De teatros y actores
Adentrarse en el Legado Barbieri de la Biblioteca Nacional es adentrarse en un periodo esencial de la Historia de España. Con los ojos bien abiertos y el espíritu dispuesto a dejarse sorprender, al investigador le resultará muy fácil entusiasmarse con cada papel, por insignificante que parezca, que se presente ante sus ojos. Cartas decimonónicas se entremezclan con oratorios del siglo XV, libros de cuentas de teatros, partituras, contratos, listas de monjes escurialenses… y cientos de anotaciones manuscritas del Maestro Francisco Asenjo Barbieri, algunas casi compulsivas, detalladas al máximo en papeles de diversos tamaños, recortados, pegados o cuidadosamente doblados. No cuesta imaginarse a Barbieri sentado a su mesa, en su despacho, ataviado con un elegante batín, leyendo, clasificando, seleccionando cada documento, cada noticia:
‘En los dias 1, 2, 3, 4, y 5 de Set[iembr]e 1722 se cerraron los teatros por lo riguroso del calor que hacia.’[1]
Y es que como expresa Felipe Pedrell en sus escritos sobre Barbieri:
‘Allí la hormiguita que recoge con amor el dato jamás despreciable (…) la manga ancha del bibliómano cazador del libro (…) con el laudable afán de encerrarlo y custodiarlo en el sancta sanctórum de su Biblioteca.’[2]
Gracias al empeño de Barbieri en preservar la historia teatral y musical española de los últimos siglos, han llegado hasta nuestros días valiosísimos documentos que permiten al lector meterse de lleno en la cotidianeidad de sus gentes, de las opulencias de marqueses y príncipes a la humildad de villanos y cómicos[3]; y al mismo tiempo comprender la importancia de las representaciones teatrales ya no solo como reflejo de la sociedad del momento, sino también para entender el papel fundamental de estos actos teatrales como sustento de las necesidades primarías de las clases menos favorecidas. Así, el teatro pasó a ser un instrumento al servicio de la Corona para financiar dichas necesidades, transformándose en la principal fuente de ingresos para el correcto funcionamiento de los Reales Hospitales y las casas de beneficencia.
Fue de este modo, buceando en los papeles del archivo Barbieri, como conocí a Joaquín Caprara, actor de origen boloñés que llego a España para alistarse en las milicias huyendo de las penurias de su tierra natal.
En una carta fechada el 8 de noviembre de 1800 –la cual se encuentra en la carpeta MSS/14054/4 (34) del Legado Barbieri- firmada por el Marqués de Astorga[4] (uno de los socios protectores del Teatro de los Caños del Peral) y dirigida a Antonio Cornel[5] (en aquel momento Ministro de la Guerra de Carlos IV), se solicita la licencia absoluta del ejército del Cabo 1º de Infantería Joaquín Caprara, soldado de las Milicias de León, al mismo tiempo que alaba sus dotes actorales y su ‘arreglada conducta’:
‘La naturaleza, parece, doto a este Joven de todos aquellos dotes y gracias que necesita un verdadero Actor, para q[u]e pueda ocupar uno de los primeros lugares en la Historia de los Teatros, y acaso formar epoca en ella, pudiendose decir sin exageracion, que el por si solo es capaz de dar honor al de los Caños del Peral, siempre que los efectos corresponden a los primeros ensayos y pruebas, que nos ha dado hasta ahora de su aplicación, idoneidad, y arreglada conducta (…)’
FERRER DEL RÍO, A.; Caprara, El Laberinto, Periódico Universal, 1 de octubre de 1844, pp. 309- 311
Aunque no fue fácil conseguir la licencia de Caprara, que contó en un primer momento con la negativa del Rey y por tanto del Ministro –así se aprecia en la respuesta de Cornel a la misiva del Marqués de Astorga recogida en MSS/14054/4 (41)-, éste llego a ser un gran actor, como reflejaría años más tarde el historiador y periodista Antonio Ferrer del Río en un artículo aparecido en la publicación quincenal El Laberinto[6], donde rinde homenaje al actor seis años después de su muerte, acaecida en 1838:
“(…) mas al levantarse el telón para comenzar el tercero estalló súbito bajo las bóvedas del teatro una salva de estrepitosos y unánimes aplausos, prolongándose tan honorífica ovación por espacio de unos minutos. (…) Grave y magestuosa presencia, nobles y sencillos modales, venerable y apacible rostro, frente cana y rugosa, voz solemne y persuasiva, (…) supongo que habréis reconocido en la copia al nunca bastante llorado don Joaquin Caprara, primer actor de carácter anciano en los teatros de la córte”
La Biblioteca Nacional cuenta además con un grabado[7] del actor adquirido en 1867 y procedente de la Colección Carderera. Es un grabado en madera realizado por José de la Revilla del que se desconoce la fecha de realización. Este retrato junto a un lienzo del pintor José Ribelles y Helip titulado “Retrato del famoso ''barba'' del Teatro del Príncipe, don Joaquín Caprara, estudiando el papel de Diego Láynez en la tragedia de El Cid” (h. 1815)[8] y una litografía, de autor desconocido, que se encuentra en el Museo de Historia de Madrid, en la que se muestra a Caprara en el papel de Henrique en el Duque de Viseo (h. 1818), son los únicos retratos del actor conservados hasta la fecha.
Retrato de Joaquín Caprara por José de la Revilla
Seguir la vida de los actores, en este caso la del actor Joaquín Caprara, es también seguir el apasionante momento histórico en el que se desarrollan sus vidas. En el caso particular de nuestro personaje, a su llegada a España se encontró de lleno con el reinado de Carlos IV, alistándose en el Regimiento de Ultonia[9], en cuyas filas lucharía en la Batalla del Rosellón, en concreto en la toma y embarque de Tolón. Más tarde vivirá en primera persona la Invasión Napoleónica y la abdicación del monarca a favor de su hijo Fernando; la caída del Príncipe de la Paz (figura la de Manuel Godoy muy relacionada con los principales teatros de la época como se puede apreciar en las numerosas cartas dirigidas a él o por él respondidas); la Guerra de la Independencia y la llegada al poder del rey intruso José Bonaparte; la Constitución de 1812 y los primeros intentos liberales que inspirarían las posteriores Revoluciones Europeas de 1820, 1830 y 1848; la vuelta de ‘el Deseado’ Fernando VII; el Trienio Liberal y por último, el Reinado de Isabel II.
María José Gutiérrez Irún Historiadora del Arte
EDICIONES CITADAS:
—[1]Castanedo, Juan de fl I. sobre el plan para el gobierno de las compañías de los T. de la C. y de los C. del P., & Barbieri, F. A. P. sobre representaciones teatrales y actores. (n.d.). Papeles referentes al teatro de Los Caños del Peral y a La Real Junta de Hospitales. [1801-1803]. SIG: MSS/14003/3 (10)
—[2 y 3] Barbieri, F. A., & Casares Rodicio, E. (1988). Legado Barbieri: documentos sobre música española y epistolario. Madrid: Fundación Banco Exterior.
—[4]Osorio de Moscoso y Guzmán, Vicente Joaquín (1756-1816).
—[5]Cornel Ferraz Doz y Ferraz, Antonio (1745-1821).
—[6] Ferrer del Río, A.; Caprara, El Laberinto, Periódico Universal, 1 de octubre de 1844, pp. 309- 311.
—[7]Revilla, J. de la. (n.d.). Retrato de ¿Joaquín? Caprara. SIG: IH/1664/1.
—[8]legado por Ricardo Blanco Asenjo al Museo del Prado en 1897 y que en la actualidad se encuentra en deposito en el Museo Nacional del Teatro de Almagro
—[9]El dato lo intuye Ferrer del Río. El Regimiento de Ultonia luchó en la Batalla del Rosellón así como el Regimiento de Infantería de Zaragoza nº12, regimiento al que pertenecería Caprara tras dicha batalla.
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Es una maravilla encontrar personas interesadas en el mundo de la Historia del Arte pero, además, es genial escuchar a historiadoras que cuentan su investigación con tanto entusiasmo.