Franz Kafka y su tío de Madrid
El 20 de noviembre de 2008, pocas horas después de su inauguración, Europeana, la biblioteca digital europea, colapsó temporalmente al recibir casi 20 millones de impactos a la hora, el doble de lo que se había estimado.
“Martin Selmayr, portavoz de Telecomunicaciones de la Comisión Europea, explica que Europeana está "abrumada por el interés" y ha tenido que 'quitar presión' de los usuarios, en especial de Alemania (el 17% de los impactos), Francia (el 10%) y España (el 9%), sobre todo por las búsquedas simultáneas de las entradas más populares, 'Mona Lisa', 'Kafka' o 'Cervantes'.”
Tanto Franz Kafka como sus personajes, convertidos en iconos del siglo XX, han servido de inspiración para dar nombre a productos tan dispares como campañas electorales, software de código abierto, bebidas espirituosas, empresas culturales de diversa índole, tiendas de ropa, grupos musicales y letras de canciones (una de ellas, francesa, consiguió el segundo puesto en la edición de 1973 de Eurovisión). Su nombre ha pasado al lenguaje común como adjetivo, “kafkiano”. La RAE lo incorporó al diccionario académico en 2001. Pocos pueden decir lo mismo.
El escritor y pensador nació en Praga, entonces ciudad austrohúngara y hoy capital checa, el 3 de julio de 1883. Fue el primogénito de seis hermanos, aunque dos varones murieron poco después de nacer. Sus hermanas, Gabriele, Valerie y Ottilie, fueron asesinadas en los campos de exterminio nazis. Su padre, Hermann Kafka, fue un comerciante de origen judío y lengua checa, procedente de la región de Bohemia. Su madre, Julie Löwy, pertenecía a la burguesía judeoalemana ilustrada. Julie tenía tres hermanos, Alfred, Richard y Josef, hijos de Esther Porias. Al morir esta, el abuelo se casó de nuevo, aportando dos nuevos hijos, Rudolf y Siegfried. A Kafka le gustaban sus tíos maternos, en la rama de los Löwy abundaban los eruditos, rabinos, médicos, financieros y solteros.
Entre sus tíos destacaba Alfred, al que Kafka se refería con cariño como “mi tío de Madrid”. En efecto, Alfred Löwy (1852-1923), el hermano mayor de su madre, había abandonado Praga con veinte años y tras viajar por Europa y vivir varios años en París, llegó a España con cuarenta y un años para trabajar en la Compañía de los ferrocarriles de Madrid a Cáceres y Portugal, de la que era Jefe Superior de los Asuntos Administrativos, españolizando su nombre, Alfredo Loewy y Porgés.
El tío Alfred, independiente, carismático, competente, elegante y soltero, vivía en el número 28 de la calle Mayor de Madrid. Recorría a pie la distancia que separaba su domicilio de la oficina en el Paseo de las Delicias, cenaba en Lhardy, se dejaba ver en el teatro y llevaba la vida de un gentleman de principios del siglo XX.
Kafka le admiraba y con diecinueve años fantaseaba con la posibilidad de que su tío le echase una mano para escapar de Praga y recorrer mundo, tal y como él mismo había hecho. Así lo expresa en una carta dirigida a su amigo Oskar Pollak, fechada el 24 de agosto de 1902: “Mi tío de Madrid (director de una compañía ferroviaria) ha estado aquí, y por él he venido también a Praga. Poco antes de su llegada tuve la peregrina idea, demasiado peregrina por desgracia, de pedirle, no, no de pedirle, sino de preguntarle si podía ayudarme en estas cosas, si podía llevarme a algún sitio donde pudiera, por fin, ponerme manos a la obra. Pues bien, empecé con cautela. Es inútil que te lo explique en detalle. Se puso a hablar con unción, a pesar de ser, por todo lo demás una persona muy agradable; me consoló, bien, bien. Nada, ¡volvamos la hoja!”. Es decir, el tío Alfred no parecía dispuesto a hacerse cargo del joven Franz y le aconsejó continuar con sus estudios en Praga.
Sin embargo, Kafka no cejaba en su empeño y en una carta a Max Brod, íntimo amigo y divulgador de su obra póstuma (a pesar de las instrucciones expresas del propio autor), le contaba a mediados de agosto de 1907 “No, si mis perspectivas no mejoran hasta octubre, haré el curso para bachilleres en la escuela de comercio y aprenderé castellano, además de francés e inglés. Será bonito que hicieras eso conmigo; yo supliría con impaciencia la ventaja que me sacaras en el aprendizaje; mi tío debería conseguirnos un empleo en España o, si no, nos iríamos a Sudamérica o a las Azores o a Madeira”.
Todavía en 1913, le escribía a su novia, Felice Bauer, el 2 de mayo de 1913 “..... no te veré en mucho tiempo salvo que viajes conmigo a Italia o al lago de Garda al menos, o incluso a España a ver a mi tío".
Kafka nunca vino a ver a su tío, que falleció un año antes que el propio autor.
El tío Alfred, lejos de facilitarle la aventura española, en 1907 le recomendó como abogado en la Assicurazioni Generali de Praga. Para entonces, Kafka ya era doctor en Derecho y había superado las prácticas imprescindibles para trabajar al servicio del Estado. Tras ocho meses en la aseguradora italiana, pasó al Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo del Reino de Bohemia, redactando informes sobre lo que hoy llamaríamos prevención de riesgos laborales. Sus aportaciones y mejoras a la especialidad le valieron la medalla de oro de la American Safety Society. Hay quien le atribuye el uso obligatorio del casco de seguridad para determinados trabajos. En carta a un amigo le asegura: “No tienes idea de lo ocupado que estoy… En los cuatro distritos que tengo a mi cargo (…) hay personas que caen de los andamios o dentro de las maquinarias… Es como si todos estuvieran borrachos, los tablones volcaran a la vez, los terraplenes se deslizaran y todo está siempre patas arriba. Hasta las chicas de las fábricas de vajilla no dejan de volar escaleras abajo con montañas de loza… El dolor de cabeza por estos asuntos no me abandona”.
A Kafka le gustaba este trabajo porque le dejaba las tardes libres para dedicarlas a la escritura.
Pero ¿qué hubiera ocurrido de haberse hecho realidad su deseo de venir a España? Por edad, habría podido relacionarse con los componentes de la llamada Generación del 14. Había nacido el mismo año que Ortega y Gasset y Carmen Baroja. Era tres años más joven que Azaña y Marañón y dos más que Juan Ramón Jiménez y Eugenio d’Ors. Algo mayor que Clara Campoamor, María de Maeztu, Zenobia Camprubí y Gómez de la Serna. ¿Habría asistido a las tertulias del Café Pombo? ¿Habría desarrollado su carrera de escritor? Nunca lo sabremos. Aunque sí conocemos la temprana acogida de su obra en España. La primera traducción en nuestro país llegó de la mano del poeta Carles Riba, quien solo unos meses después de la muerte del autor tradujo directamente del alemán al catalán, para la revista literaria La Mà Trencada, un cuento breve, Ein Brudermord (Un fratricidi).
Seis meses más tarde, la Revista de Occidente incluyó La metamorfosis en su número junio-julio de 1925. En mayo de 1927 apareció en la misma publicación Un artista del hambre y en noviembre de 1932 Un artista del trapecio.
En 1945 la editorial reunió los tres textos y los publicó en un solo volumen bajo el título colectivo de La metamorfosis. No vería la luz ningún otro libro en España firmado por Kafka hasta que en 1966 Alianza publicó de nuevo esta obra de 1915. Sin embargo, a partir de esta edición de bolsillo, se produjeron reimpresiones casi anuales, dieciocho ediciones entre 1966 y 1984.
La traducción al español de este relato resulta problemática desde su mismo título. En la actualidad, se sigue discutiendo si Die Verwandlung debiera haberse traducido como La transformación, forma preferida para las ediciones más recientes.
Además, la autoría de estas primeras traducciones a la lengua española ha hecho correr ríos de tinta, puesto que se editaron sin mención de responsabilidad. Durante mucho tiempo se atribuyeron a Borges, ya que se trata exactamente del mismo texto que la editorial Losada publicó en Buenos Aires en 1938 bajo el título La metamorfosis, que contenía, además, otros cuentos y que incluía la siguiente nota “Traducción directa del alemán y prólogo por Jorge Luis Borges”. El argentino siempre habló con cierta incomodidad sobre el alcance de su contribución en estas traducciones, sin embargo, la obra siguió editándose bajo este potente reclamo. En la actualidad, la mayor parte de la crítica considera anónima la versión en español más leída de una de las novelas fundamentales del siglo XX.
Franz Kafka, enfermo de tuberculosis, murió en un sanatorio cerca de Viena el 3 de junio de 1924. Sus obras han entrado en dominio público desde 1994, dependiendo de la legislación relativa a derechos de autor de cada país. Se han multiplicado las versiones en otros idiomas de lo que se considera la edición crítica y canónica de sus obras completas, llevada a cabo por la editorial S. Fischer desde 1982, que contiene las novelas, relatos, diarios, cartas e informes laborales. Por su parte, la Biblioteca Nacional de Israel ha digitalizado y compartido en Internet parte de los manuscritos, incluidos dibujos inéditos, recuperados tras largos años de pleitos judiciales contra las hijas de Esther Hoffe, secretaria personal de Max Brod, quien le había regalado parte de los papeles recogidos en el propio escritorio de Kafka tras su fallecimiento. Pero esa es otra larga historia….
Desde la Biblioteca Nacional de España, hemos querido conmemorar el centenario del fallecimiento del autor, digitalizando y poniendo a disposición la mencionada edición de 1945 de La metamorfosis.
BIBLIOGRAFÍA
- Balint, Benjamin. (2019). El último proceso de Kafka: el juicio de un legado literario. Ariel
- Kafka en España. (2016). Ínsula: revista bibliográfica de ciencias y letras. Kafka en España, n. 839
- Kafka, Franz. (1999-2018). Obras completas. Galaxia Gutenberg; Círculo de Lectores, 4 v.
- Martínez Salazar, Elisa Pilar. (2019). La recepción de la obra de Kafka en España (1925-1965). [Tesis doctoral no publicada]. Universidad de Zaragoza
- Ramírez, María (2008-22-11). La biblioteca europea, del colapso al cierre. El Mundo, p. 47
- Rioyo, Javier (2014-09-02). Kafka podría haber sido castizo. El País