El Arte de los Hyōgushi: Su influencia en los procesos de restauración en la BNE (Parte primera)
Sobre los Hyōgushi y su arte
Hacia el siglo VIII d.C:, el budismo es llevado desde China y Corea a Japón. Con las enseñanzas viajan también las formas de mostrar las doctrinas a los posibles nuevos seguidores. Una forma común a todo movimiento religioso es la de mostrar a los seguidores las mensajes de su fe mediante la palabra y la imagen. En el caso del budismo chino, coreano y japonés la forma común y tradicional de explicación en sus templos ha sido mediante el empleo de pinturas y caligrafías realizadas sobre sedas y papeles, no sobre lienzos al modo común en occidente. Estas obras y textos son expuestas a menudo de forma intermitente, siendo práctica común su montaje mediante el sistema del rollo denominado kakejiku o kakemono. Este tipo de materiales requieren una forma especial de montaje y ensamblaje de las partes implicadas: la obra en sí misma, sedas distintas a su alrededor, varias capas de papel en su trasera; adhesivos vegetales como el furunori que, para conseguir unas propiedades concretas de adhesividad y elasticidad, tardan hasta diez años en ser elaborados antes de poder ser empleados.
Los especialistas en este tipo de montajes también son responsables de montar, entre otros objetos, los byōbu o biombos y los fusuma (puertas/paneles correderas pintados). En Japón estos especialistas son denominados hyōgushi; destacando por su amplio conocimiento e increíble manejo de los papeles, sedas, brochas especiales, adhesivos, pigmentos, fijativos, etc. Estos maestros en el montaje y la restauración de este tipo de objetos mantienen una tradición de usos de materiales, herramientas y técnicas prácticamente inalterados desde el siglo XVI, siendo únicamente aprendidos en talleres manteniendo la tradición del maestro aprendiz, común en occidente en otros campos (pero no en el de la restauración que nos ocupa)
En occidente (Europa y Estados Unidos principalmente) estos especialistas fueron conocidos a raíz de la adquisición de colecciones de arte japonés a partir del período Meiji (siglo XIX), básicamente, pues a ellos se acudió para resolver las necesidades de restauración de muchos de los objetos que fueron engrosando las colecciones privadas y museísticas. Sin embargo su arte permaneció de algún modo oculto a los profesionales de la restauración en occidente hasta que no se empezaron a organizar algunos cursos divulgativos en la década de los 70 del siglo pasado.
Fue en 1992 cuando el ICCROM (International Centre for the Study of the Preservation and Restoration of Cultural Property) y el National Research Institute for Cultural Properties (Tokio, Japón) generaron un curso denominado Japanese Paper Conservation (JPC de aquí en adelante), con carácter bianual, para la formación de especialistas occidentales en Japón bajo la supervisión de algunos maestros japoneses. Este curso sólo acoge a 10 especialistas de todo el mundo en cada una de sus ediciones. El eco de su enseñanza radica en una visión radicalmente distinta de la tradición occidental de restaurar. Exige una gran dedicación y paciencia por parte de quienes deciden emprender esa forma de trabajo; trabajo que sólo empieza a recoger frutos tras años de intenso estudio y práctica.
En el año 2011 el autor tuvo la fortuna de ser elegido uno de esos especialistas occidentales invitados a participar en el mencionado curso. En el mismo no sólo introduce al participante a adquirir nuevos conocimientos de técnicas de restauración y conservación de obras sobre papel al modo japonés, sino que le abre la mente a una concepción estimulante, y a la vez chocante, sobre los modos de los japoneses de entender la práctica de trabajo en restauración y conservación del patrimonio cultural sobre papel en sus múltiples variantes.
En el mismo año 2011, se estableció una reunión en Méjico DF, organizada por la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural, Instituto Nacional de Antropología e Historia (CNCPC-INAH), en la que se congregó a algunos de los profesionales latinos que habían sido formados en Japón (incluido el autor de este post) a fin de determinar en qué forma habían sido capaces de aplicar lo aprendido en la conservación y restauración de las colecciones de libros, documentos y obra gráfica occidentales (objetos que nada, o poco, tienen que ver por la naturaleza de los papeles y otros componentes, con los de Japón) De ese reunión surgió la clara idea de la importancia que tenía divulgar entre los profesionales latinos al menos parte de las enseñanzas japonesas, a fin de mejorar ostensiblemente las formas de afrontar la conservación y restauración del Patrimonio bibliográfico y documental de los países latinos. En ese seminario ya se diseñó el llamado Curso Internacional de Conservación de Papel en América Latina: un encuentro con Oriente. El curso está organizado por tres entidades: por parte mejicana están la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural, Instituto Nacional de Antropología e Historia (CNCPC-INAH), por parte japonesa el National Research Institute for Cultural Properties (Tokio, Japón) y, como entidad mundial aglutinadora, el ICCROM (International Centre for the Study of the Preservation and Restoration of Cultural Property)
El curso tiene un programa intensivo de dos semanas y media, que combina teoría y práctica, a través de ponencias y trabajo práctico. El equipo de enseñantes incluye a maestros y profesionales provenientes de instituciones de Japón y América Latina. La Biblioteca Nacional de España ha participado en las cuatro ediciones de este curso aportando como profesor en la parte latina al autor de estas líneas. Desde su primera edición, en el año 2012, los objetivos del curso han sido: proveer los conceptos básicos de los materiales y técnicas japoneses para la conservación de papel, y mejorar la comprensión de los participantes en las características básicas de la tradición japonesa de papel; ofrecer oportunidades para desarrollar nexos entre las tradiciones de conservación de papel japonesa y occidental, y evaluar la posibilidad de aplicar acercamientos, materiales y técnicas a patrimonio no japonés, y con particular referencia al patrimonio Latinoamericano; por último, el curso busca promover el intercambio de experiencia en conservación de papel entre profesionales de América Latina y el Caribe.
Sobre la metodología de la enseñanza japonesa
¿Qué aspectos hacen diferente el modo de organización y de trabajo japoneses (no cabe decir aquí oriental pues no es un bien común extensible a otros países colindantes) frente al que está acostumbrado un occidental? Es de señalar que aquí no hay posibilidad de establecer distinciones entre un occidental por su procedencia - sea latino, anglosajón, etc. - dado lo ajena que nos es la concepción japonesa del trabajo, el respeto,…, respecto a cualquiera de nuestras culturas. Se puede empezar explicando su forma de organizar los espacios de trabajo del laboratorio, para ello cabe remontarse a los años 60 del siglo XX cuando la empresa Toyota propuso su sistema de trabajo denominado “5S” (las 5 eses) este es un sistema destinado a la gestión eficiente de recursos empresariales pero que explican perfectamente lo que uno encuentra en un taller de conservación japonés. Cada “S” está referida a un término japonés destinado a definir cada una de las etapas que ayudan a lograr lugares de trabajo mejor organizados, más ordenados y más limpios, de forma que se consigue aumentar la calidad del entorno de trabajo (más agradable y concentrado en las tareas a desarrollar) así como la productividad. Los términos japoneses son:
- Seiri – “separar innecesarios”, es decir, eliminar del espacio de trabajo aquello que sea inútil
- Seiton – “situar necesarios”, es decir, organizar el espacio de trabajo de forma eficaz
- Seisō – “suprimir suciedad”, es decir, mejorar el nivel de limpieza de los zonas
- Seiketsu – “señalizar anomalías”, es decir, prevenir la aparición de la suciedad y el desorden
- Shitsuke – “seguir mejorando”, es decir, fomentar los esfuerzos en este sentido
Esta sistemática consigue, entre otras cosas, un lugar de trabajo agradable, seguro, limpio y ordenado; reduce gastos de energía, riesgos de accidentes y mejora la calidad de los trabajos realizados. Cualquiera que se dedique a trabajos de restauración, sea en una institución pública o en un taller privado, podrá apreciar que los valores definidos son muy valiosos cuando hablamos de realizar acciones conservadoras/restauradoras sobre objetos calificados como patrimonio cultural.
En lo referente al conocimiento de los materiales y el aprendizaje de las técnicas en si mismas, la metodología de enseñanza japonesa habitualmente no mueve a las conductas intelectuales a las que tan acostumbrados estamos los occidentales: no hay especulaciones, no hay elaborados discursos mentales, el maestro “simplemente” ejecuta, el alumno observa con la máxima concentración que le es posible y trata de ejecutar imitando lo observado. En el curso del JPC es esta la forma de enseñanza que surge de forma natural aunque, justo es reconocerlo, el profesorado japonés se esfuerza con explicaciones orales y gráficas que posibiliten el máximo aprendizaje en el tiempo disponible. Junto a los valores mencionados hay que añadir tres conceptos más que son pieza fundamental en la forma de enfocar su trabajo de conservación y que pueden ser integrados de forma directa en la mejora de enseñanza y la aplicación de tratamientos de restauración-conservación por los profesionales occidentales: Rei (respeto), Ishin denshin (enseñanza de corazón a corazón, sin mediar palabras) y mantener el Wabi-Sabi (los valores estéticos inherentes a la génesis de la obra y a su devenir vital)
El concepto de Rei va más allá de la mera inclinación de la cabeza en un saludo cortés, como a menudo se entiende de forma harto simple desde occidente: en el campo de la conservación-restauración implica el estudio de la pieza a restaurar desde la humildad. No se trata de que el restaurador “vaya a hacerle algo a un objeto”, si no que es el objeto tras ser observado, percibido, - “sentido” en suma - el que le muestra al restaurador que tipo de intervención necesita. Este tiempo de estudio y percepción puede durar desde varias horas hasta varios días.
En el caso del concepto de Ishin denshin, lo que se produce es una forma de enseñanza muy sutil en el que no media palabra, sólo la correcta actitud y ejecución del maestro y que el alumno preparado y sensible puede aprehender tan sólo permaneciendo en estado de atención plena. Muchos japoneses piensan que este tipo de enseñanza es inherente a Japón y que, por tanto, los no japoneses no pueden sentirla/ percibirla; sin embargo, hay también muchos otros japoneses creen que eso no es así y que es una forma de aprendizaje abierta a cualquier ser humano.
Finalmente está el concepto de Wabi Sabi, algo extremadamente complejo de definir pues busca mantener, durante los procesos de restauración, aquellos valores estéticos de los objetos que comprenden conceptos tales como la imperfección, la impermanencia y lo incompleto. Son estos valores especialmente del gusto de la sensibilidad del pueblo japonés y que provienen de la época de desarrollo de la ceremonia del té (Cha-Do). Mantenerlos al máximo durante todo el proceso y término de una restauración, suponen un auténtico desafío para cualquier restaurador. Podemos equipararlo de alguna forma con la preocupación en occidente de algunas formas de pensamiento de mantener ese valor que denominamos “pátina del tiempo”.
muy interesante me encantaria recibir las novedades, como hacer???