Sobre George Gershwin: “‘S Wonderful”
Retrato autografiado de George Gershwin
El viernes pasado recordábamos, con una selección musical, el aniversario de la muerte del gran compositor estadounidense George Gershwin (1898-1937), que moría a los 37 años y en plena y asombrosa actividad creadora. Ya fuera en solitario o junto a diversos colaboradores -entre los que destaca claramente su inseparable e incondicional hermano, Ira- su legado está vivo y sigue inspirando a los más variados músicos (Herbie Hancock, Janis Joplin, Ella Fitzgerald, Joe Henderson, etc.), que vuelven a releer una y otra vez las magistrales líneas de su obra y a darles nuevas entonaciones, lecturas y aliento.
Dos frases pueden servirnos para pintar un retrato de su personalidad y legado, para dibujar su carácter y dedicación. Una la pronunció en 1927: “Mi pueblo es América; mi tiempo, el presente”. Otra refleja su incansable determinación y su insaciable necesidad de aprender, aun cuando ya era un compositor consagrado y admirado y se diría que no tenía mucho más que demostrar. El mismo año de su inesperada muerte debida a un fulminante tumor cerebral, totalmente ajeno a ese fatal destino que pronto le sobrevendría, su hermana recuerda cómo, en numerosas ocasiones, este le comentó: “No siento que haya arañado aún la superficie”.
Jacob Gershwin era el segundo de cuatro hermanos -tres chicos y una chica-, nacidos los cuatro en Nueva York en el seno de una familia de inmigrantes judíos procedentes de Rusia. A los seis años escucha en una pianola la Melodía en Fa, de Anton Rubinstein y siente por primera vez el fuerte latido de la vocación musical. Pero es unos años más tarde, al descubrir la pieza Humoresque de Dvořák cuando sabe que es a la música a la que habrá de dedicarse en cuerpo y alma.
A los 15 años abandona el instituto y comienza a trabajar como “vendedor de canciones” para la casa Remick. Profesional intenso, humilde y un poco tímido, pronto da el salto al circuito teatral profesional como pianista de ensayos en los teatros de Broadway. Más tarde se irá abriendo paso ya como compositor de canciones para obras de teatro musical en el cada vez más boyante Broadway. Su primer gran éxito, la canción Swanee, con letra de Irving Caesar y popularizada por el célebre Al Jolson –el futuro “Cantor de Jazz”- vendió millones de copias entre partituras y grabaciones.
Partitura para la canción "Swanee"
A lo largo de su exitosa carrera como compositor de teatro musical primero y de música para concierto después, nunca dejó de ser un gran divulgador e intérprete de música propia y ajena. Era un admirador entusiasmado de músicos europeos tan diversos como Chopin, Debussy o Stravinsky, y americanos como Irving Berlin (al que consideraba el padre fundador de la nueva música popular americana) o Jerome Kern, así como de tantos otros grandes músicos afroamericanos (W. C. Handy, James Reese Europe, Art Tatum). Todas estas influencias se perciben de una u otra forma en su música, ecléctica, dinámica, y llena de guiños, muchas veces sutilmente humorísticos.
La importancia de su testamento musical es difícil de soslayar y su presencia en cualquier recorrido por la historia de la música del siglo XX, ineludible. Quizás su característica más notable resida en la fusión tanto de influencias musicales diversas (jazz, blues, ragtime, vals vienés, etc.) como de mundos aparentemente contrapuestos: los de la música popular y la música seria o de concierto, esos dos compartimentos aparentemente estancos e impermeables. Elevó la canción popular a tal nivel de sofisticación melódica, armónica y lírica, gracias a su colaboración con Ira, su erudito e incondicional colaborador, que echó por tierra para siempre esas barreras artificiales que muchas veces nos obstinamos en levantar. Como le diría su admirado y admirador Alban Berg: “Señor Gershwin, la música es música”.
Fiesta de cumpleaños de Maurice Ravel en Nueva York, 8 de marzo de 1928. De izquierda a derecha: Oscar Fried, director de orquesta; Eva Gauthier, cantante; Ravel al piano; Manoah Leide-Tedesco, compositor; y George Gershwin
A menudo se le echó en cara su escasa formación teórica musical, pero lo cierto es que nunca dejó de estudiar, primero su instrumento predilecto, el piano, y luego todas aquellas disciplinas teóricas (armonía, contrapunto, orquestación, etc.) que pudieran avanzar su desarrollo como compositor. Era, en definitiva, un espíritu curioso y ávido de aprender, de explorar nuevas rutas, de mezclar lo viejo y lo nuevo. Posiblemente todas esas críticas, fomentadas un poco por él mismo, que infravaloraba ante la prensa su propia formación técnica, no se hubieran manifestado tan virulentamente si no hubiera cometido el pecado mortal de querer conquistar, además de Broadway y Hollywood, las salas de concierto, con óperas, poemas sinfónicos y otras formas musicales prohibidas a los de su “clase”.
Quizás su estimado amigo y compositor Arnold Schoenberg, lo definió certeramente y comprendió su naturaleza mejor que ninguno cuando escribió, pocos días después de su muerte: “Muchos músicos no consideran a George Gershwin un compositor serio. Pero deberían entender que, serio o no, este es un hombre que vive en la música y expresa todo, serio o no, profundo o superficial, por medio de la música, porque es ésta su lengua materna… Un artista es para mí como un manzano. Cuando llega el momento, lo quiera o no, florece y comienza a dar manzanas. Y un manzano no sabe ni se pregunta el valor que los expertos del mercado atribuirán a su producto, por tanto un verdadero compositor no se pregunta si sus productos agradarán a los expertos de las artes serias. Sólo siente que tiene que expresar algo y lo hace”.
¡Demos gracias eternas por ese impulso!
Bibliografía:
- BURKHOLDER, J. Peter, GROUT, Donald J., PALISCA, Claude V. A history of western music (8th ed.). New York: W. W. Norton & Company, 2010.
- GIOIA, Ted. The History of Jazz, (2nd ed.). New York: Oxford University Press, 2011.
- GREENBERG, Rodney. George Gershwin. London ; New York: Phaidon, 2008.
- POLLACK, Howard. George Gershwin: his life and work. Berkeley: University of California Press, 2006.
- ROSS, Alex. El ruido eterno: escuchar al siglo XX a través de su música. Barcelona: Seix-Barral, 2009.
- STEMPLE, Larry. Showtime: a history of the Broadway musical theater (1st ed.). New York: W. W. Norton & Company, 2010.
- THOMASON, Paul. Gershwin: American natural. [en línea]
Enlazamos su magnífica semblanza en nuestra página en Facebook https://www.facebook.com/pages/Summertime/437920762899604?ref=hl Un cordial saludo.