Reivindicación del bolsilibro
Los asistentes a un reciente festival literario tuvieron la oportunidad de disfrutar de una peculiar charla entre el joven escritor Robert Juan-Cantavella y un autor, desconocido para muchos, que en los programas del festival esparcidos por todo el Círculo de Bellas Artes se hacía llamar Curtis Garland.
Los que se atrevieron a acercarse a la charla, a última hora de la tarde del sábado y con el Barcelona jugando la liga, tuvieron la suerte de encontrarse con uno de los eventos más fascinantes del festival y no con uno, sino con dieciséis autores de golpe: Curtis Garland, Donald Curtis, Addison Starr, Dan Kirby, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, Juan Viñas, Jason Monroe, Javier de Juan, Johnny Garland, Kent Davis, Lester Madox, Mark Savage, Walt Sheridan y Martha Cendy. Que son los diferentes seudónimos con los que Juan Gallardo Muñoz (Barcelona, 1929) ha firmado su ingente producción literaria. Dieciséis seudónimos, al menos seis géneros (policiaca, espionaje, western, bélica, erótica y ciencia ficción) y más de 2000 novelas han marcado la obra más que prolífica de un autor que comenzó a iniciarse en la literatura allá por los años cincuenta y que ha publicado en un buen número de colecciones de bolsilibros que vieron la luz en las décadas siguientes de mano de editoriales como Bruguera, Rollán o Toray.
Gallardo Muñoz, a lo largo de su larga carrera, ha escrito críticas de cine y llegó a cartearse con figuras del Hollywood de aquel entonces, de la talla de Betty Grable o Judy Garland (cuyo apellido aprovecharía posteriormente en uno de los seudónimos por que es más conocido). Trabajó para una compañía de teatro en la que desempeñó diversas funciones y con la que viajó por España y finalmente comenzó su carrera como escritor con una novela policiaca, La muerte elige, que publicó en 1953 la editorial Bruguera. Para esta seguiría trabajando durante las siguientes décadas. Y después vinieron otros géneros, como las (muchas) novelas del oeste, o las de ciencia ficción, con una importante producción de estas últimas que repasa detalladamente José Carlos Canalda en el Sitio de Ciencia Ficción y que más de un aficionado al género debe de haber leído con gran gusto en sus años mozos.
Obras con títulos tan sugerentes como Las damas también mueren, Halcones en Corea, Reportaje para el crimen, La muerte firma contrato, Manos implacables, Con la muerte en órbita o Los astros tienen miedo. Novelitas de bolsillo (de bolsillo de verdad, por su tamaño, nada que ver con algunas de las actuales colecciones tan cuidadosamente editadas que hacen palidecer a sus hermanas mayores, las hardcover), de kiosko o de a duro, bolsilibros, literatura pulp que diríamos ahora, con el término revitalizado y dignificado por Tarantino (entre otros), en un momento en que lo que antes parecía antiguo, demodé y hasta cutre va ingresando (con suerte en algunas ocasiones, como es el caso de estos libritos) en la categoría mucho más atractiva para el oído de pulp, vintage o retro.
¿Y qué ha sido de todas estas novelitas? ¿Se conservan en algún sito, más allá de en las estanterías de nuestros tíos mayores y de nuestros abuelos? Es más, ¿cuántas de estas 2000 novelas (Gallardo Muñoz llegó a escribir siete al mes) se conservarán en la BNE? La respuesta, como ya habrán averiguado los que han seguido los enlaces que hay detrás de cada uno de los seudónimos de Gallardo, es simple: muchas. Y es que en la Biblioteca Nacional, entre el manuscrito del Cantar de Mio Cid, la primera edición del Quijote de Miguel de Cervantes, el Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana, la Cosmographia de Ptolomeo o el manuscrito de El Aleph de Jorge Luis Borges podemos encontrar una parte importante de esas novelas de kiosko, en ocasiones de apenas un centenar de páginas y en las que los editores llegaban a inventarse un jugoso, aunque falso, título original en inglés (como nos recuerda en el blog del festival la periodista y escritora Gabriela Wiener) para atraer a una clientela ávida de aventuras made in USA.
Aunque Gallardo Muñoz no sólo ha escrito literatura de kiosko (es autor también de obras en otros formatos e incluso de la autobiografía Yo, Curtis Garland, que publicó la editorial Morsa en 2009), sí representa como pocos al autor de novelas por encargo que trabajó durante décadas para editoriales como Bruguera y cuya producción ha acabado enterrada bajo un montón de seudónimos y el paso de un tiempo y unas modas literarias que no la han tratado bien. Pero a pesar de esas malas ediciones y de ese paso del tiempo tan poco benévolo, merece la pena reconocer en su obra, y en la de otros como él, parte de la verdadera literatura popular de la España del siglo XX, la que hizo leer con gusto a toda una generación y pasar por una biblioteca para echarle un vistazo. Podemos encontrarnos con un montón de sorpresas.
¡¡Estupendo este post!! ¡Qué lejos quedan ya estas novelitas! Gracias por recordárnoslas y enhorabuena a la autora.