El Arte de los Hyōgushi: su influencia en los procesos de restauración en la BNE (Parte segunda)
¿Por qué se emplean en España los materiales japoneses para la restauración de documentos y obras?
A diferencia de otros países europeos, como los anglosajones o centroeuropeos con gran tradición de coleccionismo de lo asiático, España y su área natural de relaciones e influencia en muchos ámbitos – incluido el de la conservación de arte – no apunta hacia el lejano oriente si no hacia los países Iberoamericanos y la zona de los países ribereños del norte de África.
Es paradójico que aun siendo Filipinas durante siglos colonia española, el interés por lo asiático en España haya sido casi anecdótico, escaso y sin relevancia en las grandes colecciones de arte españolas (comparándolas con las que se crearon en Gran Bretaña, Francia, Alemania, etc.). Su influencia es significativamente perceptible en las colecciones de Artes Decorativas, fundamentalmente en objetos de cerámica, como es el caso del uso de la técnica de la porcelana y en los temas decorativos que en ellos aparecieron.
Mapa de Asia (MR/4/I SERIE 18/004)
Este impacto fue significativo al hilo de los movimientos artísticos llamados Chinoiserie (último cuarto del s.XVII y primeros del XVIII ) y Japonismo (segunda mitad del s. XIX y principios del s. XX). Esta ausencia de pinturas o biombos japoneses relevantes es determinante a la hora de comprender por qué, históricamente, los técnicos en restauración españoles – especialmente los especializados en el tratamiento de obras y documentos sobre papel – no han tenido la oportunidad ni una especial preocupación por aprender en profundidad las técnicas japonesas de restauración y montaje de obras sobre papel.
Por otra parte, a diferencia de otros países de su entorno, en España el Patrimonio Bibliográfico y Documental no fue objeto de una concienciación de conservación y restauración de forma institucional hasta bien adentrado el s.XX. (en España la educación reglada y la profesión de restaurador de este tipo de materiales se crea a finales de los años 60). Esta concienciación se implementa con la aparición de la restauración científica y sistematizada de la conservación y restauración. En ese momento surgen nuevas necesidades en la profesión recién creada: había que encontrar materiales de todo tipo que permitiesen realizar las labores de restauración pertinentes tanto en el caso de los soportes celulósicos como de los proteínicos, esencialmente el pergamino y la piel de las encuadernaciones.
Ya desde mediados de los años 70 surgen voces entre los profesionales occidentales que advierten de la dificultad de encontrar tanto fabricantes de materiales artesanales como de la merma en la calidad, en general, de los mismos. La industrialización, junto con la extinción de ciertos usos sociales, contribuyó, y continúa haciéndolo a velocidad cada vez mayor, a la desaparición de las empresas y talleres dedicados a realizar estos productos. Por citar algunos ejemplos, podemos hablar de algunos instrumentos empleados en el folclore, como es el caso de las panderetas, las zambombas o los tambores: todos estos instrumentos de percusión están hechos con pergamino; la transformación social, que ha cambiado la forma de celebrar las fiestas tradicionales, ha llevado a la sustitución de estos instrumentos por otros de inferior calidad realizados con materiales sintéticos.
Es el caso también de la desaparición de la manufactura de buena piel española para la encuadernación debido a varias causas: por un lado el declive de la tradición de encuadernar los libros de los particulares (quedan al margen los bibliófilos) en pequeños talleres de encuadernación – aunque estos también se sustentaban recibiendo encargos de organismos oficiales u otras empresas particulares - que fueron desapareciendo; este fenómeno coincidió con la expansión de las modernas máquinas de encuadernación, contra las que los pequeños talleres no pudieron competir con las cantidades (que no las calidades) que estas máquinas pueden realizar; a todo ello se sumó la aparición de nuevos materiales sintéticos que fueron rápidamente aceptados socialmente por su bajo coste para el consumidor. Finalmente tenemos el caso de los papeles hechos a mano de buena calidad que, es obvio decirlo, se limitan a personas especialmente interesadas por fines diversos, y que están dispuestas a pagar un precio elevado por adquirirlos.
Aunque ha habido esfuerzos de las pequeñas compañías por sobrevivir, lo cierto es que la caída de la demanda, la fuerte crisis global actual y la aparición de productos de inferior calidad han movido a muchas empresas a cerrar. Así pues, lo que está consiguiendo el mercado global es que muchos de aquellos materiales que son imprescindibles a un restaurador se hayan vuelto imposibles de encontrar hoy día. Por ello en España, al igual que otros países de Iberoamérica, los profesionales se ven obligados a buscar materiales en el extranjero con los altos costes que ello conlleva. También existe la certeza de que cualquier modificación necesaria en un material industrial para adaptarlo a una restauración será improbable porque ya no quedará profesional artesano alguno que sepa hacerla.
Las razones antes citadas empujaron a que desde los años 70 del s.XX, los profesionales españoles de la restauración de libros, documentos y arte sobre papel tratasen de encontrar nuevas materiales que les permitiesen ejecutar las restauraciones con – teóricamente – los más altos estándares posibles de calidad de conservación y a un precio razonable. De entre todos los materiales que encontraron fue el washi (así se denomina genéricamente a cualquier papel japonés) la estrella de todos ellos. Las razones para su aceptación hay que buscarlas en: el amplio abanico de variedades; su calidad y versatilidad frente a la casuística de posibles aplicaciones y, finalmente, su permanencia en el tiempo. Los papeles que comenzaron usándose fueron siempre aquellos hechos a partir de la fibra del kozo, tradición que persiste entre la gran mayoría de los profesionales españoles.
Algunas aplicaciones de materiales y técnicas japonesas en objetos celulósicos y proteínicos en la restauración de las colecciones de la BNE
Técnicas japonesas en obra gráfica occidental
En España, desde hace muy pocos años, se ha venido desarrollando una corriente profesional que busca aprender más sobre los materiales, herramientas y técnicas japonesas para ser empleados, fundamental y mayoritariamente, sobre obra occidental, no oriental. El motivo de esta corriente es poco claro: quizá se deba a una cuestión de una nueva moda; quizá se deba a la necesidad de solucionar algunos problemas técnicos que la restauración al modo tradicional occidental impide satisfacer. De entre lo que se busca aprender destaca sobremanera el aprendizaje de la construcción y uso de la tabla de secado y estirado para papeles o para los montajes de los kakejiku empleada por los maestros japoneses, la llamada tabla karibari. Curiosamente, el deseo de aprender no profundiza lo suficiente en algo fundamental en la construcción del mismo: los tipos de papeles japoneses necesarios y convenientes para cada una de las capas y la propia estructura de madera que los soporta.
En el taller de la BNE algunos de sus restauradores de libros y documentos, estamos haciendo esfuerzos por conocer y adaptar los materiales y técnicas japonesas a los objetos occidentales de nuestras colecciones pues somos sabedores de las excelentes propiedades tanto de los materiales, probados por siglos, como de las mejoras que las técnicas japonesas permiten cuando están bien ejecutadas. Este esfuerzo se centra en la idea de que es necesario comenzar a entender con más fundamento la naturaleza de los diferentes tipos de washi (este es el término con que se denomina genéricamente a todo papel hecho en Japón) las magníficas brochas japonesas; las formas apropiadas de preparar y mantener algunos de los adhesivos vegetales tradicionalmente empleados por los hyōgushi como son el shofu nori, el funori, etc.. Y también en encontrar el punto de encuentro con la estética del wabi sabi (un ejemplo del empleo de esta concepción estética fue su uso en la restauración del libro de coro de la BNE MPCANT/23, perteneciente en origen a los Reyes Católicos)
Misas para el propio del tiempo (MPCANT/23)
Los usos del washi y el almidón en objetos sobre papel son obvios, no lo es tanto en cambio que se emplee con otros materiales como las cubiertas en piel de un libro o un documento en pergamino. Las razones que han movido a su adopción son, como ya se ha comentado, la falta de buenas pieles manufacturadas, el coste de la importación de las pieles de buenas calidades, la certeza de que las propiedades mecánicas del washi son superiores a la inmensa mayoría de las pieles actuales, la versatilidad y el precio. Pensemos que hoy día se ha incrementado exponencialmente la presencia de usuarios en las instituciones culturales (aumento exponencial del manejo de los originales para su consulta), como consecuencia también lo ha hecho el gusto y la demanda de libros y documentos para ser expuestos en exposiciones temporales: la restauración de todos ellos con pieles nuevas al modo tradicional lo haría inviable, pero es que además, las técnicas de reparación de libros que emplean el washi como refuerzo y en otros muchos partes del proceso, posibilitan un trabajo rápido, eficaz, no intrusivo con el original, muy resistente al uso y por la probada permanencia del washi. En el caso de los pergaminos está necesidad de encontrar un material sustitutivo es aún más acuciante dado que apenas es posible encontrar pieles de alta calidad que no tengan un precio prohibitivo y, más lejos aún, ahora no hay fabricante alguno que sea capaz de conseguir realizar – o al menos que la comercialice - una piel de las espesores tan finos y delicados como las que tenían, por ejemplo, las de los libros de Horas medievales.
Papel japones en cubierta de piel antes y después
El uso de algún tipo de papel ha sido empleado frecuentemente en reparaciones de pergaminos en España – muy probablemente también en otros países a medida que el pergamino se fue volviendo u materiales escaso y/o caro - desde el siglo XVIII hasta comienzos del XX. Fue muy habitual el uso del papel verjurado hecho a mano, pegado con adhesivos proteínicos (gelatina, cola animal) o polisacáridos (almidón habitualmente). Los resultados eran muy pobres en aspecto aunque eficaces en su resultado al mantener cohesionado el documento dañado. Una evolución de esta técnica es el actual uso del papel japonés, material muy adaptable, estable y de excelentes propiedades mecánicas. Las fibras especialmente largas de algunos de estos papeles se están demostrando muy durables y permanentes en los injertos de cubiertas de libros tanto de pergamino como de piel curtida. En el caso que nos interesa, la realización de injertos en las hojas de pergamino de un libro o de un documento suelto, la experiencia demuestra que este material, sin importar en exceso el tipo de papel más allá del gramaje, resulta muy adecuado para hacer injertos o refuerzos en aquellas zonas en que el pergamino haya sufrido ataques microbiológicos, descomposición por acción del agua o daños por la acción del exceso de calor (proximidad fuentes de calor como un fuego) En resumen, es apropiado para ser empleado en aquellas zonas en las que las propiedades del entramado fibrilar original del pergamino se ha visto fuertemente afectado. Sin embargo, en las pieles que no han sufrido este tipo de daños radicales en su estructura, la experiencia ha demostrado que la elección del papel japonés adecuado en cada caso es vital, pues el papel no reacciona tan rápidamente ante los cambios ambientales como el pergamino. De equivocar el tipo de papel y su tratamiento previo, el conservador-restaurador verá aparecer, rápida e inexorablemente, tensiones en forma de arrugas en el pergamino histórico en las zonas adyacentes a su colocación.
Conclusión
El estudio en profundidad de los materiales japoneses, pero también la actitud japonesa ante el trabajo, son valores en los que se debería profundizar entre la comunidad de restauradores de libros y objetos sobre papel iberoamericanos. Es convencimiento del autor que este estudio permitiría mejorar la distribución, uso y mantenimiento de los espacios de trabajo; la elección de los materiales apropiados para cada caso; la optimización del rendimiento de algunos procesos y, probablemente, la mejora de la calidad de los trabajos realizados. Lo expuesto no trata de afirmar que las técnicas japonesas deban hacer desaparecer las occidentales, si no que su conocimiento y adaptación a las necesidades occidentales podrían ser de inestimable ayuda para mejorar algunos de sus procesos de trabajo.
Hola. Soy una estudiante argentina de Letras. Y quería saber cómo uno puede aprender esa técnica de restauración japonesa. Muchas gracias.