud por primera vez.